Mariela Goy
La escuela técnica Lucas Funes emprendió hace cinco años una inédita experiencia solidaria y con sentido social.
Nunca devolvieron un carro ortopédico, pero un día en la escuela vieron regresar al dueño de Negrita, una perra vivaz que había quedado sin movilidad de sus patas traseras y que pudo volver a caminar gracias a este implemento fabricado por los alumnos. “¿Qué pasó?”, preguntó el profesor Esteban, entre asombrado y preocupado de que el dispositivo no hubiera funcionado. “Nada, te quería mostrar algo”, dijo el hombre, mientras le desabrochaba el carrito a la perra, que salió corriendo por todos lados en sus cuatro patas. Increíblemente, se había rehabilitado. A Esteban se le llenaron los ojos de lágrimas... como ahora, que rememora el episodio para la nota.
Historias como ésta, de emoción y gratitud, se repiten seguido en la Escuela Técnica Nº 647 Dr. Pedro Lucas Funes, del barrio Centenario, donde la actitud solidaria es un sello escolar. Ese establecimiento educativo lleva a cabo el Proyecto Lázaro, por el cual los alumnos construyen carros ortopédicos destinados a los perros que, por enfermedad o accidente, quedaron con problemas de movilidad.
Zafira es la “modelo” del proyecto y fue una de las primeras en beneficiarse con la fabricación de un carrito. Ya no es más una perra de la calle, sino que se convirtió en la mascota de Rosana Colodio, directora de la escuela Lucas Funes. Zafira recibe a El Litoral en la puerta de la escuela y sube el pequeño escaloncito de ingreso al edificio con su carrito, sin ayuda ni esfuerzo. “Después de algún tiempo, los perros caminan como si no tuvieran nada a cuestas, algunos de ellos hasta suben escaleras, corren o juegan con la pelota”, contó la directora.
“Nunca pensamos que este proyecto iba a ser tan grande. Tenemos pedidos desde Salta, Tucumán, San Luis, Córdoba para que les hagamos un carrito”, dijo Colodio, quien recordó que el Proyecto Lázaro va a cumplir 5 años en octubre.
La directora señaló que esta iniciativa es muy sensible porque detrás de cada perro, hay un dueño desesperado que quiere que su mascota vuelva a caminar y tener calidad de vida. “Antes, a un perro que no caminaba directamente se lo sacrificaba. Ahora, hay una tendencia más proteccionista que busca prolongar la vida”, indicó.
Bicheros y solidarios
Cada carrito ortopédico sale 1.500 pesos en el mercado. No obstante, los 11 alumnos que integran el Proyecto Lázaro más los profesores, los fabrican por sólo 185 pesos. Los carritos no se comercializan y el emprendimiento solidario se mantiene con las donaciones de la gente.
El carrito es una estructura hecha con finos caños de hierro, ruedas livianas y cintas ajustables que se adaptan al tamaño de cada perro. “Los alumnos trabajan en los talleres técnicos en la construcción de estos implementos y aplican distintos conocimientos. Los chicos, primero, toman medidas del perro y hacen el cálculo. Después, en Metalmecánica se corta y se suelda la estructura, con la colaboración de los alumnos de primer año. Al final, se arman los carritos con las cintas y se los calibra hasta lograr la estabilidad del animal”, explicaron Esteban Carrió, profesor de Metalmecánica, y David Modini, docente de Electrónica.
Con el tiempo, la escuela fue aprendiendo de las pruebas y errores. Los primeros carros fueron construidos con caños de PVC, luego vinieron los de aluminio, que era un material difícil de manejar y costoso, y ahora los fabrican de hierro. “Fuimos modificando, quitando peso y ganando resistencia en los diseños nuevos”, subrayaron los profes.
Orgullosos
Marcos Acosta es alumno de 5to. año y uno de los pioneros del Proyecto Lázaro. “Es un orgullo ser parte de este grupo, de haber aprendido de los profesores, que se preocupan mucho. Aquí se aprende, se refuerza conocimiento y se hace trabajo en equipo”, destacó.
Micaela Acosta y Nicole Arzadún, de 4to. año, vieron la alegría que causaba a la escuela cada vez que un perro se iba con su carrito y fueron a ofrecerse para integrar el grupo. “Cuando llega una mascota, salgo del curso para tomarle fotos, filmarlo y sacar las medidas. Nunca nos mordió un perro porque los llenamos de abrazos”, contó Mica.
Nicole, una de las soldadoras estrella, dijo que “para mí es un orgullo estar en Lázaro, me pone feliz cuando terminamos un carro y el perro se va contento. Eso me saca una sonrisa”. A lo que su compañero Lucas Gómez agregó: “Yo me pongo más feliz que el perro”.
Cada vez que se termina un carro ortopédico, hay un ritual en la escuela. Se le abre la puerta del taller al perrito para que camine por el pasillo por primera vez en mucho tiempo, mientras los 320 alumnos lo aplauden a su paso, y al dueño se le cae un lagrimón de alegría. Así también se imparte educación.
Gracias a El Litoral
El Proyecto Lázaro comenzó en 2010 cuando por Facebook leyeron que Osvaldo Vignau, un conductor televisivo de Chaco, ya fallecido, que fue un reconocido proteccionista de animales, pedía cuatro carros para perros discapacitados que estaban en su refugio. La directora Rosana Colodio les propuso a los alumnos construirlos en el taller de esta escuela técnica y así lo hicieron. “El Litoral había venido a la escuela por la radio escolar y cuando el fotógrafo vio que estaban embalando los carritos, hicieron también la nota de este proyecto. Al día siguiente, teníamos gran cantidad de llamados, así que decidimos continuar hasta hoy”, dijo la docente.
Casos que no se olvidan
Lamparita. “Era un perrito que se había comido las patas porque no las sentía, algo que suele suceder cuando quedan parapléjicos. Entonces le hicimos un carrito especial con una bolsa para sostener la parte trasera de su cuerpito. Cuando se lo probamos, se escucha a la dueña gritar: “¡Lamparita, lamparita!”. El perro había salido corriendo por todos lados, feliz de volver a caminar”.
Gasparín: “Ahora ya falleció, pero jugaba a la pelota en un campito, con carro y todo. Los vecinos lo recogieron de la calle atropellado y lo trajeron para que le hagamos un carrito. Fue al único que le hicimos tres tamaños de carros: cachorro, mediano y grande”.
Tomy: “Salió desde acá con el carrito, fue directo a un árbol y se orinó encima porque creyó que había levantado la pata”.
Pequi: “Quedará en la memoria porque era el perro de un matrimonio de ancianos sin hijos y la felicidad que tenía cuando su perro volvió a caminar, no tiene precio. Cuando falleció Pequi, el dueño nos regaló una heladera para la escuela”.
Zafira: “Cada carro está hecho a la medida y necesidad del perro que lo va a llevar. Zafira usa uno de los primeros modelos de caños de agua y está cómoda. Para ella, habíamos fabricado un carro con amortiguadores, que nunca quiso usar. Le quisimos regalar un Lamborghini pero le gustó más el Fitito”.