Roberto Maurer Se ignora si en el neolítico hubo polémicas ante el avance tecnológico representado por el pasaje de la herramienta de piedra hecha a golpes a los útiles pulidos, pero hay certeza acerca de la resistencia a las máquinas de los trabajadores manuales durante la Revolución Industrial. Hasta hoy, el viejo antagonismo entre el hombre y la máquina sigue con vida y suele ser uno de los tópicos favoritos de la ciencia ficción, aunque ya no es lo mismo un hacha de piedra y la máquina a vapor que la inteligencia artificial y los nuevos dilemas que plantea. Al respecto se le puede preguntar al ajedrecista y campeón Gasparov cómo se sintió al ser derrotado por una computadora IBM. Pero no por repetida, corresponde despreciar la idea, ya que puede inspirar obras geniales como “2001, odisea del Espacio”. Seguramente “Humans” no alcanzará los niveles del film de Kubrick, pero sus progenitores ofrecen garantías: hay una serie original sueca, y se trata de su adaptación realizada por el prestigioso Channel Four de Inglaterra (se desarrolla en Londres) en sociedad con la señal estadounidense ACM. Acaba de estrenarse en ACM y los lunes a las 23 es posible verificar cómo sería nuestro mundo si fuera invadido por serviciales robots que pueden ser comprados para liberarnos de las enojosas tareas domésticas o, en otra escala, para trabajar en la cosecha. Ayuda para el hogar Son llamados “sintéticos”, una terminología de bazar que resulta pertinente: se trata de artículos para el hogar. La familia Hawking, un padre desbordado por las tareas domésticas, una esposa ausente por razones de trabajo y tres hijos, vive una situación de conflicto que el dueño de casa cree solucionar con la compra de una “sintética”. Pero sólo consigue aumentar los problemas: su mujer detesta los robots por una cuestión de principios, desconfía de ellos y teme sus efectos sobre una familia. Anita, el robot, es una obediente diosa de rasgos orientales ante la cual el hijo adolescente se relame, en tanto a la dueña de casa le disgusta que la androide usurpe su rol de madre con la hija pequeña. Es una presencia perturbadora, “esa cosa” -así la llama la señora Hawking- se supone que carece de sentimientos y un pensamiento autónomo, pero ¿qué hace Anita en el jardín, sola y absorta, elevando su mirada a luna con expresión melancólica? Sólo queda sorprenderla leyendo poemas de Amado Nervo. Anita se ha extraviado y es buscada por un grupo de androides diferentes al cual pertenece, que lidera su enamorado de carne y hueso, y a quienes su creador les concedió la capacidad de sentir y pensar. Son perseguidos implacablemente por extremistas de una organización clandestina que los mata y evita que trascienda la existencia de los diferentes. Esclavos La apariencia de los “sintéticos” es humana, pero son tratados y a veces maltratados como esclavos porque son máquinas. Y es incómodo aceptar que la sociedad humana es inhumana con seres sometidos a servidumbre con el argumento de que no son humanos, a pesar de que sienten y piensan tanto como los humanos, o más. Visiblemente, es la metáfora de un mundo desigual. Resulta interesante una trama secundaria, la dedicada al personaje del ingeniero Millican que interpreta el gran William Hurt. Es un viejo jubilado que vive con un androide cuya forma es la de un dulce adolescente, como un hijo con el cual comparte los recuerdos de la familia. Pero es un modelo antiguo, falla y crea problemas en el supermercado, y los servicios sociales (algo así como el Pami), con crueldad, se lo quieren quitar para convertirlo en chatarra y entregarle otro nuevo. Se debate en la televisión. “Hay un punto en el futuro, cuando la tecnología nos supere y sean capaces de mejorar y reproducirse sin ayuda”, alerta un panelista. “En ese momento seremos inferiores a las máquinas y nuestro mundo dependerá del trabajo de los sintéticos. ¿Querrán seguir siendo esclavos?”. Otro destaca que por primera vez el hombre podrá liberarse del trabajo. Y se preguntan: “¿es el trabajo un derecho humano y es necesario para la autoestima?”. Nadie ha mencionado la plusvalía por su nombre, pero el concepto está dando vueltas. La buena noticia: hasta el momento no se vieron efectos especiales. Es otro abuso de la tecnología del cual los espectadores humanos deben defenderse.