La decisión de la UCR de levantar la abstención en enero de 1935 fue muy discutida. Los críticos le atribuyen la responsabilidad a Alvear, cuando en realidad fue una decisión mayoritaria de la Convención Nacional, la máxima autoridad política del partido. A esa mayoría notable se les sumaron convencionales radicales de Córdoba, incluso a contramano de la decisión de Sabattini.
Quienes luego van a ser los dirigentes de Forja, también pusieron el grito en el cielo por una iniciativa que, según su criterio, colocaba a la UCR en el lugar de los cómplices con el régimen conservador. Es más, uno de los motivos del nacimiento de Forja fue esta decisión de la conducción alvearista de renunciar a la vía revolucionaria. A ello, se sumaba el pacto Roca-Runciman, promovido por los conservadores y supuestamente atentatorio contra la soberanía nacional y el escandaloso negociado de las carnes que habrá de concluir con el asesinato del senador Enzo Bordabehere. El asesinato en la ciudad de Córdoba, por parte de sicarios de la Legión Cívica, del dirigente socialista José Guevara y la intervención de la provincia de Santa Fe gobernada por Luciano Molinas, completaban un panorama que parecía justificar las aprensiones y rechazos de los radicales a levantar la abstención.
Dijimos que los otros disidentes del Comité Nacional eran los radicales sabattinistas de Córdoba. Desde hacía unos años, la UCR de esta provincia se estaba reformando internamente. La conducción de esa renovación partidaria, que incluía, entre otras reivindicaciones, el voto directo de los afiliados, era Amadeo Sabattini.
El radicalismo de Córdoba se presentaba como yrigoyenista, opositor a la conducción antipersonalista y partidario de los levantamientos armados cívico-militares promovidos a lo largo del país por oficiales del ejército y decididos militantes radicales. Nacionalistas, partidarios de reformas en el agro y la promoción de procesos de industrialización alrededor de las actividades en ese sector, sensibles a los reclamos sociales, desconfiados de lo que denominaban como liberalismo conservador y el utopismo extranjerizante de la izquierda, este radicalismo se identificaba con un liderazgo que no sólo intentará promoverse en el orden nacional sino que también en los años cuarenta se opondrá a la Unión Democrática y rechazará el alineamiento con los Aliados para defender el neutralismo.
De todos modos, el sabattinimo no desconocerá las exigencias del realismo político. Muy opositores a la decisión de Alvear de levantar la abstención, cuando exista la posibilidad de presentarse a elecciones en Córdoba, lo harán sin demasiadas vacilaciones. Es verdad que el Partido Demócrata (Conservador) en el gobierno no era lo peor en términos de violaciones a las libertades, pero como luego se podrá apreciar, a la hora de defender sus votos, estos conservadores no vacilarán en recurrir a métodos violentos y tramposos.
Ocurre que más allá de la retórica radical y de la apelación a la lucha armada concebida míticamente como una continuidad de las asonadas radicales de fines del siglo XIX y principios del veinte, a la UCR no le quedaba otra alternativa de poder que las elecciones. Lo demás era folclore, iniciativas temerarias condenadas a la derrota y al sacrificio.
No hacía falta ser un gran estratega o un conocedor de la historia nacional, para deducir que si las denominadas revoluciones radicales no habían logrado derrotar al flamante ejército nacional en 1893 o en 1905, mucho menos lo podrían hacer treinta años después, con un ejército mucho más profesionalizado, articulado con las clases dominantes y respaldado por los poderosos recursos económicos y técnicos de un presidente que, además de su origen militar, ejercía un indiscutible liderazgo castrense.
Los radicales cordobeses no desconocerán los llamados de la realidad. La UCR de los años treinta era un partido de objetivos electorales cuya organización interna poco y nada tenía que ver con los hábitos conspirativos necesarios para protagonizar soluciones armadas. Sabattini será muy solidario con los revolucionarios civiles y militares de su partido, pero se las ingeniará para “aceptar” la decisión de la UCR cordobesa de participar en las elecciones de la provincia.
No sólo lo aceptará, sino que será el candidato de esta estrategia participacionista. ¿Había otra posibilidad? Ninguna. Para bien o para mal, la UCR no tenía otro destino que la lucha electoral, ésas eran las expectativas de sus dirigentes y punteros y las expectativas mayoritarias de sus afiliados, educados durante décadas en estas prácticas cívicas marcadas por el clientelismo.
Para 1935, y luego de casi cuatro años de abstención, los radicales estaban muy preocupados por esta táctica que los excluía de un orden político seguramente imperfecto pero que funcionaba y contaba con la participación de otros partidos. Asimismo, los factores de poder allegados a la UCR manifestaban su alarma por un abstencionismo que en los hechos permitía que los socialistas contaran con una bancada parlamentaria muy superior a sus reales posibilidades políticas.
Sin duda que Sabattini para esa fecha exhibía una trayectoria impecable. Su oposición al régimen conservador le había significado cárceles y exilio en diferentes ocasiones. Cuando años después explique su oposición a la Unión Democrática dirá que no podía acordar con los que lo encarcelaron y persiguieron durante todos esos años.
Importa advertir al respecto, que el nacionalismo democrático de Sabattini, su neutralismo, su oposición a cualquier versión de frente popular, no lo acercaban al peronismo sino todo lo contrario. Para Sabattini, el peronismo nunca será otra cosa que una manifestación local del fascismo, una versión más completa que la que en su momento intentara aplicar José Félix Uriburu.
“Los peronistas hablan de los descamisados -dirá en febrero de 1948- pero los verdaderos descamisados somos nosotros. Ahí está Del Castillo, pobre como siempre; Arturo Illia, que vive prestado en un hospital; Medina Allende, que vive de su trabajo... Siempre hemos salidos, los gobiernos radicales, con la frente alta y las manos limpias...”.
Sabattini no criticaba al peronismo desde la derecha o el privilegio sino desde la cultura popular, y si algo no le perdonará a Perón es que haya usurpado las banderas radicales. Así se entiende que la corriente radical más popular o populista haya sido al mismo tiempo una opositora sistemática al peronismo y una de las promotoras del golpe de Estado de 1955, una “revolución” cívico-militar que -según el sabattinismo- acercaba a los radicales a sus mejores tradiciones conspirativas.
Volvamos a los hechos. En septiembre de 1935, el gobernador de Córdoba, Pedro Frías, decide convocar a elecciones para el 3 de noviembre. Como ya se dijo, el candidato del oficialismo será José Aguirre Cámara. No sé si se escribió una historia del Partido Demócrata de Córdoba, pero si no se hizo merece hacerse porque este partido, sin dejar de ser una maquinaria electoral con todos los vicios de su tiempo, fue también un forjador de dirigentes de la talla de Ramón y Miguel Ángel Cárcano, José Antonio Mercado, o el propio Aguirre Cámara, dirigentes identificados con un liberalismo reformista y laico que en más de una ocasión entró en contradicción con el patriciado tradicional o con las corrientes ultramontanas de la iglesia católica.
Aguirre Cámara será un candidato de lujo en esas elecciones, pero a diferencia de Sabattini, que había promovido cambios internos democráticos en su partido, esa corriente conservadora se apoyará en la estructura clientelar del partido y en sus redes de matones, policías y punteros.
Un detalle sintomático para los contemporáneos. El empleo público conservador era uno de los principales recursos electorales. Formalizada la candidatura de Sabattini, los conservadores se dedicarán a repartir volantes en las oficinas públicas advirtiendo que una probable victoria de Sabattini representaría su inmediata cesantía. ¿Parecido a lo que vivimos en 2015? No sé si igual, pero bastante parecido. Es que a la hora de jugar sucio, todos se parecen.
(Continuará)
por Rogelio Alaniz [email protected]
Formalizada la candidatura de Sabattini, los conservadores se dedicarán a repartir volantes en las oficinas públicas advirtiendo que una probable victoria de Sabattini representaría su inmediata cesantía. ¿Parecido a lo que vivimos en 2015?