Lía Masjoan
Empleados del servicio de emergencia advirtieron que las autoridades “no los cuidan” y que no confían en las indicaciones de los radio-operadores.
Lía Masjoan
El servicio de emergencias provincial atraviesa otra crisis. A los reiterados hechos de inseguridad que sufren los móviles y el personal, se suma la falta de coordinación del área de radio-operadores, según los testimonios que se hicieron oír esta mañana en la asamblea que realizaron los empleados en la sede de Dipaes 107 de calle Castellanos y Güemes. Fue tras la agresión que sufrió ayer una ambulancia en Riobamba al 8.600, cuando arrojaron una botella de cerveza sobre el móvil, rompió el parabrisas y resultó lesionada una enfermera.
Luciano Di Teodoro es enfermero. Fue contundente al afirmar que “hay problemas en la sala de los radio-operadores”. Y contó el último hecho que le tocó vivir: “El jueves pasado me mandaron a Centenario y la paciente estaba en paro. Hacía dos días que estaba llamando y no nos habían avisado. Cuando nos vieron llegar se armó un lío con los vecinos, nos tuvimos que atrincherar para poder salir”.
Ayer les habían informado que recibieron un llamado del destacamento pidiendo ayuda para un masculino con traumatismo de cráneo por un golpe y que sangraba por la boca. “Cuando llegamos el único policía que estaba en el destacamento no sabía nada, la persona salió de al lado y no tenía nada. Como no teníamos médico, la enfermera decidió trasladarlo igual”, explicó Maximiliano, el chofer .
“Nunca es cierto lo que nos informa el radio-operador, no podemos confiar”, aportó una mujer. Un compañero pidió que “intervengan los jefes, que son los responsables máximos de que el área esté funcionando mal”. Otro de los presentes opinó que “hay que hablar con estos compañeros. Tiene que haber una metodología de trabajo”. En la asamblea no participó ninguno de los del sector cuestionado.
La falta de coordinación o de indicaciones claras para quienes van a bordo de las ambulancias es clave para minimizar las ya cotidianas agresiones que sufren los profesionales en algunos barrios de la ciudad.
Además, la inseguridad que se repite los pone frente a una difícil disyuntiva: cuidar la vida de los pacientes o la propia. “Si no hay un punto de encuentro con un móvil policial, no entramos más a los barrios vulnerables”, se escuchó hoy, repitiendo viejos debates en este tipo de asambleas. “Esperan 15 minutos y si la policía no llega se van”, dijo un delegado de UPCN. “¿Pero qué pasa si el paciente se muere?”, preguntó uno de los presentes.
A veces, ni siquiera alcanza con la presencia policial. Hace un mes, Rafael Ríos (chofer) fue derivado a la Villa del Centenario por un cuadro de ingesta medicamentosa. Ingresó con apoyo de un móvil policial, con solo un efectivo a bordo que al llegar se quedó custodiando los coches. “Entramos a la vivienda por un pasillo y el matrimonio empezó a discutir, la mujer agarró un cuchillo y tiró dos puñaladas por abajo de mi brazo. Después le reventó un vaso en la frente al marido. Salimos corriendo”, contó.
“Tenemos que bregar porque nos cuiden porque estamos muy expuestos. Debemos elevar un pedido específico a las dirección porque nuestra preocupación es por la vida de los compañeros que prestan servicios”, coincidieron. Y el debate siguió.