Ignacio Andrés Amarillo
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La reconocida actriz y guionista llega junto a Charo López, Ana Carolina y Vanesa Strauch con un espectáculo en el que “cada comediante presenta su monólogo, y así también su impronta, su ideología y sus ganas de cambiar el mundo”.
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“Cuatro personas completamente diferentes entre sí, de diversas procedencias, que se conjugan en el escenario comprobando cuán importante y hermosa es la diferencia”, es la propuesta de “Persona”, espectáculo de stand up que marca el regreso de Malena Pichot junto a otras destacadas comediantes, como Charo López, Ana Carolina y Vanesa Strauch. Con esta propuesta llegarán mañana a las 21, a la sala Mayor del Teatro Municipal 1º de Mayo (San Martín 2020).
Las entradas se encuentran a la venta en boletería del Teatro: plateas y palcos bajos 250 pesos, palcos altos 220 pesos, tertulia tercio medio 200 pesos y generales 180 pesos. También existe un servicio de preventa online, a través de www.eventosensantafe.com, hasta agotar stock.
Unidad
Antes de su desembarco, Pichot conversó con El Litoral sobre el espectáculo y su visión del humor.
—¿De dónde sale el título?
—Yo me sumé al grupo después, por lo tanto no lo puse yo. Pero lo que entiendo, y porque hace un año que estoy con las chicas, tiene que ver con una noción radical de que las mujeres somos personas. En general, en un show de humor, cuando hay que definirlo, si las protagonistas son mujeres se hace mucha referencia a eso: “cuatro mujeres que...”, siempre resaltando el hecho de que son mujeres y que están haciendo otra cosa que no es estar en la casa, pareciera. Y cuando es de hombre no se dice “cuatro hombres”, no se aclara. Eso es lo que me gusta del título; seguro que a las chicas les gustarán otras cosas del título. Pero a mí me interesa eso: en el escenario no hay mujeres: hay personas.
—Ana y Charo ya habían trabajado juntas (con Julián Kartún), vos estabas con Ezequiel Campa. ¿Cómo se dio la reunión?
—Fue una cosa muy orgánica que se fue dando: yo me separé de Campa y empecé a ir al show de ellas a probar material, y nos fuimos dando cuenta de que había una fuerza que se había unido y que estaba buenísima. Me fui quedando hasta que me quedé.
Todas, antes de estar en el show, nos conocíamos y trabajábamos en “Cualca”, o en “Por ahora” o en “Mundillo”, ahora, o en alguna función esporádica. Era medio cantado que iba a pasar.
—¿Qué tienen en común y qué de divergente?
—De diferente, bastante; porque tenemos todas personalidades diferentes, estilos diferentes, tonos diferentes. Pero creo que todas compartimos un objetivo y una ideología, y una visión sobre la vida, el trabajo y las cosas, lo que hace que todo sea enriquecedor y divertido. Está la comunión de un objetivo y las diferencias típicas de cada persona. Eso para mí es muy importante, porque siempre tengo muchas diferencias en los grupos en los que estoy; es muy difícil formar grupos que tengan una misma visión. Lo que me reconforta muchísimo es tener el mismo objetivo y la misma noción de ética con ellas.
—¿Cuánto cambia el show entre el de Capital y el de gira?
—En Capital estamos en un teatro muy chiquito, y tener al público tan cerca modifica cosas. Son detalles muy chicos los cambios: hay una canción que en el Universal es graciosa, y en un teatro para mil personas no es tan graciosa porque te ven chiquita y no tiene sentido. Pero es casi el mismo show. Hay algunas cosas que pasan (que no las puedo deschavar) sobre el escenario que no pasan en Capital, porque estamos muy cerca. No puedo decir nada.
Corrección
—Siempre se te pone en esto del “humor en los bordes” de la corrección política. ¿Cómo es esto de animarse a desafiar prejuicios y concepciones? Te sale bastante natural...
—Sí, creo que es lo que me sale. También creo que en realidad el humor que hago yo y el que hacemos en “Persona” es bastante políticamente correcto en tanto que defiende o resalta a los oprimidos en todos los sentidos, ya sea de clase social o de género. En general, históricamente el humor (por lo menos en la Argentina) ha sido muy al revés, de reírse del oprimido. Para mí, eso es lo políticamente incorrecto.
Lo que hace Coco Sily, a quien quiero mucho y me hace reír de verdad, me parece que lo de él es mucho más border, porque hace una parodia del hombre machista y juega en un límite muy fuerte (no se sabe si va a caer para el horror o la parodia): hablar de qué es ser macho y qué no, de qué es puto y qué no. Si bien eso es lo popular, es mucho más border y arriesgado que lo que hago yo que es siempre burlarme del poderoso y no del débil. Siempre me voy a reír del hombre blanco heterosexual, siempre me voy a reír del rico y siempre me voy a reír del jefe.
—En la repartija, también la ligó Florencia de la V con el bautismo de sus hijos.
—En realidad ahí me estoy riendo de la religión y del estatus que supone; y de cómo incluso siendo una persona trans podés querer y aspirar al statu quo que es una mierda. Ahí, me sigo burlando del statu quo. Ese chiste me lo había olvidado porque no lo hago más (risas), me da pena pero es así: no por ser trans tiene que ser de izquierda y copada (risas).
Ésa es la igualdad real. Es como cuando una mujer está en política: a las mujeres que son soretas en la política se las condena mucho más que a un hombre sorete, como si por ser mujer debiera ser más buena o más justa, o menos corrupta. No, la mujer es una persona, y va a ser igual de hija de puta que un chabón.
Objetivos
—¿Cómo es tu proceso de escritura y cómo se van renovando los monólogos con el tiempo?
—En mi caso es muy extraño. Me gustaría decir que escribo todos los días media hora pero es mentira. La verdad es que hay veces que se me ocurre una palabra o un remate o un tema y eso se convierte en un chiste. El otro día estaba comiendo con las chicas y Ana Carolina me cuenta cómo conoció a su novia, y que esa misma noche se acostaron. Entonces le dije: “Uy qué puta; no sé cuál de las dos, pero qué puta”.
Los chistes pueden salir de una conversación, escribís un pequeño chiste y desarrollás un tema con eso. En general, cuando cambio el material es cuando me canso de decirlo, o cuando no creo más en eso, cambié de opinión o me aburrió el chiste.
Después de que me separé de Campa estuve mucho tiempo sin hacer monólogos, porque te aburrís de todo.
—¿Alguna vez te pasó que se te ocurra algo y decir: no, esto es muy zarpado?
—En general para mí, mis chistes no son zarpados, no son subidos de tono, porque tienen un objetivo muy claro. En el que acabo de decir, mi objetivo es desenmascarar que cuando sacás al tipo de la relación se acaba la puta. Siempre tienen una aspiración de justicia. Nunca tengo que lidiar con un “qué zarpado”, porque sé cuál es el objetivo.
Sí, me puede pasar de decir “esto es ordinario al pedo”. Hago muchos chistes ordinarios, pero siempre tienen que ver con algo que va más allá. A veces me freno cuando es ordinario y nada más. También me río con Baby Etchecopar y con (Eduardo) Feinmann y Coco Sily, porque tienen cosas tan tremendas, y tan políticamente incorrectas, que me dan una incomodidad que me hace reír. También vale, pero es más peligroso.
—¿Qué otras cosas te hacen reír?
—No sé, los chistes pavotes. Me río mucho con mis amigos, me cuesta reírme con una película o con un espectáculo (risas). Me río con cualquier cosa, me río fácil.
En red
—Se habla de la camada del “humor 2.0”, “la nueva generación del stand up”. ¿Cómo te sentís con estas etiquetas?
—Está bien, qué se yo. Negar las redes sociales o su influencia es negar lo que está pasando. No tiene mucho sentido analizar si es mejor o peor, es lo que es. Siempre me sorprende a la gente que se dedica a los medios y no están en una red social. Todo vale, cada uno hace lo que quiere (risas), pero siempre me sorprende “Yo Facebook no, Twitter no porque...”; si trabajás en los medios es muy tonto salir de ahí.
—¿Qué proyectos tenés a mediano plazo?
—No sé qué voy a hacer de mi vida, con Charo estamos escribiendo un libro y una película, pero esas cosas son proyectos que todo puede pasar, viste cómo es la Argentina. Son todos sueños que no dan dinero: de ésos tengo muchos.