Remo Erdosain
Remo Erdosain
Después del calor, la lluvia. Santa Fe a veces nos da esas compensaciones. Las exageraciones no faltan. Una tormenta que se presenta como si anticipara el fin del mundo. Después una pacífica lluvia y, a veces, ni siquiera eso. En Santa Fe los problemas habituales no provienen del agua que cae del cielo, sino de la que circula por los ríos que nos rodean. Alguien podrá decir que el agua del cielo y del río suelen ser la misma cosa. Puede ser. Por el momento nosotros disfrutamos del aire fresco y la llovizna acomodados en el bar de siempre, en la mesa de siempre y mirando desde las ventanas la calle de siempre. ¿Aburrido? El que piensa eso no sabe nada del placer del café compartido con los amigos. —Estos días de lluvia me ponen triste -comenta José. —A vos lo que te pone triste es la paliza que le vamos a dar el domingo -dispara Marcial. —El domingo a la noche y después de contar los votos, hablamos -responde José, algo sorprendido de que Marcial se venga con los botines de punta tan temprano. —No necesito esperar el domingo -interviene Abel-, el cambio se nota en la calle, se ve en la cara feliz de los ganadores, en la cara de culo de los perdedores. —Yo agregaría -digo- que todas las encuestas aseguran que Macri gana por unos ocho puntos. —Artemio López no piensa lo mismo -se defiende José. —Artemio López es un buen militante peronista -comenta Marcial con su inefable sonrisa-, y como todo militante hace lo que le mandan y, como siempre, está equivocado. —No canten victoria antes de gloria -insiste José-, nosotros tenemos a todos los militantes en la calle, golpeando puerta por puerta para hablar con los compañeros y explicarles el peligro que los acecha. —Puerta que no les abre nadie. —Nos abren y nos escuchan; tenemos a los artistas, a los intelectuales, a los académicos, a los organismos de derechos humanos, a los trabajadores... Tenemos lo mejor de la Nación. —Te olvidás de Moira Casán y Andrea del Boca. —Y ustedes se olvidan de Susana Giménez y Mirtha Legrand. —Entre Moria y Mirtha me quedo con Mirtha -responde Marcial encogiéndose de hombros. —Yo no sé si todos los intelectuales y artistas están con ustedes -expresa Abel-, pero de lo que estoy seguro es de que ustedes tienen a los mejor rentados. —Chicaneen que total es gratis -replica José-, pero no se olviden de que el domingo elegimos por dos países, el país de los ricos, que representa Macri, y el país de los pobres, que somos nosotros. —¿Por qué no decís el país de los pobres que representa Scioli? -enfatizo-, no lo decís porque hasta vos te das cuenta de que Scioli puede ser cualquier cosa menos el representante de los pobres. —Con todo respeto -observa Abel-, yo creo que los multimillonarios están con Scioli, empezando por la Señora y sus principales colaboradores, siguiendo por Scioli y toda la runfla de kirchneristas que se cansaron de robar durante estos diez años. —El problema es que no se cansaron -agrega Marcial-, porque pretenden seguir robando, pero eso sí, en nombre de la causa nacional y popular. —Ustedes se agarran de algún episodio menor de corrupción, corrupción de la que no está exento cualquier gobierno, para descalificar toda la obra social que se hizo. —Estás planteando mal las cosas -replica Marcial-, el episodio menor, en ustedes, es cuando hacen algo bueno sin querer, porque la constante es lo otro, el desastre. —A mí todo esto me parece muy loco -digo-, un gobierno de multimillonarios se presenta como abanderado de los pobres; dos presidentes, Néstor y Cristina, que se cagaron en los derechos humanos, se presentan como la garantía de los derechos humanos; un peronismo que se enriqueció, disfrutó y fue cómplice de todas las trapisondas de los noventa, ahora nos quiere hacer creer que nosotros representamos el retorno a los noventa; chicos de la izquierda peronista (con perdón de la palabra) que fueron protagonistas rentados de la Alianza, nos acusan de los desastres de la Alianza. —Agrego -apunta Marcial- que el señor Chacho Álvarez, peronista de toda la vida, fue el que convenció a De la Rúa de las bondades de Cavallo. —Ustedes simplifican todo -insiste José. —Y ustedes lo complican todo -refuta Abel. —Tanto lo complican -subrayo-, que hasta le han hecho creer al pobre Scioli que es de izquierda y un cabal representante de los intereses de la clase obrera y del pueblo. —En el debate del pasado domingo -señala José- quedó claro el lugar que le corresponde a cada uno. —Lo que quedó claro -digo- es que en cierto aspecto los candidatos se parecen bastante, pero con una diferencia: Macri no disimula lo que es, pero Scioli pretende ser el Che Scioli o algo parecido. —Lo más lindo de todo -agrega Abel- es que este señor nos pretende hacer creer que nació de un repollo. ¡Una vergüenza! El tipo fue vicepresidente de Néstor, fue dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires por los K; se prendió en cuanta candidatura testimonial anduviera dando vuelta para limpiarles la ropa sucia a sus jefes y resulta que ahora nos dice que él no tiene nada que ver con ese pasado. —Los errores de Scioli no son nada al lado de los horrores de Macri -acusa José-, el tipo que está en contra de las universidades, el que considera que el salario es un gasto que hay que reducir, el que no tiene problemas en ponerse de rodillas ante el FMI... —El otro día lo vi a tu amigo Kicillof -comento- sacándose una foto con la presidente del FMI y no me pareció que estuviera enojado, por el contrario la sonrisa iba de oreja a oreja. —Es que son unos farsantes -acusa Abel- hacen exactamente lo que nos reprochan. Scioli lo manda a Urtubey a arreglar con los fondos buitres y después hacen campaña electoral acusándonos a nosotros de ser cómplices de Griesa. —Pero lo más perverso de todo -digo- es cómo la Señora se dedicó a cagarlo a su candidato. No dejaron una sin hacer. Lo basurearon, lo ningunearon, lo mandaron al frente sin defensas, lo tiraron del helicóptero sin paracaídas. Menos mal que la consigna de ustedes es que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, porque si no fuera así a este pobre muchacho ya lo hubieran liquidado. —Scioli no tiene nada de pobre muchacho -acota Marcial-, preguntale si no a los gerentes del sanatorio de Rosario, de donde se fue sin pagar la cuenta por los servicios cuando le salvaron la vida; preguntale a la hija, que la tuvo que reconocer con un revólver en el pecho; preguntale a los familiares del portero que murió y él se declaró insolvente para no pagar indemnización. —Macri tampoco es un angelito y si no hablá con su padre. —¿Vos te referís a Franco Macri, el empresario incondicional de la causa K? -pregunta Marcial con tono burlón. —Digan lo que digan -se impacienta José-, el domingo se juega la opción por un país nacional y popular decidido a profundizar las conquistas de los últimos años y un país que significará la regresión a los peores tiempos de la Argentina. —El cambio somos nosotros -anuncia Abel. —Un cambio del cual nunca dijeron de qué se trata. —¿Te parece que no lo dijimos? -pregunta Marcial, para luego responder-; es muy sencillo, es tan sencillo que hasta un chico de cinco años se daría cuenta. El cambio es que se vayan ustedes, que se vayan para nunca más volver. Con eso yo ya me doy por conforme. —No comparto -concluye José.