El Litoral
La Palabra fue el precedente directo de El Litoral. Nació a la consideración pública el 7 de septiembre de 1915, con la dirección de Alcides Greca.
El Litoral
Gustavo Vittori
No imagino mejor nombre para un diario que La Palabra.
La palabra es lo que nos hace hombres. Expresa nuestra facultad de hablar. Y por tanto de pensar, de hacer saber, de manifestar, de proclamar, de argumentar, de dialogar, de polemizar.
Escrita, oral, ideográfica, gestual, es el instrumento básico de la comunicación. La palabra y el número, en tanto signos codificados que nos permiten ordenar, organizar y clasificar, construir y transformar mundos, son expresiones de la hominización superior.
En el ceñido ámbito del periodismo santafesino, La Palabra fue el precedente directo de El Litoral, el inicio de un continuo que hace poco cumplió cien años.
Nació a la consideración pública el 7 de septiembre de 1915, con la dirección de Alcides Greca y un grupo de periodistas integrado por Alejandro Grüning Rosas, como secretario de redacción; Salvador Caputto, jefe de redactores; Godofredo Neuman Cafferatta y Francisco Greca (h), redactores; José María Coco, cronista social y de teatro; Pablo Courault, cronista social; Antonio Carlos y Fernando Aragón, reporteros; y Juan Olivera, cronista deportivo.
Más amplia era su lista de colaboradores: Luis Bonaparte, Alejandro M. Giménez, Raúl Villaroel, Ricardo Viladecants, Alberto Giménez, Domingo Sabaté, José Alcázar Ramos, A. Oser, Zenón Ramírez; y con menos asiduidad, Mariano Quiroga, Máximo Coria, Atanasio Páez, Romeo Bonazzola, Lorenzo Crespo, Felipe Vidal Ballesteros y el diputado Luis Ferralotti.
José Rafael López Rosas agrega otros nombres que habrán de integrar la redacción en distintos momentos: Pedro Oscar Murúa, Arturo Valdez Taboada, Luis Pavón Rueda, Horacio Varela y José Eliseo Aguilar, nombres que también participarán de los inicios de El Litoral.
Entre tanto, al frente de la administración habrán de sucederse Leoncio Bendayán, Francisco Florio y Pedro Alejandro Vittori.
Era un diario de partido -hoy diríamos militante- y su núcleo duro pertenecía al radicalismo, acompañado por afines que provenían del socialismo y del anarquismo. Todos enarbolaban la bandera de la libertad y luchaban contra las cristalizaciones del régimen conservador y las críticas de sus usinas periodísticas a los cambios que promovía el radicalismo gobernante.
Muchos, la mayoría, eran inmigrantes o hijos de inmigrantes que buscaban un lugar bajo el sol en la Argentina trabajosamente constituida, país que en su pasmoso crecimiento abría posibilidades de trabajo, y a la vez, en esa dinámica, multiplicaba conflictos sectoriales.
Eran, además, hombres muy jóvenes. Greca, el director, tenía 26 años; Grüning Rosas, 25; Caputto, el mayor, 29; Vrillaud, el menor, 18, y Vittori, 22.
La Palabra, como vocabloemblema, como título programático, ponía de manifiesto los ideales de una sociedad de tribunos con libre ejercicio del pensamiento. No obstante, hay que reconocer que en la práctica se la ceñía a los mandatos de la convicción política. No se abismaba en las búsquedas abiertas de la filosofía, se acotaba y encendía al calor de una ideología.
Se trataba de la palabra difundida a diario por partícipes y apoyos del radicalismo, con tal compromiso que, como consigna el diario en sus columnas, “redactores y colaboradores no cobran sueldo por su trabajo, el que realizan gustosos en homenaje de la causa. No acaba de ausentarse un redactor cuando ya está otro ocupando su lugar”.
Un medio de lucha
Como lo explicitara el diario pocos meses después de su aparición, en un texto presumiblemente escrito por su director, Alcides Greca: “Estamos reparados para ser el diario que lleve la palabra de orden del partido si éste vuelve a triunfar en los comicios, como para ser un gran diario de oposición y contralor eficaz de un gobierno adverso en el supuesto caso de una derrota”.
En esos momentos gobernaba la provincia de Santa Fe el Dr. Manuel Menchaca, primer mandatario del radicalismo elegido en el país, en 1912, luego de que el partido abandonara la táctica política de la abstención revolucionaria. Y su gestión era atacada con aspereza desde el flanco conservador, que había perdido el poder después de largos años de hegemonía. De allí la creación de La Palabra, como medio de lucha política y sostén de la flamante experiencia radical. Su joven director, para más datos, era diputado provincial y renovaría su mandato al año siguiente, momento en que se alejaría de la empresa en marcha.
Felizmente, en el archivo de papeles y documentos que dejara Pablo Vrillaud y que atesora el Museo Histórico de la Universidad Nacional del Litoral, se conserva un número especial de La Palabra, de cuatro páginas a seis columnas, con una excepcional cantidad de fotograbados de calidad para esa época. Fue publicado el 31 de diciembre de 1915 y provee buena información sobre el periódico. Y en primer lugar, sobre sus propósitos e integrantes.
La nota introductoria, atribuible a Greca, dice: “Cien veces habíamos planeado la fundación de un diario moderno, orientado en las nuevas tendencias políticas y filosóficas del siglo. El periodismo local se mostraba inaccesible a los escritores liberales que les demandaban un lugar en sus columnas para la difusión de sus ideas; y si algún diario nos abría las puertas era cuando estaba por cerrarlas para siempre; y cuando agotado ya todo el recetario político-administrativo para salvar al moribundo, su dirección, confiando más en la casualidad que en la eficacia del remedio, nos lo entregaba, realizando un último y desesperado esfuerzo. No era eso lo que nos convenía. Necesitábamos un diario nuevo, sin máculas de origen, todo nuestro, vibrante y bien orientado. Todos nuestros esfuerzos habían tropezado siempre con un obstáculo insalvable: el dinero. En vano habíamos formulado proyectos de sociedades anónimas, en comandita y sin comandita. Cuando llegábamos a la parte positiva nos encontrábamos con un puñado de ilusiones en el bolsillo y nada más. Por fin, un día, uno del grupo, por medio de una feliz combinación financiera, pudo hacerse de una imprenta. Alea jacta est, el momento era propicio. ¡Entonces o nunca!
“La lucha política se iniciaba rudamente. El Partido Radical, diario de tendencias liberales no podía tener vida en Santa Fe, porque si bien la mayoría del pueblo nada quiere saber de tradicionalismos y no comulga con ruedas de molino, el dinero se encuentra en su gran parte en manos conservadoras. Nos permitimos decir bien alto que La Palabra constituye el más rotundo desmentido a aquella afirmación, y que si hoy tiene vida propia es cabalmente por sus tendencias y sus campañas. En cuatro meses hemos triplicado el número de nuestros suscriptores, no existiendo ningún rincón de la provincia donde nuestro diario no haga oír su prédica levantadora...”.
Acerca del trabajo y la educación
En sintonía con estas ideas, y bajo el título “De la organización obrera”, en la misma portada, Salvador Caputto escribió, entre otros conceptos: “En la sociedad de resistencia el carácter se templa. La personalidad se siente apoyada por intereses comunes, de ahí que las huelgas decretadas por el organismo gremial sean más inteligentes y más activas, puesto que, sabe el huelguista agremiado, que él es un factor de importancia, que contribuye a sumar fuerzas para que el mundo vaya hacia una civilización distinta, oponiendo a la razón de los intereses creados, la razón del bienestar social; su lucha es el espectáculo más atrayente de la historia por cuanto proclama libertad amplia como ideal humano, al trabajo como necesidad física y a la igualdad económica como triunfo de la inteligencia sobre el privilegio”.
Y en la contratapa, en una extensa nota sobre educación -tema crucial para La Palabra, primero, y El Litoral, después-, Alejandro M. Giménez se pregunta: “¿Cuándo, en qué época han recibido las instituciones escolares de la provincia empujes más eficientes hacia el verdadero progreso, hacia orientaciones más científicas y más proficuas; hacia soluciones más definidas y de mayor rinde educativo, que en la que iniciara en buena hora para esa rama de la gestión pública el gobierno radical?"
“Nunca. Quien quiera negarlo lo hará a priori o por ignorancia de la verdad. En otra época, la prensa fácil adherida a la repartición escolar hacía resonar por todos los ámbitos del país como contecimientos sensacionales, épicos, la adaptación de cualquier novedad pedagógica, o de cualquier enunciado de las didascalias corrientes, las que tomaban el aspecto de iniciativas auténticas para poner al autor más allá del lugar común. Así, como a través de lentes poderosas, el conato de reforma se vio siempre a través de los maravillosos prodigios de esa óptica singular, asumiendo proporciones que en la práctica no alcanzaron nunca. Precisamente, sucedía entonces algo bien distinto de lo que hoy pasa, hoy que la obra educacional se ensancha con hechos irrefragables, traducidos en la realización de instituciones complementarias de alto mérito y de valor inmenso en los fines perseguidos, la prensa no alaba, no quema incienso, no eleva a los funcionarios escolares a las nubes de la fama, porque no está adherida, porque no ha querido adherírsela, para dejar al juicio sano y honesto de la opinión pública, el asenso sereno e imparcial de tales actos...”.
Y más adelante: “Todos los mecanismos parciales de cada escuela han experimentado un impulso prodigioso en su marcha hacia la perfección, gracias a la acción constante y estimuladora de la inspección; la reforma en el procedimiento, el cambio de rumbo, la reparación de la táctica en los puntos defectuosos, el contralor general, en una palabra, de todo el mecanismo docente, convertido en método y en verdad, ese ha sido el resultado obtenido por la inspección radiada".
“Según los datos que hemos recabado de la Inspección General de Escuelas, durante el año fenecido se han realizado por todos los funcionarios técnicos, unas 1.500 visitas escolares aproximadamente, lo que da un promedio de 108 por cada inspector y de 3,5 por escuela. Jamás en esta provincia se ha producido un prodigio semejante. Es posible que en el año que más visitas se efectuaron, con un número de escuelas mucho menor, y un personal técnico igual a la mitad más o menos del actual, el total de aquéllas apenas si llegaría al promedio dado ahora por cada funcionario...”.