Roberto Maurer
¿Estamos realmente solos... o no han estado mintiendo?
Roberto Maurer
No se puede permanecer indiferente a la reaparición de “The X-Files” o “Los expedientes X”, que acaban de ser reabiertos por Fox los lunes a las 23, en un formato que puede ser de miniserie, por sus seis capítulos, o su décima temporada luego de las nueve consecutivas entre 1993 y 2002.
La serie creada por Chris Carter puede ser considerada la pionera de lo que llaman “la segunda época de oro de la televisión”. La primera comenzó hace noventa años, cuando se hicieron las primeras pruebas -un aniversario que se recordó hace pocos días-, que desembocaron en la televisión clásica dirigida a un público familiar que coincidía en mirar “Los intocables” y “Polémica en el bar”. Ahora, se vive un Renacimiento con la difusión de series inteligentes cuyas tramas se prolongan más allá de capítulos y temporadas, y en las cuales hay permiso para que la imaginación de los guionistas pueda desbocarse con éxito o sin él. El televisor dejó de ser un aparato despreciable y ahora es la sede de productos de calidad.
Una de las novedades de “Los expedientes X” consistió en presentar episodios autoconclusivos y, al mismo tiempo, lo que se llamó “mitología”, que los abarcaba y se basaba en la existencia de una enorme conspiración de origen extraterrestre con la cual se anticipaban las tendencias paranoicas que fueron envolviendo a la ficción. Y se registraba a la manera de la cultura de masas la sensación creciente de impotencia de las sociedades ante poderes invisibles que administran un mundo globalizado. Pueden ser alienígenas o capitales financieros, o ambos.
También era novedoso el tono sombrío y ominoso que a veces aceptaba la comedia, la ambigüedad y los secretos inquietantes que no se revelaban por completo, y el planteo de una tensión sexual que tardaba en consumarse. La espera duró hasta el final de la octava temporada, hubo un hijo que hoy tendría unos quince y fue presumiblemente abducido.
Sus protagonistas encarnaban la dialéctica entre la fe y la incredulidad, un hombre débil y una mujer fuerte: el agente Fox Mulder (David Duchovny) y la médica y científica Dana Scully (Gillian Anderson), que trabajaban en una oficina creada por el FBI para investigar los casos a los cuales no se encontraban explicaciones normales.
¿De qué se ríe la gente?
“Mi nombre es Fox Mulder... desde la infancia etc.”. Las mismas palabras de apertura, que sin duda estremecieron a los miembros del culto. Antes de los créditos, se presenta un monólogo con la voz en off de Mulder donde recuerda que cuando en 1993 el FBI dudaba de sus investigaciones y le puso a Scully, la Ciencia, para desacreditar sus teorías, “sólo profundizó mi obsesión”, dice, y logró, además, que tambaleara el escepticismo de su compañera.
En 2002, por cambios de política se cerró la sección y la investigación terminó, “pero mi obsesión personal, no”, y enumera avistamientos de ovnis desde la Biblia y la Antigüedad a hoy, pasando por Roswell, y con reconocimiento oficial, “pero la gente se ríe”. Y pregunta: ¿estamos realmente solos... o no han estado mintiendo?
En coincidencia con las profecías mayas, la invasión extraterrestre con complicidad de sectores del gobierno estaba anunciada para el 22 de diciembre de 2012, y si bien en esos días hubo asaltos a supermercados, los mismos parecen menos dramáticos que el ataque del espacio nunca consumado.
En esta segunda época, Mulder y Scully, separados, son citados por su ex jefe Skinner para reunirlos con un personaje cuyas teorías desbaratan lo ya aceptado, o sea, el plan de colonización alien con ayuda de cipayos terrícolas. Tad O’Malley es un poderoso conservador antiliberal con un programa on line donde invoca al “derecho divino de portar armas” y una Tercera Guerra Mundial, y denuncia que el 11/9 es falso y la existencia de la conspiración “más malvada de la historia” que se inició con el ovni que se estrelló en Roswell.
Los lleva ante Sveta, su principal testigo, una joven que fue abducida tantas veces que perdió la cuenta, a quien embarazan y luego le quitan los fetos nonatos. Le implantaron recuerdos para cubrir su memoria, tiene algunos poderes, porque a veces mueve objetos con la mente y lee el pensamiento. Su ADN es alien.
Los que se llevaban sus bebés para experimentos genéticos eran hombres, y no alienígenas, declara la atormentada chica. Según la hipótesis de O’Malley, en Roswell el gobierno se apoderó de la tecnología alienígena y la desarrolló.
—¿No hay conspiración alien, entonces?— pregunta Mulder, que compra la nueva teoría en el acto.
—Nos hicieron creer eso—, responde el elocuente O’Malley, que tiene al crédulo Mulder a sus pies, mientras Scully los escucha con asco y desconfianza.
APOCALIPSIS YA
Como cualquier teoría paranoica, tiene puntos de contacto con la realidad. Los extraterrestres empezaron sus visitas porque les preocupaban las pruebas nucleares que la humanidad había iniciado poniéndose en peligro a sí misma, hasta que su nave se estrelló en Roswell y su tripulante fue asesinado a tiros. “El gobierno acaparó la tecnología alien durante setenta años a expensas del futuro del planeta, no sólo por codicia corporativa, sino con un objetivo más oscuro, la toma del poder en Estados Unidos y luego el mundo con métodos violentos, crueles y eficientes, provocando contaminación, sequías severas y estados de guerra perpetuos, y distraer, enfurecer y esclavizar a los ciudadanos, implementando leyes represivas y militarización de la policía”, sostiene O’Malley.
Se tomará el poder sobre los alimentos, los medicamentos y el sistema de salud, se promoverá el consumo, hasta que un viernes los bancos recomendarán que se apaguen las computadoras y el lunes habrá desaparecido el dinero digital, más estallidos de bombas que destruirán las redes de energía y que serán adjudicados a los aliens o a los rusos. “Es el síndrome de Venus, el de un calentamiento global que nos llevará al umbral de la Sexta Extinción, mientras los poderosos se preparan para irse del planeta mientras las masas son acorraladas por las elites fascistas”.
—Son disparates aislacionistas que bordean la traición—, le dice Scully. Poco después tendrá pruebas de que la historia puede ser verosímil.
—¿Estás lista para esto, Scully?
—No creo que haya otra opción. Alguien tiene que parar a estos hijos de puta.
Cuando Chris Carter creyó haber agotado su imaginación al final de nueve temporadas y dos películas, no figuraba en sus planes la exigencia de seguir exprimiendo su inventiva en este retorno. “Los expedientes X” regresaron como un viejo campeón que se retiró invicto y con gloria. Es doloroso decir que parece un caballo cansado, pero también resulta prematuro afirmarlo.