Por Juan Ignacio Novak
Por Juan Ignacio Novak
“Parpadeo, pero la trampa sigue. Parpadeo cada vez con más fe. Hasta que aprendo que lo negro dura”. Las palabras de la poeta Amelia Biagioni podrían ser una síntesis de las tribulaciones de Travis Bickle, el taxista insomne que encarna Robert De Niro en “Taxi Driver”. Travis. Veterano de la Guerra Vietnam, solitario, conflictuado, detesta las calles neoyorquinas pero cobra conciencia de que esa “lluvia” que ansía para que limpie la suciedad urbana tal vez nunca llegue. O tal vez lo arrastre a él, porque es posible que la contaminación esté también en su interior.
Pasaron 40 años desde el estreno de la película de Martin Scorsese, que llegó a los cines el 8 de febrero de 1976 para inmortalizar a Robert De Niro con una frase pronunciada, casi escupida en un gesto rabioso, ante el espejo: “Are you talking to me?” (“¿Me estás hablando a mí?”). Que se convirtió en una especie de grito de la generación de cineastas que aportaron savia nueva al cine estadounidense, en un momento en que su estructura mastodónica, corporizada en los géneros clásicos, comenzaba a sumirse en la agonía y a dar signos claros de agotamiento.
La película, para muchos inaugural del thriller moderno, fue una síntesis de los “vientos de cambio” que soplaban en Hollywood y se alínea con otras obras maestras, también productos de su tiempo como “The Rocky Horror Picture Show”, “El exorcista” ó “El padrino” por mencionar solo algunas icónicas. Robert De Niro formó parte a su vez de una nueva camada de actores de metódica formación (influenciados y tutelados por Lee Strasberg en el Actor’s Studio) que también incluyó a Faye Dunaway, Dustin Hoffman, Sissy Spacek y Al Pacino.
Pero aún si fuera posible realizar una abstracción y excluir todo análisis de “Taxi driver” como signo de su época, sus evidentes valores aún serían trascedentes. Es que supuso una conjunción de talentos en verdad impresionante. El guionista fue Paul Schrader, quien años más tarde dirigiría la excelente aunque durísima “Aflicción”; la música la compuso Bernard Herrmann, quien fuera habitual colaborador de Alfred Hitchcock, la dirigió Scorsese y el elenco incluyó a Robert De Niro, Cybill Shepherd, Harvey Keitel, Jodie Foster y Peter Boyle.
La entonces quinceañera Foster debió quedarse con el Oscar a la Mejor Actriz de Reparto por su labor en esta película. Su interpretación de una prostituta adolescente es escalofriante por su natural ingenuidad. Cada una de las sencuencias que comparte con De Niro/Bickle resulta formidable. Y el personaje de Iris es infinitamente más aterrador por el infierno que permite entrever, por lo que sugiere más que por lo que muestra explícitamente, que igual es audaz para los ‘70. Como si esto no bastara, está el excéntrico proxeneta que encarna Harvey Keitel, melifluo y desalmado.
Emergente
“La misión del personaje no es apuntarle al espectador lo que tiene que ver”, escribió el crítico Serge Daney. Y aplicado a Travis Bickle podríamos decir que, pese a que instintivamente como espectadores queremos desprendernos de esa sensación, los terrenos a los cuales inevitablemente nos traslada son espinosos. Porque esa rabia apenas disimulada, ese malestar, esa náusea irrefrenable ante una sociedad en descomposición, esa pulsión por “limpiar” las calles que finalmente toman forma en una cruzada sangrienta y nihilista, interpelan al que mira con atención. No es posible permanecer en una cómoda indiferencia. Y en el momento Travis le habla al espejo y formula sus preguntas, pareciera que el receptor es el que está al otro lado de la pantalla, sentado en la butaca: “No hay excusas, vos sos tan culpable como yo”, parece decir Travis.
Para el crítico Jorge Carnevale, “ese patético ‘héroe de nuestro tiempo’, Travis Bickle, veterano de Vietnam, solo en la gran ciudad, atiborrándose de tranquilizantes para poder dormir, soñando con limpiar la escoria que lo rodea, trabajando doce o más horas sobre un taxi ajeno, tirado sobre un camastro en un cuartucho miserable, dele mirar el techo, rumiando su venganza pegado a la pantalla de un aparato de TV en blanco y negro, entrando y saliendo de los cines pornos de la calle 42, es el emergente de una generación sin rumbo y sin líderes aparentes”.
Oscar
El estreno de “Taxi driver” se produjo el mismo año en que llegó a los cines “Rocky”, la primera de la larga saga boxística que encumbró a Sylvester Stallone. Y en la ceremonia de los Oscar, realizada a principios de 1977 para premiar la producción del año anterior, la gran ganadora fue “Rocky”. Martin Scorsese ni siquiera fue nominado al premio (su primera candidatura llegaría en 1980 con “Toro salvaje”) pero iniciaría un camino lleno de “baches” que recién le permitiría acceder al galardón de la Academia en 2007 por “Los infiltrados”.