Agustina Mai
En El Abasto, San Agustín y Juventud del Norte recorren las viviendas para entregar la medicación contra la leptospirosis.
Agustina Mai
Antes de salir, Paola manoteó su par de botas de goma. Sabía que sin ellas no iba a poder realizar su trabajo: recorrer casa por casa de El Abasto para registrar si hubo personas con fiebre y para entregar la medicación que previene la leptospirosis a quienes tienen o tuvieron agua dentro de sus casas o alrededores.
Paola Yapur es la coordinadora del centro de salud El Abasto y esta mañana salió con todo el plantel a repartir las dosis de doxiciclina que provee el Ministerio de Salud de la Provincia. “Una pastilla no resuelve las condiciones infrahumanas de esta pobreza”, sentenció la psicóloga Victoria Rinaldi, integrante del equipo.
Como todos los días, estos profesionales tienen que dejar de lado la impotencia y la frustración para atajar la realidad. “Ni siquiera nos proveen de botas para hacer las salidas a territorio”, lamentó por lo bajo Paola, mientras se enterraba en un lodazal, a tan sólo una cuadra de su lugar de trabajo.
“La inundación vuelve visible una realidad que existe siempre y que en los últimos años se vino en picada”, acotó una de las enfermeras. “Este barrio, como muchos otros del norte, no están en las planificaciones estatales; el abandono es total y nosotros somos una de las pocas caras visibles del Estado, entonces canalizamos todas las necesidades”, explicó la psicóloga y expuso los problemas de fondo que afectan la calidad de vida de estas personas: “Hay un gran déficit habitacional, sumado a la falta de anticoncepción, el crecimiento del narcotráfico, de la inseguridad y de la violencia”.
Condiciones preocupantes
En este contexto, los trabajadores de la salud sienten que es “irónico” llevar adelante una estrategia de quimioprofilaxis. “Las personas que están en la Vieja Tablada están en peores condiciones que los animales. Viven en el barro, la caca y la basura. Toda la situación es muy precaria. En este contexto no se puede hablar de ningún tipo de prevención en salud”, desnudó Guadalupe Martínez, psicóloga al frente del centro de salud de San Agustín, desde donde asisten a los autoevacuados que están a la bajada de la Circunvalación Oeste -y Teniente Loza- y en el ex Frigorífico Municipal. Hay un grupo que quedó aislado, al que todavía no pudieron llegar.
Si bien la medicación está cubierta, las necesidades son mucho mayores. “Sus economías domésticas están afectadas porque viven de changas, del trueque o de la venta ambulante. Con la lluvia no pueden salir a trabajar y ganar la plata del día. Necesitan leche -en el centro de salud no tenemos-, comida, ropa, pañales... colaboramos con lo que se puede”, deslizó.
El centro de salud de Juventud del Norte también hace visitas domiciliarias para repartir la doxiciclina, pero el recurso humano no alcanza para cubrir los dos barrios que les corresponden: Sarmiento y Scarafía. “Por eso les pedimos a los vecinos que se acerquen a retirar la medicación”, remarcó su coordinador, Maximiliano Puigpinos. En una semana ya entregaron 400 dosis de doxiciclina y amoxicilina.
Para el médico las falencias exceden al trabajo que puedan encarar desde Salud. “Lo que está pasando es el resultado de tantos años de desidia y de falta de políticas. Tuvimos gente con 20 cm de agua adentro de sus casas y todavía las calles siguen inundadas. Los ánimos están caldeados porque son muchísimos los problemas: no pueden salir a trabajar, el colectivo dejó de pasar, hay conexiones clandestinas para acceder al agua potable, los problemas respiratorios y gastrointestinales virales, así como las micosis están a flor de piel y se acrecentaron porque las condiciones no son favorables”.
Sin leche
Un reclamo que se reiteró en los centros de salud fue la falta de leche desde hace por lo menos un mes. Antes de la última entrega -que fue en el verano-, hubo lugares que estuvieron sin leche durante seis meses. También reclamaron el faltante de anticonceptivos y de algunas vacunas del calendario nacional.