De la Redacción de El Litoral
De la Redacción de El Litoral
A poco de cumplir 81 años, bajó las persianas para siempre. La histórica joyería Cristina —Mendoza 2623— cerró sus puertas por decisión de los propietarios, una familia que desde 1935 mantenía viva la tradición del fundador de la firma, Segundo Cristina.
“Estábamos un poco cansados, estuve al frente del negocio por 42 años. Pasaron tres generaciones por ahí y actualmente, los jóvenes que deberían continuar con la actividad tienen sus carreras. No tenemos sucesión”, explicó Julia Prono, una de las ex propietarias del comercio.
Es así que el cierre respondió a cuestiones personales de quienes atendieron el local hasta el último día. “Estábamos cansados, después de muchos años uno se va poniendo viejito y chinchudo. Además, hemos sacrificado muchas cosas para atender la joyería: la relación con nuestros hijos, por ejemplo y también nos estaba pasando con los nietos. Lo mismo con los amigos. Así que empezamos a sumar cosas y decidimos cerrar”, resumió Prono.
En sus días de descanso, la comerciante afirmó que el balance de tantos años atrás del mostrador, es positivo. “Hemos pasado momentos muy malos como un robo que en los ’90 nos dejó bajo cero. No sólo se llevaron todo sino que también prendieron fuego adentro del local. En otra oportunidad ingresaron a robar cuatro adolescentes armados”, dijo Prono sobre los sinsabores del oficio, pero prefirió quedarse con los buenos momentos. “La relación con los clientes me ha dado muchas satisfacciones, con los proveedores que terminaron siendo amigos. La relación de confianza y trasparencia, nos hacía sentir seguros”, afirmó. Y para graficar ese sentimiento, recurrió otra vez a los recuerdos: “Mi suegra me contaba que los clientes le pedían que les mande las joyas a la casa ‘para que la señora elija’. Entonces un empleado iba con las cajoneras con brillantes o anillos y después pasaban a pagar. O venía al local un señor del campo, se llevaba algo y decía ‘le voy a pagar cuando levante la cosecha’. Y lo hacían, nadie fallaba”.
El local de calle Mendoza tiene las persianas bajas y algunos pocos objetos en desuso en el interior. Luego de alojar por 80 años a la joyería, espera por un nuevo inquilino.