Mayor acceso a sustancias. Descenso de edades de consumo y, como contrapartida, inicio a edades más avanzadas. La naturalización del consumo de alcohol y la importancia de los límites en todos los contextos sociales.
Nancy Balza
Un consumo de sustancias a una edad cada vez menor, pero también en adultos jóvenes y en padres cuyos hijos son los que salen a buscar ayuda. La falta de límites casi como una constante en los casos que involucran a los más chicos. Negación de los sistemáticos llamados de atención que hacen los hijos, y un acceso a las drogas relativamente fácil y conocido por muchos. Estas son algunas de las conclusiones a las que llegaron integrantes de Fundación Renacer cuando se les preguntó qué había cambiado en los últimos años, justo a ellos que desde hace más de dos décadas trabajan en la prevención y asistencia de adicciones.
“En general, las personas que consumen están en situaciones muy vulnerables, en algunos casos porque viven en barrios difíciles, están solas y sin ninguna contención en una situación de riesgo social”, señala Rosa María Lupotti, quien preside la institución que integran alrededor de 20 personas. Sin embargo, aclara que “la vulnerabilidad está en todos los estratos sociales”, en un contexto en el que “a los hijos no se los escucha, no se los atiende, no importa la hora a la que regresan a casa, con quién salen ni se sabe nada de lo que hacen”.
Quienes llegan a la institución pasan por una etapa de admisión con entrevistas en las que se construye el primer vínculo con el paciente, y a partir de allí se define la modalidad de tratamiento en el centro de día o internación, siempre con un abordaje que comprende al grupo familiar. “Es casi imposible trabajar si no hay referentes”, exponen los integrantes.
LOS CAMBIOS
“Creo que el problema fundamental es que hace 10 ó 12 años el acceso a las drogas era mucho más restringido y no estaba presente en tantos barrios”, advierte José Pablo Mussio, operador y asesor de la entidad. Para él “están identificados los barrios donde se venden drogas; como contrapartida, hay otros barrios que nacieron de otra manera, a partir de familias que se han agrupado alrededor de otros valores y ahí la droga tiene algún impedimento para ingresar. También hay mayor conciencia de que los focos de violencia se forman en los alrededores de estos lugares de venta y todo esto afecta a la persona que vive y trabaja en el barrio, y no quiere meterse con nadie”.
Mussio expone además que muchas veces se “forman” consumidores: “Hay un grupo en una esquina, pasa un chico que va a la escuela y lo empiezan a llamar, le roban los útiles cuando vuelve. A ese chico que quiere mantenerse al margen, se le hace muy difícil porque lo tratan de cualquier cosa, le roban, le pegan y es probable que los padres no se quieran meter”.
Más allá de esta radiografía de la situación, para Mussio está claro que “hay una crisis social, familiar e institucional que no se veía antes. A los hijos hay que cuidarlos, hablarles, escucharlos. El trabajo del docente es arduo, es importante y en algunos barrios suplanta al trabajo del padre”.
FACTORES DE RIESGO
María Beatriz Vicario es psicóloga y coordinadora de la comunidad terapéutica y opina que “muchas veces consumir deja de ser una elección por el contexto en el cual se está inserto. Eso tiene que ver con algunos factores que son protectores y otros de riesgo. Para una persona que está en ese ámbito, desde el punto de vista social es un factor de riesgo muy grande porque tiene fácil acceso al consumo, a veces los padres consumen y hay una cultura que lo está naturalizando. Desde ahí, la posibilidad de elegir otro estilo de vida u otras posibilidades están limitadas”.
La situación cambió desde varios puntos de vista: “Esta institución tiene más de 20 años y estamos transitando por una etapa en que los hijos vienen a pedir entrevistas porque los padres están consumiendo. Nunca un hijo o dos hermanos habían planteado una situación así”, aseguran los referentes de la fundación.
Mientras tanto, ¿qué comportamientos deberían llamar la atención de los padres y docentes? “Los cambios de conducta”, define Vicario a lo que Mussio aporta que “es importante que los chicos no se aíslen, y el celular, la computadora y los juegos contribuyen mucho a eso”.
En cuanto a las drogas consideradas legales, como el alcohol, las voces consultadas coinciden en que su consumo está naturalizado. “Es lo primero que prueban los chicos y los lleva a probar otras cosas”, advierte Lupotti. En ese sentido, Vicario señala que “si un adolescente llega ebrio a su casa parece más común (que si llega intoxicado con otra sustancia), y sin embargo es grave porque hay algo que está buscando con ese consumo”.
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SEDES
LOS LÍMITES
" Hay que ir más allá del momento del consumo que es cuando seguramente hubo un montón de vulnerabilidades individuales, de baja autoestima, baja tolerancia a la frustración, de no saber manejar las emociones y de falta de límites. Y eso lo enseñan los padres en las primeras etapas de la vida”. María Beatriz Vicario. Psicóloga y coordinadora de comunidad terapéutica de Renacer
"Muchas veces en las familias no está instalada la idea de que cuando un preadolescente o adolescente empieza a tener un problema debe acudir a un profesional. A lo mejor la persona llega a esa institución a los 22 años, pero en el camino dejó la escuela, le sacó plata a los parientes, vendió algo y tuvo entradas en la policía”. José Pablo Mussio. Operador y asesor de Renacer.