Natalia Crespo nació y reside actualmente en Buenos Aires. Es licenciada en Letras (UBA) e investigadora del Conicet. Vivió ocho años en Estados Unidos, en donde cursó una maestría y un doctorado en letras hispanas. Escribe cuentos y novelas. Ha recibido premios literarios y varios de sus textos han aparecido en antologías y revistas literarias nacionales y extranjeras. Es autora del libro de ensayos “Parodias al canon” (Corregidor, 2012), premiado por el Fondo Nacional de las Artes en 2011. “Jotón” (Editorial Modesto Rima) es su primera novela. Dialogamos con ella. —¿Cómo surge, se origina, esta primera novela, luego de un trayecto profesional más ligado a la investigación y a la docencia? —La investigación y la escritura literaria son líneas paralelas en mí: crecen en simultáneo pero no se tocan, como dos andariveles de una misma pileta. Escribo ficción desde la adolescencia, pero pasé por períodos de sequía creativa (que coincidieron con los momentos más demandantes en mi formación como investigadora). También tuve épocas de mucha timidez para mostrar lo que escribía. La academia funciona -al menos, así me ha pasado a mí y a otros escritores amigos con los que conversé el tema- como una gran maquinaria inhibitoria y secativa de la propia escritura. Recuerdo estar cursando en Puán (la facultad de Letras de la UBA, un lugar que por otro lado me es entrañable) y escuchar frases tales como “Rubén Darío sabía a los 17 años que estaba revolucionando la poesía de Hispanoamérica” o “ya no se puede escribir en primera persona”. Esa mirada museificada y un tanto fundamentalista sobre “lo que debe ser” la literatura me intimidó durante mucho tiempo. Pude volver a escribir recién en 2001, cuando me recibí y me fui del país. Cambiar de idioma ayuda mucho a retomar la escritura. Desde ese momento, escribo y publico bastante en revistas y en antologías. “Jotón” nació originalmente como un conjunto de cuentos relacionados entre sí que luego devino en novela, un poco -en lo formal- como “Olive Kiteridge”, de Elizabeth Strout. Tres de los capítulos de “Jotón” fueron publicados como cuentos. Uno de ellos recibió en 2008 un premio de la Asociación Internacional de Literatura y Cultura Femenina Hispanas, una entidad que nuclea académicas hispanas que viven en Estados Unidos. —¿Qué temáticas, contexto histórico (epocal), personajes, problemáticas esenciales conforman la novela? —“Jotón” narra la partida, la estadía de más o menos tres años y el retorno al país de una familia que emigra en 2001 desde Avellaneda, localidad sureña del conurbano bonaerense, hacia un pueblo al norte de Estados Unidos, llamado Houghton (o “Jotón”, si se lo pronuncia a lo argentino). El contexto histórico es la tremenda crisis que sufrimos los argentinos, de este lado de América, y el clima de xenofobia y paranoia hacia el otro que se vive en algunas culturas del llamado Midwest. Los temas de la novela son aquellos avatares que devienen con la experiencia de la emigración: el extrañamiento (en su doble acepción de añoranza y rareza), la vivencia doliente del constante desencajar, los esfuerzos que deben hacer los inmigrantes que llegan a una cultura ajena, sobre todo si son latinos en Estados Unidos. Hay, allí, una soberbia cultural muy marcada, un imperialismo geopolítico imbricado en todas las facetas de la vida cotidiana. Muchos me han dicho que “Jotón” viene al pelo para disuadir a cualquier joven argentino que esté pensando con ingenua idealización en emigrar a la gran potencia. —¿Qué diferencias de trabajo (procedimientos, métodos) encontrás entre la escritura de un texto de ficción y la ensayística? —La ficción se me gesta de modo más pulsional, más irreverente que el ensayo. Surge casi siempre de manera incómoda: voy en el subte, o estoy en una reunión en la que debería poner toda mi atención, o haciendo la cola del supermercado y de golpe siento que me estoy escribiendo encima. Y entonces trato de escaparme del deber y atender esa sensación que al principio es casi fisiológica. Luego vienen las sucesivas pulidas y reescrituras, que son más pautadas y volitivas, como la escritura académica. Los ensayos no me nacen así, surgen de lecturas masticadas, de apuntes y de charlas con colegas. Es un proceso más institucionalizado, menos libre, tal vez. —¿Cuándo y cómo se dio el proceso de escritura? —La escritura de “Jotón” duró muchos años. En 2010, me repatrié, luego de vivir siete años en el exterior, y me contacté con Inés Fernández Moreno. Le llevé cuatro o cinco cuentos para que me ayudara a pulirlos. Inés que, además de buena escritora es una tallerista muy generosa vio ahí un hilo, una columna vertebral. Así que empezamos a reunirnos quincenalmente, durante casi un año. Luego vinieron las reescrituras y las lecturas de amigos, que siempre enriquecen. Finalmente, una penosa “cajoneada” de la novela, que al principio fue ninguneada por varios editores. Ahora, está por salir la segunda edición. —¿Qué autores podés nombrar como antecedentes, influencias o referencias en tu trabajo de ficción? —Te puedo contar a quiénes tengo por escritores de cabecera... sería pretencioso afirmar que mi escritura tiene algo de ellos. Hebe Uhart y Aurora Venturini son autoras que no me canso de leer: me fascina el humor, la desfachatez que no deja de ser profunda y esa mirada tiernamente ridícula que tienen del mundo. Jhumpa Lahiri, una escritora de origen hindú pero criada en Estados Unidos, narra muy bellamente la experiencia de la extranjería y el choque de culturas. Luego tengo desde adolescente grandes amores, como esos discos que no te cansás de escuchar: Calvino, Delibes, Felisberto, Flanery O’Connor, Carson Mc Cullers, Saramago, Eudora Welty.