Por Néstor Vittori
Por Néstor Vittori
Permanencia y transitoriedad son dos conceptos contradictorios que afloran en los conflictos que vive la sociedad de hoy, producto de una dinámica evolutiva en la tecnología que arrasa en forma constante las raíces de las distintas actividades sociales y económicas, que se ven confrontadas a cambios en los que la competitividad es determinante. Esta contradicción impacta con fuerza en la eficacia de las empresas, particularmente en países como el nuestro, con superestructuras jurídico laborales en las que prevalece un sentido de permanencia, refractario al cambio que imponen los nuevos sistemas. El cambio generacional se ha hecho particularmente evidente en la confrontación de las viejas prácticas resistentes a la flexibilidad propia de la hora, mediante las que distintos sectores tratan de conservar sistemas que supieron conquistar en su tiempo. Pero es muy difícil que así se puedan frenar las necesidades que abren las nuevas tecnologías, y que en general requieren de estructuras que no se cristalicen y que evolucionen de modo constante. Uno de los grandes desafíos de los próximos años, sin duda será el de la ruptura de los parámetros convencionales con que se realizan y miden las distintas actividades, a causa de la incontenible fuerza disruptiva de las nuevas realidades que deben afrontar las empresas, los empresarios, los funcionarios, los empleados y los trabajadores en general. Se trata de requerimientos que implican nuevos conocimientos, nuevo gerenciamiento, nueva administración y nuevas prestaciones laborales. Lo más difícil de esta contradicción es la asunción de una dinámica que incluye el concepto y la vivencia de transitoriedad en la definición de métodos y objetivos; y que al cambiar todo el tiempo exige una correlativa evolución del conocimiento por parte de todos los actores, lo que comporta el rechazo a las ataduras de tipo permanente a formatos rutinarios. Hace algunos años leí un libro que me dio una pista de lo que habría de suceder en el futuro: El título era “La empresa flexible”; y sus autores, Alvin Tofler y Heidi, su mujer. La publicación fue producto de un trabajo de investigación encargado por AT&T, a causa de que había ingresado en un ciclo de decadencia luego de haber cumplido su misión de lograr que cada hogar norteamericano tuviera en su casa un teléfono negro para comunicarse. La conclusión fue que el objetivo de la empresa estaba cumplido, y que para seguir adelante era necesario definir uno nuevo. El nuevo objetivo fue que cada estadounidense tuviera un teléfono funcionalmente segmentado en relación con sus actividades y necesidades. Para eso era necesario modificar la propuesta industrial y tecnológica, adecuando sus estructuras y modalidades de trabajo, todo lo cual, una vez realizado, revitalizó a la empresa. Esta experiencia ocurrió en la década del 60, hace ya medio siglo. Transpolada a la realidad actual, aquella dinámica se acelerará con el cambio tecnológico, que desde entonces ha sido gigantesco, arrasando numerosas actividades y modos de producción. La reivindicación y afirmación de las antiguas conquistas sociales, representadas por regulaciones laborales que fueron verdaderamente revolucionarias y legítimas en su tiempo, han dejado de ser progresistas para transformarse hoy en anclas conservadoras que sólo les sirven a los viejos empleados y trabajadores, pero que al resultar inadecuadas para empresas de esta hora, terminan condenándolas a la derrota competitiva. Es que al trabar el ingreso de nuevas generaciones y ceder posiciones ante nuevas empresas que no operan con este tipo de carga, profundizan la velocidad de su caída. Este debate se está dando en todos los campos y no cesan de caer los viejos paradigmas que responden a pautas culturales en proceso de rápido cambio. Así es posible registrar inquietudes distintas en las nuevas generaciones, donde la prioridad de la pertenencia ha dejado de estar ligada con la casa, como techo familiar, para darle lugar al automóvil, que aparece como necesidad prioritaria, sujeta, a su vez, al frecuente reemplazo de modelos. Es que el concepto de propiedad de los bienes está siendo sustituido por el de acceso a los mismos. Es un terreno en el que la economía competitiva empieza a verse sustituida por el desarrollo colaborativo en todas las actividades y áreas imaginables. De modo que quienes puedan asumir y resolver con rapidez los desafíos que plantean las nuevas realidades, seguramente podrán posicionarse mejor ante sociedades más estructuradas y conservadoras, que intentan con todas sus fuerzas bloquear cambios que los obligan a revisar saberes, estrategias y procedimientos.
La economía competitiva empieza a verse sustituida por el desarrollo colaborativo en todas las actividades y áreas imaginables.