El Litoral
El ex legislador santafesino fue propuesto por el Partido Justicialista para ocupar la Auditoría General de la Nación en reemplazo de Ricardo Echegaray.
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Gabriel Rossini - @taperossini
El designado auditor General de la Nación, Oscar Lamberto, dijo que la decisión del Partido Justicialista de proponerlo para cargo lo sorprendió porque estaba retirado de la política; que buscará darle una mirada más federal al organismo, y destacó que su impronta será la de darle visibilidad a la auditoría más que a su persona.
“Creo que el auditor debería ser como el referí, cuanto más desapercibido pase mejor porque eso quiere decir que el partido se juega sin problema. Pero son improntas personales. La excesiva exposición personal de Leandro Despouy le dio a la Auditoría una gran visibilidad. Yo prefiero que la visibilidad, más que yo, la tenga el organismo”, expresó.
-Volvió al ruedo.
-Son esas cosas que uno no se imagina ni busca. Se dan así y acá estamos otra vez.
-¿Como tomó la decisión?
-Yo estaba absolutamente afuera de todo. Me llamaron y me dijeron que me necesitaban para la AGN. Yo fui auditor hasta noviembre del año pasado.
-Quien lo precedió estaba en el centro de la opinión pública.
-Sí, pero me parece más por una cuestión personal que por la institución, que va a seguir funcionando con el cuerpo de auditores que está basado en el plan aprobado por el Congreso. Hay gerencias, departamentos y equipos que trabajan por todo el Estado. La maquinaria no se para.
-De todas maneras, la figura de Echegaray le sirvió al oficialismo para cuestionar al gobierno anterior más que por lo que hizo en los meses que permaneció al frente...
-En realidad estuvo muy poco tiempo. No sé si hubo una o dos reuniones de Colegio. Recuerdo que el primer proyecto de ley sobre la Auditoría que se presentó por los años 1991/92 establecía una prohibición para que cualquier persona que hubiera formado parte del Poder Ejecutivo pudiera integrarla como sucede en cualquier parte del mundo. Ese artículo lo corrigieron en el debate parlamentario y sacaron la limitación, que debería mantenerse al menos por dos o tres años porque si no el funcionario hace auditorías sobre su propia gestión.
-¿Qué planes tiene para la auditoría? Con Echegaray había un fantasma de que podía utilizar el organismo como herramienta del kirchnerismo para hacer política y “acosar” al gobierno.
-La auditoría tiene un programa que vota el Congreso. No se puede hacer lo que a uno se le ocurra. De hecho, el 98 por ciento de los dictámenes es por decisión unánime. Además, mucho margen para la disidencia no hay porque detectada una evidencia y hecha la comunicación al organismo para que haga su descargo, si la evidencia no se corrige, queda. En realidad, el concepto es tratar de hacer un mejor Estado, menos vulnerable a la corrupción, a malas decisiones administrativas y de política.
-¿Qué le dijeron cuando le fueron ofrecer el cargo?
-No demasiado. Que yo sabía lo que había que hacer, que tenía experiencia para el cargo, que había una situación muy especial.
-Tiene consenso.
-Eso me sorprendió. En un país donde está todo desquiciado que hubiera tantos que estuvieran de acuerdo.
-Poner ahí una figura cuestionada podía generar ruidos en un organismo que no debería hacerlos.
-La Auditoría es un cuerpo colegiado que pertenece al Parlamento y nosotros tenemos que tener una buena relación con ellos. Y además creo que hay una serie de cosas para hacer que están dentro del Plan aprobado hace un par de años que es avanzar hacia la auditoría general. Hoy, está concentrada en Capital cuando la mayor partida del gasto se hace en el resto del país. Por lo tanto, hay que tener agencias con una mirada más federal. No es lo mismo que haya una delegación de cuatro personas que tener una permanente. Tiene otra eficiencia.
-¿Cómo ve el peronismo en la oposición?
-Perder una elección produce un debate interno. Es inevitable. Hay un reacomodamiento de figuras políticas, estrategias. Hay una discusión para adentro del peronismo respecto al rol que debe tener y que le propone al país. Me parece que primero debe darse el debate y después vendrá la discusión por los liderazgos.
-Hay una discusión aún respecto a qué hacer con el kirchnerismo.
-Me parece que en este tema no hay uno que pueda levantar el dedo acusador. Es un tema que va a resolver la gente con su voto. Quien es elegido conduce, independientemente de si me gusta o no. Creo que siempre el peronismo se ha referenciado en el voto popular, no en títulos adquiridos.
-¿Será 2017 el año donde se ratificarán liderazgos o se crearán nuevos?
-Seguramente, debe haber cambios generacionales. Está terminando el rol dirigencial de la generación del ’70 y está apareciendo uno nuevo. Y es excelente que sea así porque me parece que está mucho más cerca de la realidad de hoy, de las formas de pensar, de virvir, de las tecnologías.
-¿Está al tanto de lo que pasa con el peronismo de Santa Fe?
-Lo veo como un santafesino más. He visto que hubo una reorganización partidaria. Estuvo muy cerca de ganar la provincia y creo que se perdió más por injerencias externas que por problemas locales. Tiene muy buenos dirigentes y candidatos. Además de Omar Perotti, creo que María Eugenia Bielsa son dos referentes muy importantes. Dentro de los senadores, hay gente joven con mucho futuro. Tiene una dirigencia para intentar recuperar la provincia y volver a tomar en sus manos la conducción sin depender de decisiones nacionales; es posible.
-¿Cuál es su mirada del país, de la cuestión política, social y económica?
-En economía usted puede hacer cualquier cosa menos evitar las consecuencias. Y las consecuencias tampoco son únicas y atribuibles a un solo gobierno. Me parece que es un proceso atado con alambre desde por lo menos dos o tres años. Después podemos discutir las soluciones. Me parece que hay un sesgo muy porteño de la cuestión. Por ejemplo, los santafesinos veníamos pagando tarifas muy altas desde hace mucho tiempo mientras a los de la ciudad de Buenos Aires se la regalaban. El aumento en el interior fue quizás menos agudo que en Capital pero aquí es donde pegaron el grito, entonces fue un escandallo. De todas maneras me parece que hubo un muy mal manejo de la política tarifaria, independientemente de la necesidad de corregirlo.
-¿Sobre la cuestión social?
-Es directamente proporcional a la tasa de inflación y a la actividad económica. Si hay menor actividad y mas tasa de inflación hay mas pobres. Eso es matemática pura. Las políticas que esta tomando el gobierno de la Nación no son claras. Por un lado el Banco Central restringe el crédito para evitar la expansión monetaria pero por el otro el Estado no para de gastar, por lo tanto lo que va a haber es alta inflación con caída de la actividad económica, la peor de las combinaciones. Incluso hay muchos economistas que hablan atraso cambiario.
-Lo dicen las pymes exportadoras de Santa Fe
-Están importando frutillas de China y eso quiere decir que hay algo que no funciona porque por mas eficiente que sean los chinos el flete es alto y acá la tenemos a 80 kilómetros. También hay problemas de eficiencia, pero con la producción primaria los problemas son cambiarios. Con lo cual el gobierno esta en un brete. Hay un problema de fondo y es que si el gobierno tiene un plan nunca lo dijo, por lo que uno supone que no tiene ninguno. Creo que cualquier operador económico necesita saber que es lo que piensa el gobierno para poder acomodarse. Funcionar a prueba y error y andar anticipando que todos vamos a estar bien casi como un acto de predicador es muy problemático. En los largos años de mi vida aprendí que si a un gobierno le va mal le va mal a la gente. Y como peronista me gustaría ganarle a un gobierno que sea exitoso no a un fracasado. A mi preocupa mucho el deterioro que se esta produciendo en muchos sectores y el esfuerzo que esta haciendo gran parte de la población.