Roberto Maurer
La psiquiatría ha comprobado que el consumo de noticieros de la televisión puede provocar en el espectador un estrés postraumático, es decir, el mismo que sufre el sobreviviente de una guerra, un terremoto, un terrible accidente o cualquier otro tipo de catástrofe que haya dejado una huella profunda en la psiquis de la persona. Por extensión, podría decirse que nuestra salud mental también se encuentra expuesta a la programación de la televisión más allá de los noticieros, con sus grietas y crispaciones.
En otros tiempos, la mesa de Mirtha Legrand era un oasis de buenas maneras, y hoy la conductora la convirtió en un campo de batalla de mantelería fina con cruces feroces propiciados o protagonizados por la propia dueña. Desde que se monitorean las calles salvajes del conurbano y la tele descubrió su mórbido potencial, se dedican programas enteros a la reproducción de la violencia que registran las cámaras. Y el mal gusto también puede agredir a nuestro sistema nervioso, cuando es persistente y martillea a sensibilidades delicadas que no pueden salir ilesas de las creaciones de Tinelli. Para una personalidad frágil, el ver una vaca y Alberto Samid al mismo tiempo en el programa de Susana Giménez puede ser una pesadilla que la acompañe el resto de sus días. La medicina indica que uno de los síntomas del estrés postraumático es la sensación de estar al límite.
Una terapia
Existen tratamientos, y uno surgió hace años de la televisión misma. Se llama Sakte-Tv, slow tv o televisión lenta, y se originó en una iniciativa de la Norsk Rikskringkasting (NRK) o televisión pública de Noruega, que transmite, por ejemplo 18 horas continuadas de la pesca del salmón, una señora tejiendo durante 12 horas y leños ardiendo en la chimenea. El secreto consiste en lograr una línea ininterrumpida en el tiempo, sin edición y en directo, como una navegación de 134 horas sin cortes a lo largo de los fiordos.
Se transmite la vida de los pájaros en sus nidos, las mareas y la tala de árboles, o se aprovechan acontecimientos como el bicentenario de la Constitución para ofrecer una lectura completa de la misma.
Cuando una línea ferroviaria cumplió cien años, la cuarta parte de la población noruega asistió a siete horas de transmisión de un viaje de Bergen a Oslo a través de cuatro cámaras instaladas en el tren. Era el Bergensbanen, cuyo trayecto es el más bello del mundo, dicen, y, adecuadamente, el documental se llamó “El Bergensbanen minuto a minuto”.
Sólo se trata de reducir la velocidad con un enfoque de testimonio hiperrealista. Este descubrimiento de la lentitud y la mirada humana, toda una novedad, fue siendo acompañado en estos años por un éxito de audiencia y una creciente difusión mundial de la curiosa fórmula del género documental. Netflix ya compró dos de estas experiencias: “Un viaje por el canal de Telemark” y “La noche nacional de hacer tejido de punto”. El formato se exportó a emisoras de Estados Unidos y también ha inspirado al famoso y experimental Channel Four de la BBC.
Se estaba anunciando la transmisión en directo, día y noche, de la tradicional migración de miles de renos y una familia lapona hacia las pasturas de verano en la primavera de la región de Finnmark.
“Creo que el éxito del programa es una reacción al mundo que vivimos, rodeados de redes sociales, desconectados de la naturaleza, donde todo es instantáneo y rápido. Esto es algo lento que ocurre fuera de tu control y está ahí permanentemente. Puedes irte a dormir y seguirá ahí por la mañana”, declaró el programador de la televisión pública acerca de lo que se considera un fenómeno nacional sobre el cual hasta Obama hizo un chiste durante una visita a Noruega.
Esta televisión contemplativa de los noruegos, además de sedante, ha contribuido a fortalecer los vínculos como Nación y a consolidar una cultura, se afirma. Por ahora, nuestra unidad nacional descansa en la trinidad que forman la vaca, Samid y Susana Giménez.
Para una personalidad frágil, el ver una vaca y Alberto Samid al mismo tiempo en el programa de Susana Giménez puede ser una pesadilla que la acompañe el resto de sus días.