Ignacio Andrés Amarillo
Ignacio Andrés Amarillo
El viernes a la noche la Universidad Nacional del Litoral abrió la 12ª edición de la Bienal de Arte Joven, una cita con las nuevas miradas en diversas disciplinas artísticas. Finalmente el cielo acompañó (la temperatura no tanto) y se pudo realizar sin inconvenientes la velada especial de apertura.
A las 20.30, sólo unos pocos curiosos miraban la estructura montada por Proyecto Emigrante para “Virtmia”, el espectáculo que el dramaturgo y director Nicolás Frontuto pergeñó especialmente para la ocasión: una semiesfera vuelta orgánica por el mapping digital, latente, con bases cibernéticas. A las 21.15 estaba todo listo, las luces se apagaron y los sonidos electrónicos recibieron a los músicos en vivo: Esteban Mannarino y el propio Frontuto, en los extremos de la escena, maquillados y completando la estética retrofuturista con el monitoreo por auriculares. Junto a ellos, la mapeadora Ceibo Bloom, con llamativo peinado, a sus controles.
Ahí entró un irreconocible Ignacio Brasesco, el actor fetiche del director, detrás de una larga barba y un andar simiesco, en la piel de Víctor: científico, alquimista, taumaturgo, extrayendo de su banco de trabajo algunos elementos esenciales. Pero como solo no podía, como el doctor Coppelius inspirado por E.T.A Hoffmann o el Oscar Baum de Eduardo Holmberg, decide dar vida a una muñeca devenida en autómata: una Lucila Gunno en plena expresión física, y el mejor maquillaje (obra de Paula Arcucci y Mariana Gerosa).
Juntos (él abajo, ella arriba) empezaron a alimentar la máquina con agua, arena y sustancias orgánicas, y la esfera mutó digitalmente en agua, en dunas, en formaciones vivientes: sinapsis, protozoos, vida vegetal. Ahí fue el momento para el pase final: para que Víctor se conecte a su palpitante creación y (como el científico que interpretó Johnny Depp en “Transcendence: Identidad virtual”) pegue el salto hacia su universo virtual y se haga uno con ese espacio, gracias al trabajo de realización visual de Claudia Ruiz y Marcos Martínez. El juego de la actriz-muñeca y el actor digitalizado marcó el último punto de inflexión, y fue ella la encargada de cerrar el círculo de los elementos.
Acabado el espectáculo, en 19 minutos cronometrados, fue el momento para que el rector de la casa, Miguel Irigoyen, y el secretario de Cultura, Luis “Yiyo” Novara, abrieran simbólicamente la puerta (una sola) de Rectorado, para que el público ingrese y pueda empezar a recorrer la muestra estática (y tomar algo en la barra, de paso), a la espera del concierto pautado para las 22.
Celebración rocker
Y a las 22.05 salieron los rosarinos de Cielo Razzo en su segunda visita del año (vinieron el 14 de mayo a presentar “Tierra Nueva”, acaudillados por los referentes: el cantante Pablo Pino y el bajista Cristian Narváez. A sus flancos, los guitarristas Diego “Pájaro” Almirón y Fernando Aime, con Javier Robledo vigilando desde los parches.
Abrieron con “Disfraz” (con cierto sabor a Federico Moura), para bajar al clima reggae de “Chapa y bandera” con su explosión final y seguir con la nueva “Cochicó” y la histórica “¿Quién baja la pala?”, con Almirón tirando melodías solistas y buena parte de los presentes, fans de la banda de toda la zona, coreando a pleno. Ahí Pino agradeció a la organización por contratarlos y darles trabajo (una sinceridad elogiable), empezando un diálogo intermitente pero con buen vínculo con el público, recibiendo y saludando las diferentes banderas, e incluso bebiendo una poción de una frappera decorada con el nombre de la banda.
“El bobo y el payaso” fue el paso siguiente, para que luego el vocalista sume una guitarra acústica para “Posdata”, segmento que se prolongó en “Alcalina”. La intensidad volvió con “Quizás sí”, enganchado con “Ventana”. Tras un nuevo agradecimiento hubo una invitación al “Negro” Rodrigo González a hacer “Ojos”, que se postergó para que entre “Por llegar”. Entonces sí se concretó el convite, y el cantante de Experimento Negro pudo hacer “Ojos”.
El arranque de “Qué se yo” ya levantó los coros de nuevo, que siguieron en el mid tempo de “Estrella”. Ahí pareció despedirse por primera vez de muchas el cantante, pero sólo fue un amague. “Esta canción habla de un imperio que está muy activo”, dijo Almirón, antes de arrancar con “La furia”.
Estirando los pasos
“Tus pasos” pareció de a poco empezar a levantar el tramo final del show. “Bueno, estudien mucho, chicos, y ojalá que les dé ganas de estudiar mañana”, tiró Pablo. Un solo de batería de Robledo dio paso a “Televicio”, seguida por la intensidad de “Madre poder” y “Mama”, mientras Pino le dedicaba el tema a “Fatura” Broun, arquero de Colón, enganchando con “Alma en tregua”. Ahí fue el momento de saludar a los ex Mineral, como Hernán Bruno y Agustín “Mosquito” de Ascuénaga, viejos compañeros de escenarios.
Ahí parecía que venía el último tema, con la tormenta semitonal de “Luminoso”, coreada por la multitud, pero se tiraron el lance de seguir el clímax con “Luna”. “¿La última o tenemos amonestación?”, preguntó el cantante, cuando parecían excedidos en el showtime. El baterista no esperó y marcó el inicio de “Perseguido”.
Ahí, después de las fotos de artista y público, se dio por terminada la velada, con corazones contentos (y una complicada evacuación del recinto, cabe destacar). Esta noche arranca la Bienal propiamente dicha, con la esperanza de abrir las puertas a la mirada de nuevas generaciones.