Germán de los Santos [email protected] La cola es extensa y la necesidad es mucha. Los gobernadores hacen fila uno detrás de otro en la Casa Rosada para pedir gendarmes con el objetivo de adelantarse y desactivar posibles protestas por los problemas de inseguridad. “El Rosario sangra” rompió las fronteras de Santa Fe. Miguel Lifschitz y María Eugenia Vidal, gobernadores de Santa Fe y Buenos Aires, no hicieron esa fila en la que están Juan Manzur, de Tucumán; Alberto Weretilneck, de Río Negro; Alfredo Cornejo, de Mendoza; Juan Schiaretti, de Córdoba, y Carlos Verna de La Pampa. Actualmente, en el país, hay 35.000 gendarmes que deben custodiar 9.376 kilómetros de frontera terrestre y tienen responsabilidad en el control en 22.443 kilómetros de rutas. Pero desde hace tiempo, el perfil de esa fuerza de “naturaleza militar” comenzó a cambiar. Cuando aparecen problemas serios se usa a los hombres de verde para intervenir ante la desconfianza en la policía, muchas veces contaminada con el delito. En diciembre de 2010, el kirchnerismo afiló este nuevo modelo cuando Cristina Fernández firmó el decreto del Operativo Centinela en el Gran Buenos Aires, en el que Gendarmería empezó a custodias las zonas calientes del conurbano ante posibles saqueos. El nuevo rol incluyó tensiones internas, que dispararon en 2012 una protesta inédita de gendarmes y prefectos, que terminó con 77 efectivos exonerados, que el gobierno de Cambiemos reincorporó hace cuatro meses. De ahí en adelante, Gendarmería fue la fuerza elegida por Sergio Berni para dotarla de tecnología y presupuesto para apagar los incendios. Los problemas de Santa Fe y Buenos Aires son más profundos que los de otras provincias, según el diagnóstico del Ministerio de Seguridad de la Nación. De ahí, las prioridades del gobierno nacional de enviar 6.200 efectivos más al conurbano, donde los intendentes, muchos de ellos del Frente para la Victoria, son los receptores primarios de la presión social. En esos distritos, ya había unos 5.000 agentes. En Santa Fe, el número de uniformados que trasladaron es un misterio, aunque en las calles de Rosario y la capital provincial no asoman operativos preventivos de impacto como ocurrió en el primer desembarco de gendarmería el 9 de abril de 2014, cuando arribaron unos 2.400 efectivos. El jefe del comando operativo, Claudio Brilloni, se reunió con los intendentes de Santa Fe, José Corral, y de Rosario, Mónica Fein. El primero se mostró optimista con los operativos en la capital provincial al señalar que si bien son pocos, los días transcurridos desde la llegada a la ciudad de los efectivos nacionales “los vecinos nos dicen que han vuelto a la tranquilidad”. En Rosario, los operativos no son notorios, algo que provoca cierto resquemor en la intendenta, que le propuso a Brilloni hacer operativos de tránsito en las principales avenidas. A la par, los crímenes, el principal problema que tiene la provincia, asociado a una violencia irradiada por el narcotráfico, no para. El viernes por la noche se produjo el homicidio 102 en Santa Fe, mientras que en Rosario una mujer fue asesinada en barrio Municipal, donde en la última semana se cometieron tres asesinatos.