Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Buenos Aires)
El partido tuvo un quiebre futbolístico con la salida de De Iriondo y todo lo bueno empezó a desbarrancar. En 10 minutos, Tigre que era pura impotencia, le convirtió tres goles.
Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Buenos Aires)
Le dio bronca a todos y fue injusto. Pero seguramente hay cosas que se tendrán que revisar. Una de ellas —fundamental— es la cuestión anímica. Contra Quilmes pasó exactamente lo mismo. Unión había jugado muy bien los primeros 25 minutos, ganaba con justicia y estaba más cerca del segundo que Quilmes del empate. Sin embargo, una circunstancia (un penal) dio vuelta el trámite. Unión se fue desinflando y entró en el terreno de la impotencia. Ayer pasó lo mismo. El equipo que armó Madelón —improvisado, con muchos suplentes, pero muy interesante en su funcionamiento— jugó mejor que Tigre durante más de una hora. Iba ganando y la mínima diferencia era el “pecado”. Otra vez, Unión estuvo más cerca del segundo que Tigre del empate. Sin embargo, una ráfaga de diez minutos hizo que el partido cambiara de dueño de una manera poco explicable.
Unión apretó muy bien en la mitad de la cancha. Y hago hincapié en este aspecto, porque el único jugador de Tigre que verdaderamente levantó las banderas futbolísticas del equipo de Troglio, fue Alexis Castro. El resto estuvo desaparecido del partido. Y en esto, la gran virtud fue de Unión. Por eso hay un momento clave, que fue la salida de De Iriondo. Clave desde todo punto de vista, porque no sólo se empezó a animar Tigre y a encontrar espacios desde ese salida, sino que Unión fue desmejorando progresivamente su actuación.
Un claro ejemplo fueron los centrales, que estaban haciendo un muy buen partido y que empezaron a sufrir por la falta de marca en el medio. Y otro que lamentó mucho la salida de su compañero, fue Mauro Pittón, de buena actuación con De Iriondo al lado, que empezó a caerse porque no terminó de acomodarse con Magallán, que evidentemente es un jugador que no tiene la presencia de un De Iriondo que estaba cumpliendo a rajatabla, con un tremendo despliegue, y que tuvo que salir acalambrado de la cancha.
Unión gobernó el trámite del partido en gran parte del mismo. Insinuó desde el principio, con los mano a mano de Andereggen y Vadalá y terminó de demostrarlo simplemente mencionando la jugada del gol: centro de Nahuel Zárate y palomita de Brítez, un marcador de punta tirándole una pelota de gol al otro marcador de punta.
Pero además, Unión fue impetuoso, no anduvo con vueltas, cuando recuperó la pelota fue al frente, Andereggen hizo un muy buen partido hasta que se cansó, complicando a los centrales, aguantando bien la pelota y generando peligro. A eso, hay que sumarle el tranco de Algozino y el muy buen trabajo de Bruno Pittón como volante por izquierda, posición en la que jugó por primera vez (ante Lanús apenas lo hizo unos minutos hasta que se lesionó Zárate en el mismo comienzo del partido y pasó a jugar de marcador de punta) y se ganó —desde esta humilde opinión— el lugar para ser titular ante River el jueves. Y después, el buen rendimiento defensivo, con el despliegue incesante de los volantes para darle marca y el funcionamiento de una línea de cuatro que fue buena, sobre todo cuando Nahuel Zárate, algo complicado al principio, se lo metió en el bolsillo a Rincón, el wing que puso Troglio para tratar de complicar a Unión por ese sector.
¿Qué pasa cuando un equipo, que es local, va perdiendo al cabo del primer tiempo?, sale a atacar y a quemar cartuchos en el inicio del segundo. Es decir, el que va ganando se tiene que cuidar de lo que ocurra en el comienzo. Y Unión no sólo siguió gobernando el partido, sino que tuvo un par de situaciones muy claras para aumentar, en ese pasaje. Del otro lado, Nereo Fernández seguía pasando una tarde relativamente tranquila y sin sobresaltos. Era 1 a 0 mezquino para Unión. Pero ocurrió lo indeseado.
Madelón hizo los tres cambios antes del 1 a 1. No tenía un volante de marca en el banco y puso a Magallán (muy flojo) para reemplazar la salida de un jugador mucho más combativo y eficaz como De Iriondo. Después metió a Rolle por el cansado Vadalá, para que tenga más la pelota, meta un poco de pausa y le aporte claridad al juego; y el último cambio fue el de Gamba por Algozino, pero entró mal el mendocino, desarticulado, sin entrar en juego, parecía frío (cosa rara en un jugador de sus características).
Los cambios realmente incidieron porque ninguno entró bien. Por allí, hubiese sido preferible tener otros jugadores en el banco, que aporten variantes diferentes. Por ejemplo, un Acevedo. Pero claro, esto se dice con el diario del lunes y el que lo tiene que predecir es el entrenador. A veces se da y otras no. Tampoco colaboraron los que entraron para, al menos, mantener el nivel de eficacia del equipo. Llegó el gol del empate y ahí apareció otro elemento: la repetida caída anímica. Igual que ante Quilmes, el equipo absorbió negativamente el empate y enseguida llegaron dos penales (no se discute ninguno de los dos, pero entiendo que Penel podría haber evitado la expulsión de Brítez, ya que con la sanción del penal ya era suficiente; es lo mismo que pasó con Zárate en el partido con Quilmes) que dieron vuelta un resultado que, minutos antes, parecía impensado.
Esta vez, lo que duele es la derrota, pero no el funcionamiento. Unión jugó más de una hora bien y eso también debe contar a la hora del análisis, como también debe ser el elemento a tener en cuenta por el técnico para formar el equipo que jugará con River.
Madelón se dio cuenta —si es que hacía falta algo— que tiene algunas variantes que hasta ahora no ha utilizado o lo hizo poco (Bruno Pittón de volante, Andereggen, sólo por dar dos nombres) que le pueden dar respuestas más adecuadas que los que juegan en esos lugares.