Las fotos de Matías Garfunkel y Victoria Vanucci posando junto a animales muertos en cotos de caza africanos generaron un verdadero revuelo en todo el país. La discusión se multiplicó rápidamente y aparecieron diferentes miradas frente a un hecho que puede ser analizado desde distintos ángulos. Los programas del corazón corrieron por obtener la palabra de los protagonistas de esta historia. Sin embargo, las fotos también sirvieron para reabrir la discusión acerca de un tema sobre el que parecen existir importantes negocios, escasos controles y demasiada hipocresía. Mientras las imágenes de animales asesinados en África generan una extendida ola de indignación, pocos hablan de lo que sucede mucho más cerca. De hecho, la caza también es una actividad extendida en la Argentina, en general, y en la provincia de Santa Fe, en particular. No se trata de una actividad que esté prohibida, sino que existen regulaciones sobre zonas habilitadas, especies animales y limitaciones en cuanto a momentos del año en los que se puede cazar. Desde el Ministerio de Medio Ambiente reconocen que en territorio provincial funcionan alrededor de 15 establecimientos que entre sus servicios brindan a los clientes la posibilidad de realizar esta clase de actividades. Le llaman “turismo cinegético” y en muchos casos la clientela llega a Santa Fe desde el exterior. Particularmente, de países europeos. También advierten desde el gobierno que en la provincia no existe ningún coto de caza autorizado. Según los funcionarios de Medio Ambiente, para que un área sea considerada “coto” debe ser un territorio cerrado y con la presencia de animales exóticos con el sólo objetivo de que los clientes puedan dispararles con sus armas. Sin embargo, los límites parecen ser bastante difusos y persisten demasiadas dudas acerca de la efectividad de los controles. En la Argentina, son siete las provincias que permiten la caza de aves acuáticas con plomo. Una es la de Santa Fe, donde se estima que se arrojan anualmente entre 10 y 15 toneladas de plomo, según estudios realizados por la Universidad Nacional del Litoral (UNL), junto a la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen) y Wildlife Conservation Society (WCS). La mayoría de los perdigones no termina en el cuerpo de la presa cazada, sino que se esparce en el suelo y el agua, incrementando la contaminación y afectando la salud de los animales. En agosto de 2014, la diputada provincial Alicia Gutiérrez presentó un proyecto de ley para regular este tipo de establecimientos dedicados al “turismo cinegético”. Pero la iniciativa no logró avanzar. La legisladora denunció fuertes presiones de empresarios, municipios y comunas; por lo que a principios de este año volvió a presentar un proyecto en este sentido. Según Gutiérrez, estos negocios que se presentan como hoteles o spa son, en realidad, cotos de caza disfrazados. Pero eso no es todo. Además, la diputada denuncia que, en ciertos casos, estos paquetes turísticos ofrecen también “turismo sexual”, con menores de edad involucrados. Más allá del rechazo generado por las fotos de Garfunkel y Vanucci, es ésta una buena oportunidad para que el tema sea debatido a fondo en la Legislatura provincial y para que desde el Poder Ejecutivo se redoblen los esfuerzos por garantizar controles eficientes. Por ahora, sobre este tema prevalecen las dudas, las sospechas y la sensación generalizada de que existen demasiadas verdades a medias.