José Curiotto
@josecuriotto
Gran parte de la población es consciente de los problemas y de los errores cometidos por el gobierno. Aun así, cree que 2017 será mejor. La confianza social representa un capital invaluable, pero efímero.
José Curiotto
@josecuriotto
El gobierno nacional cuenta con un aliado valioso. Sin embargo, deberá ser lo suficientemente inteligente para que no termine esfumándose por culpa de ciertos errores evitables como los que cometió durante los primeros 10 meses de gestión.
A pesar de que el país que Cambiemos prometió en materia económica para el último trimestre sigue sin aparecer -la industria y la construcción acumulan nueve meses de retroceso-, gran parte de la población confía en que la situación comenzará a mejorar en el corto plazo. Así lo refleja un estudio que periódicamente realizan las consultoras D’Alessio IROL y Berensztein en el que se mide el humor social y político de los argentinos.
Según esta encuesta, en octubre el 58% de los consultados dijo confiar en que el año próximo -para el que restan menos de 60 días- comenzarán a aparecer signos positivos en el país.
Se trata de un dato sumamente alentador. Así como las expectativas negativas entre la población pueden hacer naufragar las mejores administraciones en materia económica; el optimismo en el humor social contribuye a generar un escenario favorable que incluso disimula los errores que el gobierno pudiera cometer.
Seguramente existen diversos motivos que explican por qué la mayoría de los argentinos mantiene en alto las esperanzas a pesar de los inocultables problemas. Entre ellas, una serie de medidas dolorosas, pero imprescindibles, que Cambiemos adoptó durante los primeros meses de gestión.
En parte esta mirada sobre la economía en 2017 también se sustenta en el hecho de que será un año electoral, en el que el gobierno se juega gran parte de sus probabilidades de éxito para lo que resta de mandato. En este sentido, Cambiemos deberá hacer equilibrio entre una gestión económica responsable y la tentación de caer en la demagogia con el único fin de captar votos.
También incide el recuerdo de lo que sucedió en el país hasta diciembre del año pasado, con un gobierno kirchnerista incapaz de salir del laberinto económico que se encargó de construir, al que se sumaron la prepotencia crónica y una corrupción endémica que alcanzó hasta los pliegues más recónditos del Estado.
Cada vez que la expresidente Cristina Kirchner o algunos de sus más conspicuos colaboradores se manifiestan públicamente, muchos recuerdan por qué decidieron votar por un cambio. Así, el actual gobierno se ve favorecido por una corriente de opinión que no controla del todo.
Pero la Argentina comienza a transitar un momento bisagra. Así, los márgenes para cometer errores se reducen: el gobierno deberá ser capaz de aunar la capacidad técnica y la sensibilidad política necesarias para no caer en ciertas equivocaciones evitables, como las que por momentos se produjeron en los últimos 10 meses.
Con el paso del tiempo, en el humor social comenzará a pesar menos el recuerdo del pasado y las miradas se posarán definitivamente sobre la actual administración.
La confianza social representa un capital invaluable, pero efímero. Por eso, y por el bien del país, del gobierno dependerá saber aprovecharlo.