Florencia Arri
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Twitter: @flor_arri
La llegada de Prefectos al barrio corona una intervención en materia de seguridad que comenzó con gendarmes y Policía Comunitaria.
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Alto Verde se convirtió el último mes en el barrio más controlado de la ciudad: en esta lonja de sólo 4 kilómetros costeros actúan cinco fuerzas de seguridad. En este marco, la llegada de los prefectos el 2 de octubre fue determinante: en el último mes, no se produjeron enfrentamientos a tiros en la calle. De todos modos, los oficiales reconocen que todavía continúan las detonaciones, y los vecinos expresan con claridad que “está más tranquilo, hace rato que no hay tiroteos pero todavía se escuchan disparos”.
El cese de las balaceras no es menor: el barrio trascendió en medios nacionales porque en 2007 las maestras le enseñaban a los nenes de primer grado a tirarse al piso cuando había tiroteos; fue conocido por las guardias nocturnas, que en 2013, los vecinos realizaban para dar voz de alerta al escuchar disparos, y por las balas que hace tres años llegaron al otro lado de la laguna Setúbal y mataron a Serena Martínez. Es el mismo barrio donde desde hace un mes no se producen enfrentamientos armados.
La razón de esta tranquilidad aparente está a la vista: por sus calles transitan todo tipo de uniformados. La presencia de seguridad que históricamente sólo representó la comisaría 24ª, se reforzó en 2014 con la instalación de un destacamento de la Guardia de Infantería, con el apoyo en operativos de la Policía de Acción Táctica y con la llegada de la Policía Comunitaria que camina la calle principal durante el día desde abril de 2015. A ellas, se sumó hace un mes la llegada de Prefectura Naval Argentina, que instaló tres destacamentos en puntos clave, camina el barrio las 24 horas e implementó el programa Barrios Seguros, del Ministerio de Seguridad de la Nación, el mismo que se aplicó en la Villa 31 de Buenos Aires.
“Desde que Prefectura está caminando por todo el barrio, los tiroteos mermaron. Los conflictos son más rápidos, hay disparos pero ya no hay tiroteos largos”, opinó el vicepresidente de la Vecinal Pro Mejoras Alto Verde, Hugo Cabrera, quien lamentó que Alto Verde haya estado en boca del resto de la ciudad por la inseguridad. “La muerte de Serena lo hizo visible pero era algo que ya pasaba. La policía comunitaria, infantería, prefectura y la policía lograron calmar el barrio; ahora, el desafío es organizarlas: cuando hay un tiroteo se chocan porque van todos”, comentó el vecinalista.
El narcomenudeo y la violencia amenazan a los más chicos
Los vecinos señalan que la causa principal de los tiroteos es el enfrentamiento entre bandas que se dedican al narcomenudeo, un secreto a voces que corre en las calles sin más análisis que el trato cotidiano. Estos grupos antagónicos están formados por jóvenes de entre 15 y 25 años que viven en el ingreso al barrio. Los conocen todos: durante el día son chicos que por la noche se transforman por el consumo de pastillas —clonazepam y diazepam, entre otros ansiolíticos— combinado con alcohol. Para quienes los tratan y los quieren, es un proceso claro: “Cuando consumen son otros”.
En las voces de vecinos y el silencio de las cinco fuerzas, narcomenudeo y seguridad se presentan como dos aristas de la misma realidad que viven quienes habitan esta barriada. El miedo se evidencia en una constante: los relatos son anónimos porque son pocos los referentes que acceden a dar sus datos.
En las aulas de Alto Verde, los alumnos de secundaria e incluso de primaria saben quién vende, qué vende y a cuánto. Estos detalles son hechos naturalizados por los más chicos, quienes lo comentan en el aula como un dato más de su realidad.
“Los chicos de este barrio son como los de cualquier otro lugar, lo que pasa es que el medio influye en otras cuestiones de suma gravedad que los ellos afrontan, cuando no deberían, y a veces en soledad: el narcomenudeo, la marginalidad expresada en delito, por ejemplo”, observó Luis Alberto Martínez, director de la Escuela de Educación Técnica N° 645 Coronel de Marina Martín Jacobo Thompson. “Acá hay gente que acostumbra a andar armada y los chicos naturalizan que el arma acompaña la vida cotidiana. Esto nos llega a través de expresiones verbales y gestuales que los docentes tenemos que aprender a leer en el otro”, expresó el docente.
Marcelo Deicas, director de la Escuela Técnica Particular Incorporada Nº 2067 Omar Rupp coincidió en que las situaciones de consumo son visibles, cada vez a menor edad. “En la escuela no tenemos problemas de adicciones graves pero sí chicos que consumen cigarrillos de marihuana. Hace años lo veíamos en los más grandes, y ahora a veces los más chicos entran con algún indicio de que están consumiendo: la mirada vacía, el andar pesado”, lamentó el docente y remarcó que el consumo de drogas no es un factor crítico que provoque deserción, como otros problemas como la disgregación familiar y la necesidad de trabajo.
El docente apela al viejo dicho que indica que en las escuelas están los más privilegiados: aún si consumen están contenidos por la escuela, no viven una situación crítica, están socializados. “El consumo de pastillas no está en la escuela pero sí está en el barrio”, señaló Deicas.
Muchos uniformes, sólo dos asistentes sociales
El comercio de drogas en pequeña escala es una amenaza diaria. El dato proviene de las instituciones que trabajan con la salud y la juventud, que indican que el consumo de sustancias comienza cada vez más temprano, y con más ímpetu. “Cada vez son más los chicos que llegan con indicios de sobredosis de pastillas y alcohol, vienen porque los traen sus padres, desesperados”, contó un agente de Salud del Centro de Salud Demetrio Gómez que pidió reservar sus datos.
Los vecinos y referentes del barrio destacan el trabajo que realizan el médico, los dos psicólogos y la asistente social que trabajan allí, pero que no dan abasto para abordar de manera integral el problemas de las adicciones en el barrio. “Llegan los padres desesperados contando que vendieron todo lo que encontraron y que sus hijos de 10 a 12 años no duermen durante tres días”, contó otro trabajador de ese efector.
Alto Verde cuenta con sólo dos asistentes sociales, una trabaja con las familias del Centro de Salud y la otra es la única que aborda y trata de hallar respuestas para todos los jóvenes del barrio. “Hay un desequilibrio: sólo dos que escuchan, y muchos agentes cuyo objetivo es controlar y reprimir”, destacó en forma anónima un referente del barrio.
Prefectura implementa el mismo plan que en Villa 31
El desembarco de prefectos en Alto Verde forma parte del Operativo Santa Fe implementado por esa fuerza. Si bien los uniformados de color caqui también están presentes en Costanera y la peatonal, sólo en Alto Verde desarrollan el programa “Barrios Seguros” del Ministerio de Seguridad de la Nación que tuvo su prueba piloto en la Villa 31 porteña.
Desde el Ministerio de Seguridad indicaron que el programa busca consolidar el bienestar integral y la seguridad en barrios vulnerables con altos índices de conflictividad social mediante la prevención del delito, el combate de la criminalidad organizada y la lucha contra el narcotráfico.
En las calles de tierra de Alto Verde, esto se tradujo en oficiales que caminan por las calles y pasillos en grupos de a tres y que también patrullan en dos camionetas. Fuentes de la fuerza aseguraron que tienen la orden de trabajar con los vecinos, de brindar cualquier tipo de asistencia y reprimir cualquier hecho ilícito que detecten. Para ello, tienen escucha del 911 y acuden en apoyo ante un llamado.
Esto es lo que la ministra Patricia Bullrich definió como “policía de proximidad” en su visita a la ciudad, y que los uniformados explican como “generar un acercamiento, lograr confianza en los vecinos”, explicó uno de ellos, mientras caminaba por la calle Demetrio Gómez.
El programa se implementa en tres etapas que contemplan diagnóstico (con selección del territorio y el relevamiento estadístico y situacional), intervención comunitaria en la prevención del delito (con abordaje integral de distintos niveles de gobierno y actores de la sociedad civil) y permanencia.
En Alto Verde, los prefectos buscan que los vecinos vean que no sólo trabajan con la Policía, que también buscan brindar contención social: “Queremos tener las herramientas, los contactos suficientes para poder brindar ayuda social y que el vecino se apoye en nosotros”, agregó uno de los prefectos sin dar sus datos personales. En este marco, los uniformados también realizan controles de ingreso al barrio e incluso cacheos a transeúntes en puntos clave del barrio.
La fuerza ya detectó que la zona más álgida es la comprendida entre las Manzanas 2 y 3, que por años fue arena de combate para enfrentamientos en la vía pública, y realiza controles especiales en esa zona.
“Acá hay gente que acostumbra a andar armada y los chicos naturalizan que el arma acompaña la vida cotidiana”.
Luis Alberto Martínez, director de la Escuela Thompson.
El último herido
A las 18.30 del sábado, tres disparos hirieron en la espalda a un joven de 21 años de Alto Verde, que fue trasladado al Hospital Cullen. Fue en las inmediaciones de la cancha de fútbol, en la Manzana 1.
Los vecinos indican que no se trató de un tiroteo sino de un intento de ejecución: “Vino uno solo y le pegó tres tiros a otro y se de dio a la fuga”, expresó una vecina en la red social del barrio, Noticias Alto Verde.