Juan Carlos Haberkon
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Tienen a su cargo el plantel superior de Liga Santafesina y la Reserva de AFA, respectivamente. Por ello, son piezas clave en el andamiaje de las inferiores sabaleras.
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Miguel “Chueco” Robledo y Ariel Segalla son dos personas cuyos nombres están emparentados con Colón. Porque a lo largo de los años supieron construir una trayectoria en la entidad rojinegra, cumpliendo distintos roles para los cuales los convocaron.
Hoy, como referentes del fútbol juvenil, llevan adelante un papel fundamental para el futuro de la institución. A diario, conducen a decenas de jóvenes que buscan cumplir el sueño que muchos persiguen pero no tantos consiguen.
Robledo, “el Chueco” como mejor se lo conoce en el ambiente santafesino, tiene una vasta experiencia en el fútbol amateur. Sus pergaminos incluso le valieron la posibilidad de carrera en el círculo profesional y hacerse un nombre en la Liga Santafesina como no muchos tienen el privilegio.
Precisamente, para hacerse cargo del primer equipo liguista, es que regresó a su gran amor. Actualmente, su equipo realiza una campaña de números discretos y que en la tabla no lucen. Pero esto no lo desespera, porque tiene en claro a qué debe apuntar.
Consultado al respecto, el DT sostiene que su tarea “consiste en potenciar a los chicos que vemos que pueden ser promovidos a la Primera de Liga, algo que no es sencillo porque es una categoría muy competitiva. Y a su vez darle fútbol a los de Reserva que Ariel (Segalla) y Pablo (Bonaveri) consideren que les hace falta”.
Como se señaló, Robledo es uno de esos hombres que se dicen “del riñón” sabalero. Él mismo se siente orgulloso de reconocer que en la institución cumplió innumerables roles y que en distintos procesos y con algunas interrupciones, lleva buena parte de su vida ligado a la entidad del barrio Centenario.
“Tuve muchas idas y vueltas pero llevo más de 15 años en el club. Y pasé por todos lados, participé en cuerpos técnicos de Primera división; pasé por todas las categorías de AFA y de la Liga Santafesina también. Donde se me necesitó, estuve”, indica.
Para cualquier entrenador, encabezar un plantel profesional es un sueño realizado. A él le tocó en tres oportunidades en Colón. Colaboró con Víctor Godano en su interinato como DT, luego a Pablo Morant y finalmente al “Alemán” Javier López, más acá en el tiempo.
Sin embargo, hoy se encuentra enfocado en el fútbol juvenil, donde no quedan dudas que las responsabilidades son diferentes. Sobre ello, analiza: “Estamos muy bien y lo refleja la calidad de chicos que llegan a integrar el plantel de Reserva y los que llegan a Primera. Lógicamente que uno quiere entrar a la cancha y ganar todos los partidos, pero el objetivo no es ése en la formación de jugadores”.
“Más allá del trabajo diario, también nos importa mucho ese entrenamiento invisible que es la formación integral. Muchos dicen que a ganar se enseña y en parte es cierto, pero a nosotros nos importa la otra parte también”, añade.
Producto propio
Ariel “Tapita” Segalla es santafesino y un producto de las canteras rojinegras. De allí, surgió para debutar en la máxima categoría durante el tramo final de la década del ’90 y luego desarrollar una carrera profesional que se extendió por más de 10 años. En ese lapso, jugó en el fútbol chileno, costarricense y guatemalteco, además de varios equipos del ascenso de nuestro país.
Trabajando en el club, no dudó en ponerse a disposición de Darío Franco a su arribo y también supo estar al lado de Ricardo Johansen para darle una mano cuando asumió en el tramo final del torneo pasado.
Desde su función de entrenador de la división Reserva de AFA, afirma que tiene a su cargo un plantel compuesto de “buenos jugadores”, que tienen “muchas ganas” de progresar. Según destaca, “en los últimos años se hizo un recambio con jugadores más chicos que tienen un gran nivel y se están preparando para dar el salto”.
Sin lugar a dudas, ése es el gran desafío con el que afronta la tarea diaria, saber que conduce a jóvenes que —en su gran mayoría— se encuentran en el paso previo a convertirse en profesionales.
En ese sentido, coincide con “el Chueco” Robledo, al señalar que “el trabajo apunta a la formación de los chicos y a que lleguen con mayores armas a integrar un plantel profesional. El ganar no es algo que quita el sueño, sino tratar de que los jugadores tengan cada vez más herramientas para desenvolverse en su carrera”.
Tenerlo enfrente tienta a preguntarle nombres que puedan estar pidiendo pista en el futuro próximo. Sin embargo, él prefiere guardar las formas y evitar respuestas que puedan interpretarse como una intromisión a las decisiones del cuerpo técnico de Primera.
“Sería irresponsable si diera nombres, pero sí puedo destacarte que en las últimas semanas subieron a dos chicos como Pérez y Bauza. Ellos venían trabajando muy bien, Montero los vio y decidió subirlos para que hagan su primera experiencia, que vayan conviviendo con el plantel y teniendo otro roce”.
En sí mismo éste es un paso importante para ellos. No obstante, “Tapita” recuerda que todavía tienen un largo camino por delante. “Es algo que les puede servir si ellos lo saben aprovechar y para eso es importante la personalidad del jugador. Si el chico tiene la mentalidad de querer crecer y ser profesional realmente, es una gran oportunidad la que se le presenta. Si se cree que por eso ya es jugador de primera, se está equivocando.
Distintas realidades
Tanto Miguel como Ariel son testigos privilegiados de la transformación que ha experimentado Colón a lo largo de las últimas décadas, al menos en lo que a infraestructura se refiere. Porque, aun cumpliendo distintos roles, ambos vivieron épocas que se contraponen a la realidad actual.
Esto no deja de ser una herramienta más que ellos deben poner al servicio de su labor de formadores. Por eso, no llama la atención que en la charla sean ellos mismos quienes traigan a colación una comparación entre el Colón que vivieron en sus respectivos inicios y el de estos tiempos.
“Uno ve el predio fantástico que tenemos y se acuerda de lo que era Colón en otros momentos. Ha crecido mucho en ese aspecto y eso a nosotros nos tiene que servir de referencia para saber a qué apuntar”, indica el DT liguista.
“Antes se hacía todo a pulmón, no estaban ni el predio ni las canchas ni los elementos de trabajo que tenemos ahora. Hoy, hay una gran pensión, un técnico por categoría, antes no teníamos ni entrenador de arquero. Es decir, al jugador se le trata de dar todo lo mejor posible para que lleguen bien preparados a ser jugadores profesionales”, añade el entrenador de la Reserva.
Para este último, las vivencias del pasado obligan a enseñarle a las nuevas generaciones a valorar lo que tienen. “Uno siente esa responsabilidad, porque vivió otras épocas. A los chicos hay que enseñarles que no es lo mismo tener una buena pensión, canchas y pelotas, a no tener esas cosas. Y también señalarles que no a todos les toca la posibilidad de contar con ellas”.
Hay por dónde empezar
Javier Díaz
En épocas de gastos excesivos y recursos escasos, las divisiones inferiores parecen ser la respuesta a la búsqueda de clubes sustentables. Formar futbolistas propios, mantenerlos algunas temporadas y generar una venta que permita recuperar la inversión y asegurar una ganancia, ésa es una ecuación que cierra por dónde se la mire.
Pero esta fórmula, que suena a ideal, suele chocar de frente contra la realidad. Porque optar por esa vía significa tomar el camino más largo e implica un riesgo que pocos se atreven a correr en un fútbol donde las exigencias reducen los procesos a lo que dura un puñado de partidos.
En el caso de Colón, la situación aparenta ser más compleja. Porque todavía hoy parece estar en la búsqueda de un rumbo que perdió con procesos que fueron precipitando ante el peso de la realidad.
Lo positivo es que hay por dónde arrancar, si la voluntad es tomar el sendero donde las urgencias deben quedar de lado y conceptos como “proyecto”, “objetivos”, “plazos”, “paciencia”, marcar el ritmo.
Un ejemplo es el predio ubicado a un costado de la Autopista. Ese espacio elogiado hasta el cansancio por Robledo y Segalla, que son quienes hoy trabajan para implementar ese modelo en la entidad del barrio Centenario y hubieran dado cualquier cosa por contar con un lugar así en sus comienzos.
A otro, lo aportan los casos de algunos “pibes” que en los últimos tiempos aparecieron en silencio y casi por obligación para aportar lo suyo en momentos complicados. Ellos son la prueba de que se puede confiar en el producto propio.
La clave está en el tiempo. En el que están dispuestos a darse quienes toman las decisiones y en el que conceden los múltiples factores externos que rodean al espectáculo más aclamado por los argentinos. Y también en la convicción con la que los primeros se embarcan en una empresa semejante.
Política de Estado
Enrique Cruz (h)
Colón ha experimentado en sus tiempos de crisis, la importancia del trabajo de base. No fue fruto de la casualidad que hayan aparecido los clarísimos ejemplos que le dieron aire económico al club cuando se encontraba ahogado, hasta desembocar en esta realidad llamada Lucas Alario, que puede ser determinante para conseguir el objetivo que se ha propuesto esta dirigencia: la salida del salvataje.
Con Rubén Rossi a la cabeza y un grupo de ex jugadores, se encaró un proyecto que rindió muchos frutos. Colón tiene un predio que es envidia del país y éste no es un detalle menor: es el principio, la base, el fundamento para el desarrollo de un trabajo serio en inferiores. Lo otro que importa es la convicción dirigencial para disponer de los recursos suficientes, algo que otras necesidades imperiosas y prioridades, quizás, llevaron a relegarlo en los últimos tiempos.
Es así. Trabajar para las inferiores es arduo y obliga a tener mucha paciencia, pero los resultados están a la vista. Nutrir el fútbol profesional como hoy se ve reflejado en jugadores como Conti, Poblete y Sandoval, pensar en que Leguizamón puede —y debe— volver a la consideración del entrenador y que en cualquier momento puede aparecer un “Alario”, es un objetivo en sí mismo. Cuesta, pero vale la pena.