Domingo Sahda
Domingo Sahda
“Tres muestras enuncian el nuevo plan museológico del Museo Provincial de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez”. Una suerte de manifiesto que define tres líneas conceptuales: las salas “Martín Rodríguez Galisteo” serán destinadas a la investigación y el trabajo curatorial en torno al patrimonio del Museo. La sala San Martín y sus laterales, un espacio para muestras que declaran la práctica artística como un espacio de producción, así como una plataforma de trabajo que relaciona el arte con el campo pedagógico; finalmente, en el primer piso, dos salas destinadas a los artistas jóvenes de la provincia de Santa Fe y otras geografías de la Argentina, planteando el espacio de exhibición como un lugar de colectividad y autogestión en diálogo con la institución”. (Analía Solomonoff, directora del Museo Provincial de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez”, impreso de mano que documenta los hechos que se mencionan).
Señalar a los lugares, a los espacios públicos por su sentido y pertenencia intrínseca destaca las acciones de significación social e histórica, y el concepto vertido por la novel directora de la institución mencionada merece reconocimiento y valoración, pues supone circunscribir las funciones, definir el rol y poner en actividad especifica una institución que demoró —justo es decirlo- un tiempo excesivo en ello.
Al margen de las redesignaciones de los espacios museológicos ya existentes, el hecho de real valía, específico de la institución desde su fundación es la muestra patrimonial curada por Guillermo Fantoni, ajustada con excelencia a la especificidad propia de la institución desde su creación debida al legado de Martín Rodríguez Galisteo a la sociedad santafesina muchos años atrás, en tanto que en las demás dependencias se ofrecen proposiciones alternativas que penosamente merodean la trivialidad y el “non sense”.
Las argumentaciones y justificaciones impresas en el resto del desplegable de mano que registra esta reapertura suponen argumentaciones rayanas en la “nada visual/conceptual” artística o estética. De este modo, a lo largo de toda una pared lateral del salón central, en muy grandes letras aparece la pregunta: ¿Qué es un Museo? Amerita señalar que la respuesta se explicita con claridad en el “Diccionario del Uso del Español” (Moliner, María/ Gredos Editorial/ Tomo II/Madrid España). La consular publicación explicita: “Museo: /del latin Museum/ Gr. Museion /De las musas./Lugar en el que se guardan objetos artísticos y/o colecciones científicas convenientemente colocadas para que sean examinadas”. “/Colección/Exposición/Gabinete/Galería”.
Se responde a la requisitoria planteada en el supuesto de ser la enorme grafía puesta en la pared toda una requisitoria fundante.
Valdría acotar que si este fundamento se hubiera respetado, no se exhibirían en el lugar tantas presuntuosas tonterías. Respetar las fuentes es un desafio sociocultural en este caso desatendido.
Al margen de las buenas intenciones de la nueva directora, quien aspira a definir su rol en el contexto cultural del medio, desde este espacio se hace referencia a la muestra patrimonial titulada “La luz en la tormenta / Arte moderno entre dos guerras”, integrada con obras del patrimonio oficial, seleccionada y ordenada por Guillermo Fantoni.
La muestra de excelencia constituida con obras patrimoniales, precisamente esas que duermen el “sueño de los olvidados”, tal cual se señaló desde esta columna hacia finales de agosto ppdo. en los depósitos del Museo, salen a la luz por la acción sensible e inteligente del curador, Guillermo Fantoni, quien con su trabajo permite apreciar el tesoro artístico literalmente negado a la apreciación ciudadana. Resulta difícil destacar una obra por sobre la otra, pues el conjunto es, literalmente, magistral, seleccionado y expuesto con evidente conocimiento y calidad. Enhorabuena.
Es de lamentar que esta muestra se produzca en un período del año en el cual es casi imposible establecer vínculos (visitas guiadas, recorridos grupales) con los estamentos educativos locales y cercanos, precisamente las generaciones futuras que justificaran ante la historia el sentido de las colecciones museísticas. La proverbial anomia del área educativa en este terreno forma parte de la “antología del absurdo” y de la supina ignorancia. Gobernar, ya se sabe, es sumar antes que restar. Los Ministerios de Educación y de Cultura, a más de las entidades gremiales representativas, deberían considerar y resolver este intríngulis provincial.
Con referencia a los otros supuestos espacios artísticos, educativos o lo que fuere (“Inventario”, “Lo que pasa durante”), el título y sus argumentaciones teóricas —opinables por cierto- superan con holgura aquello que se supone en exhibición. La presuntuosa tontería campea en cada sección, malgastándose el tiempo en eventuales recorridos insulsos. Empujados por la proverbial impericia juvenil, titulan espacios que no brindan nada de interés o valor al ocasional visitante.
Al margen de toda otra consideración, el museo reabierto exhibe el vacío y el silencio como logros mayores. Es de esperar que a futuro cercano y por consideración y respeto a la comunidad que sostiene con sus impuestos el precitado museo, el mismo vuelva a ser la referencia cultural que fue por décadas, en beneficio de la comunidad, hoy menoscabada por lo que en estos momentos se exhibe en sus espacios.