Plana. Llana. Rodeada de agua y de defensas. Con un crecimiento desordenado que afianzó barrios enteros de viviendas sin la mínima infraestructura. Con varias inundaciones en su haber y un largo listado de obras en el debe.
La ciudad ha tenido un crecimiento desordenado que afianzó barrios enteros de viviendas sin la mínima infraestructura.
Plana. Llana. Rodeada de agua y de defensas. Con un crecimiento desordenado que afianzó barrios enteros de viviendas sin la mínima infraestructura. Con varias inundaciones en su haber y un largo listado de obras en el debe.
Ésa es la situación de la capital provincial, por lo cual los problemas de anegamiento se repiten en muchos barrios, según la intensidad de las lluvias, la altura de las napas o el nivel de crecida de los ríos.
Desde hace casi 10 años, después de las trágicas consecuencias que provocaron las inundaciones de 2003 y 2007, la gestión del riesgo hídrico es una política del Estado municipal. Y cada año se busca que la ciudad esté mejor preparada para afrontar estos fenómenos climáticos, destinando millonarios recursos para construir nuevos sistemas de desagües y para el mantenimiento de los que ya existen.
Con las obras que están en marcha, se están invirtiendo más de mil millones de pesos con fondos de las tres jurisdicciones. Juntos, los Estados nacional, provincial y municipal, entendieron que este tipo de obras, por más que queden bajo tierra y no se vean, son prioritarias para mejorar de modo sustancial la calidad de vida de los vecinos de la ciudad de Santa Fe.
En el año 2000, el Instituto Nacional del Agua (INA) terminó de delinear el Plan Director de Desagües de la ciudad, a la que subdividió en 26 cuencas. Luego, en 2010, presentó el de la Costa, donde el atraso en materia de infraestructura hídrica es mayor y los vecinos sufren anegamientos por períodos más prolongados. En parte, porque la falta de planificación inicial no propició una ocupación ordenada de un territorio vulnerable.
Los primeros desagües de ese plan se iniciaron recién entre 2006 y 2007, pero demoraron varios años en terminarse, muchos más que lo estimado inicialmente. Hoy, casi 10 años después, el 40% de esa proyección está ejecutada, según estimaciones de la Secretaría de Recursos Hídricos de la Municipalidad de Santa Fe.
Y los resultados comienzan a verse. El 26 de diciembre pasado cayeron 100 milímetros y no hubo familias evacuadas, sí problemas históricos. Además, la extensa emergencia hídrica y climática del primer semestre de 2016 se focalizó, principalmente, en tres barrios de la ciudad: Colastiné Sur, donde no hay una defensa consolidada y las viviendas están asentadas sobre un terreno bajo, de modo que al crecer el río el agua filtra por las napas; La Vuelta del Paraguayo, el primer lugar que tiene problemas cuando crece el Paraná; y algunos sectores del norte, también asentados en terrenos bajos o sobre reservorios. El resto de los vecinos de la ciudad no tuvo inconvenientes.
Para algunos de estos sectores, ya hay en marcha soluciones habitacionales, que implican una reubicación a zonas con cota segura. Y este año, se espera redoblar las inversiones para construir nuevos desagües: en el municipio se elaboran proyectos por otros mil millones de pesos para que los financie el gobierno nacional, con un plan de metas concretas hacia 2019; plan que también incluye fondos provinciales y municipales. Así se espera llegar con al menos una obra clave de las 26 cuencas e ir cumpliendo el Plan Director.
Alcanzar esta meta debe ser una prioridad política. Los vecinos de Santa Fe merecen librarse del padecimiento que cada lluvia plantea, porque cuando hay desagües se puede llegar con el pavimento y el resto de los servicios. Y eso, sin dudas, dignifica.
Es un objetivo que costará cumplir. Pero si el esfuerzo mancomunado de quienes tienen el poder de decidir las inversiones sigue por este camino, la ciudad estará en mejores condiciones de afrontar los referidos fenómenos y, finalmente, urbanizar sus barrios más postergados.