Juan Ignacio Novak
A 60 años de su muerte el actor de “Casablanca” (1942) conserva su lugar como uno de los rostros icónicos que tuvo el cine durante la primera mitad del siglo XX.
Juan Ignacio Novak
“En el Oeste -decía un periodista en ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ de John Ford- cuando la leyenda supera la verdad, publicamos la leyenda”. En el Hollywood clásico, podría arriesgarse, también. El caso de Humphrey Bogart, de cuya muerte se cumplen 60 años el 14 de enero, lo demuestra. Las anécdotas sobre su vida y obra (como aquella que señala que durante el rodaje de “La reina africana” todo el equipo se enfermo excepto él y el director John Huston, que sólo habían bebido alcohol, sin probar siquiera el agua) forman parte conocida de su biografía tanto como cualquier dato duro, como la cantidad de películas que filmó o las veces que estuvo nominado al Oscar.
Es probable que la imagen más perdurable de Boogie sea la de su personaje Rick Blaine de traje blanco, tomando whisky, fumando sin parar y haciéndose el recio para olvidar a Ilsa en “Casablanca” (1942). Pero sería un error confinarlo a esta (por otra parte, magnífica) interpretación, ya que no traduce con exactitud el estilo del actor. Sus creaciones en “Altas sierras” (1941), “El tesoro de la Sierra Madre” (1948), “En un lugar solitario” (1950) y “El motín del Caine” (1954) resultan más representativas, en tanto carecen del heroísmo poético de Rick, se identifican mejor con cierto anómalo cinismo.
Mucho contribuyeron a alimentar el costado mítico de Bogart sus personificaciones de los detectives Sam Spade y Philip Marlowe (el primero creado por Dashiell Hammet, el segundo por Raymond Chandler) en “El halcón maltés” (1941) y “Al borde del abismo” (1946), las cuales configuraron su aporte más significativo a la evolución del cine negro. Contribución que también se hizo manifiesta en “La senda tenebrosa” (1947), basada en una novela de David Goodis, y “Huracán de pasiones” (1948), dirigida por John Huston, con otro ícono del noir (Edward G. Robinson) como parte del elenco.
El tiempo pasará
Quizás Bogart sea la estrella masculina más importante del cine del siglo XX, o al menos de su primera mitad. El adverbio no es casual, ya que medir a Bogart con Cary Grant, James Dean, Marlon Brando o Gary Cooper entraña obvias dificultades. Sin embargo Boogie continúa siendo un ícono, en buena medida porque la parte más significativa de su carrera (antes, como el mismo afirmó una vez, fue “tiroteado en doce películas, electrocutado o ahorcado en ocho y presidiario en nueve”) arrancó carrera tardíamente, cuando tenía 42 años. Y supo utilizar las huellas del paso del tiempo (aparente contratiempo en el caso de una estrella de cine) en su favor. Su aspecto curtido es tan emblemático como la voz nasal, la gabardina, el sombrero Fedora y el perpetuo cigarrillo.
Entre la realidad y el mito se ubica la relación sentimental de Bogart con la actriz Lauren Bacall, fallecida en agosto de 2014 a los 89 años. Lo cierto es que estuvieron casados durante doce años, tuvieron dos hijos, filmaron juntos cuatro películas entre 1944 y 1948, formaron parte del grupo de actores que protestó contra el McCarthysmo y se dedicaron frases de antología en la pantalla (“Si me necesitas, silba...”, en “Tener y no tener” (1944).
Escena final
Solvente para los roles de hombres duros, retraídos y solitarios, Bogart no se sintió tan cómodo en la comedia. En “Sabrina” (1954), por ejemplo, en el duelo interpretativo que protagoniza con William Holden, este último sale triunfador. Algo similar ocurre en “No somos ángeles”, de Michael Curtiz.
El último film de Bogart (lamentablemente más recordado precisamente por esta particularidad, en desmedro de sus méritos artísticos) fue “La caída de un ídolo” (1956), de Mark Robson. Bogart encarna a Eddie Willis, viejo y descreído periodista al que contratan como agente de prensa para hacer popular a un Toro Moreno, un boxeador forzudo, pero con pocas luces, del cual llegan a decir: “Ni pega ni aguanta un golpe. La combinación perfecta”. La última escena que el actor rodó en este mundo, cuando se desprende de sus ganancias para entregarselás al púgil estafado, es memorable. Todo un legado.
Oscar
Bogart compitió tres veces por el Oscar al Mejor Actor, ganando uno de ellos, por “La Reina Africana” (1951), ocasión en la que venció a Arthur Kennedy, Fredric March, Montgomery Clift y Marlon Brando. Estuvo nominado por “Casablanca” (1943), pero el premio se lo llevó Paul Lukas por “Watch on the Rhine”. Y también fue candidato por “El motín del Caine” (1954). Esta vez, la estatuilla dorada quedó en manos de Marlon Brando, por “Nido de ratas”.
Rareza
“La burla del diablo” (Beat the Devil) es una película curiosa protagonizada por Humphrey Bogart. No tanto por el argumento, donde se entremezclan aventuras, intriga y comedia en un pueblo italiano. Sino por la extraña reunión de artistas que se produjo los diferentes rubros del film: el director fue John Huston, el guión lo escribió Truman Capote, el director de fotografía fue Oswald Morris -quien años más tarde intervendría en clásicos como “Los cañones de Navarone” (1961) y “Lolita” (1962)- y junto a Bogart actúan la actriz italiana Gina Lollobrigida y el húngaro Peter Lorre, quien compartió elenco con Bogart en “Casablanca” y “El halcón maltés”, en papeles pequeños pero memorables.
Aniversarios
Hoy (14 de enero) también se cumplen 30 años desde el fallecimiento del director Douglas Sirk, conocido por sus melodramas de los años ‘50 como “Imitación a la vida” y “Escrito en el viento”. Y 40 desde la muerte de Peter Finch, inglés que se convirtió en 1977 en el primer actor en ganar un Oscar póstumo en la categoría Mejor Actor.