El Litoral
El español venció a Raonic en sets corridos. Por un lugar en la final, enfrentará a Dimitrov.
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DPA
Rafael Nadal dio un paso de gigante en su intento por conquistar su décimo quinto Grand Slam al tumbar en los cuartos de final del Abierto de tenis de Australia al canadiense Milos Raonic.
El número nueve del mundo, que llevaba 32 meses sin pisar las semifinales de un grande, derrotó por 6-4, 7-6 (9-7) y 6-4 al tercero del ranking cumpliendo de principio a fin con el plan que se había trazado: ser agresivo.
Nadal se medirá el viernes por un billete a la final a un Grigor Dimitrov que había arrollado antes al belga David Goffin por 6-3, 6-2 y 6-4. El español ganó siete de los ocho enfrentamientos previos ante el búlgaro.
Nadal busca en Australia su primer Grand Slam desde Roland Garros 2014, una corona que le dejaría a tan sólo dos del récord de 17 del suizo Roger Federer, que chocará mañana en la otra semfinal de Melbourne a su compatriota Stan Wawrinka.
El triunfo sobre Raonic, en dos horas y 44 minutos, dejó además abierta la puerta a una posible final entre Nadal y Federer. Protagonistas de una rivalidad legendaria, los ex números uno jugaron ocho finales de Grand Slam, pero la última fue hace ya casi seis años.
Con su victoria de hoy, Nadal avanzó por vigésimo cuarta vez en su carrera a las semifinales de un grande, la quinta en Australia. Así, el español contará con al menos cinco semis en cada uno de los cuatro Grand Slam.
Si gana el título el domingo, el español escalará al número 4 del mundo. Además, ya tiene asegurado al menos el sexto lugar a menos que Dimitrov, su próximo rival, se alce con el título.
La victoria de Nadal ante Raonic fue toda una inyección de moral para el ex número uno del mundo: el canadiense era el jugador mejor posicionado del ranking que quedaba en el cuadro -Andy Murray y Novak Djokovic cayeron en la primera semana- y hace dos semanas lo había eliminado en Brisbane.
Raonic era un termómetro perfecto para conocer en qué punto se encontraba la recuperación de Nadal, que estuvo las dos últimas temporadas fuera de la pelea por los grandes títulos por problemas físicos y de ansiedad.
"Si no soy agresivo, estoy muerto", dijo Nadal, de 30 años, tras avanzar a cuartos de final. Y como quería estar vivo, cumplió al pie de la letra. Fue valiente, atacó los servicios de Raonic y movió por toda la pista al gigante canadiense.
El duelo se inició con el escenario ideal para el español, que acertó las direcciones de los saques de Raonic y colocó muchos restos en pista. Era un primer paso primordial para hacer dudar al canadiense.
Sin embargo, el primer break del partido, a favor de Nadal en el 3-3, no llegó por las dudas de Raonic con su saque. El ex número uno consiguió la rotura en un juego en el que el canadiense conectó cinco primeros saques, uno de ellos 227 kilómetros.
No dejó escapar la oportunidad Nadal, que el día anterior se había preparado para el duelo restando saques del ex tenista australiano Mark Philippoussis a más de 200 por hora.
El segundo set Raonic hizo saltar por un momento las alarmas al pedir un tiempo médico con 3-2 arriba en el marcador. El canadiense no tenía aparentemente ningún problema físico y fue tratado en el vestuario, por lo que la duda no quedó resuelta.
Mientras tanto, Nadal se tapaba con una toalla y se movía para no perder el ritmo. Hacía frío en la noche de Melbourne, donde el termómetro bajó considerablemente. Hace dos días, Nadal batió a Monfils con una humedad y un calor sofocantes. Hoy era todo lo contrario, antojos del extraño verano australiano.
Sin rastro de molestia ninguna, Raonic tuvo en su mano el segundo parcial. Disfrutó de tres pelotas de set al resto con 5-4 y después otras tres en el tie break. No pudo convertir ninguna. Y Nadal, a la primera ocasión, se apuntó el set para dejar a Raonic al borde del KO.
El canadiense, que llegó a meter un segundo servicio a 207 kilómetros por hora -el saque más rápido en el torneo no superó los 200-, logró mantenerse en el partido hasta que entregó su servicio en el décimo juego del tercer set. Nadal cayó de rodillas al suelo y se llevó las manos a los ojos. Está de vuelta en las semifinales de un grande.