Cuando en 2007 comenzaron a realizarse en la ciudad de Santa Fe los primeros controles de alcoholemia, se trató de una novedad que incomodó a algunos y que sorprendió a otros. Por entonces, apenas si se efectuaba un operativo por semana con estas características.
Diez años después, todos los habitantes de esta ciudad son absolutamente conscientes de que no deben ingerir alcohol antes de conducir y que en cualquier momento pueden toparse con un control de alcoholemia. Lejos del asombro o de la incomodidad iniciales, la metodología se convirtió en algo absolutamente naturalizado por todos. Un proceso similar se vivió en la mayoría de las ciudades importantes del país.
Sin embargo, pronto quedó en claro que estos sistemas resultaban insuficientes: en muchos casos, los encargados del control se encontraban frente a conductores con sus capacidades psicofísicas evidentemente afectadas, pero los test no revelaban la presencia de alcohol en sangre.
El motivo de estas circunstancias era claro. Estos conductores no habían ingerido bebidas alcohólicas, pero sí habían consumido drogas prohibidas o, incluso, legales, en cantidades suficientes como para entorpecer sus capacidades de manejar un vehículo. De esta manera, no sólo ponían en riesgo sus vidas, sino que también representaban un peligro para los demás.
Sin embargo, podían seguir conduciendo porque los test no lograban detectar la intoxicación. Con el auge del consumo de estupefacientes, este tipo de situaciones comenzó a repetirse cada vez con mayor asiduidad.
Por este motivo, la reciente incorporación de tecnología que permitirá desde este fin de semana realizar controles de narcolemia en la ciudad de Santa Fe representa una noticia alentadora.
Hace algunas semanas, operativos de estas características comenzaron a realizarse en la ciudad de Rosario. Durante la primera experiencia, se llevaron a cabo 16 pruebas sobre conductores de motos y autos -en general tenían entre 18 y 25 años-. Y en el 25% de los casos se detectó que habían consumido cocaína, marihuana o ambas drogas.
No es casual que se haya encontrado un porcentaje tan alto de consumidores de estupefacientes. Es que, en realidad, el test de narcolemia no se realiza a todos los conductores controlados, sino sólo a aquellos que manifiestan problemas psicomotrices, pero aun así la verificación de alcoholemia arroja resultados negativos.
En la ciudad de Santa Fe, incluso, se dará la particularidad de que no será un agente municipal el que decida quién debe ser testeado, sino que esta decisión estará en manos de médicos apostados en el lugar de los operativos de tránsito. Así, se busca reducir los márgenes de error, ya que los reactivos utilizados para este tipo de pruebas tienen un elevado costo.
Una de las primeras ciudades en incorporar esta tecnología fue Bahía Blanca, en agosto de 2015. Durante el primer semestre de operativos, los resultados arrojaban un dato sorprendente: el 10% de los conductores que fueron controlados manejaba bajo los efectos de alguna droga. Esto representa un porcentaje similar a lo que sucede con la ingesta de alcohol, lo que refleja la gravedad del problema.
Nada hace suponer que el consumo de drogas se reduzca en el corto o mediano plazo. Por eso, ante la multiplicación de este fenómeno, la incorporación de los test de narcolemia representaba una necesidad urgente. La decisión adoptada desde el Concejo Municipal e implementada desde el Municipio, va en el sentido correcto.