Por María Luisa Miretti
Por María Luisa Miretti
“La pregunta ‘qué es un lector’ es, en definitiva, la pregunta de la literatura”. El último lector, p. 25 (*)
Ricardo Piglia (Adrogué 24/11/1941) murió el pasado 6 de enero. Sabíamos de su enfermedad (ELA) que padecía estoicamente y sobrellevaba dirigiendo su obra entre asistentes, con la idea de distribuirla a modo de legado y así poder terminar su tarea. No hay despedidas, solía decir, sino bienvenidas. Y en ese interín partió, mansamente, dejándonos sin tutela, porque con él aprendimos a leer, a orientar nuestras lecturas, a aclarar ciertas cuestiones teóricas, incluso a tirar por la borda lo inútil o superfluo y -muy egoístamente- ya lo estamos extrañando.
Tuvimos la oportunidad de estar juntos en Tecnópolis y en el Foro Internacional de la Fundación Mempo Giardinelli. Era un encanto de ternura y generosidad, aun con cierto cansancio manifiesto, dispuesto al diálogo, a la sonrisa y al intercambio. ¡Era un maestro!
“El cuento es un relato que encierra un relato secreto” afirma en su Tesis sobre el Cuento y continúa con sus convicciones sobre Chéjov, la teoría del iceberg de Hemingway, insistiendo con que lo más importante nunca se debe contar, ya que la historia secreta se debe condensar en lo “no dicho”, porque allí está la clave de la literatura.
Horas escuchándolo hablar o leyéndolo, porque siempre ha sido una brújula, ha marcado rumbo en quienes investigamos y rastreamos en el campo de las letras, o simplemente amamos ese maravilloso arte de leer.
“El cuento debe hacer aparecer lo que está oculto”, de lo contrario no sirve, solía decir y es verdad, ya que la literatura es sugerencia, es metáfora, es poética, nunca debe ser explícita. De ahí que, tal como aseguraba en su Tesis sobre el Cuento, un cuento siempre tiene dos historias (el relato visible y el secreto, el narrado de modo elíptico y fragmentario y la historia superficial), por lo tanto el gran desafío del lector es desentrañar lo que está entre líneas, porque ahí está lo más valioso para la interpretación literaria.
“Polonio le pregunta qué está leyendo. ‘Palabras, palabras, palabras’, contesta Hamlet. El libro está vacío, lo que importa es el acto mismo de leer, ésa es la función en la tragedia” (“El último lector”, p. 37 Anagrama, 2005) y en ese acto mismo de leer es donde Piglia ha cimentado el arte de leer, ese valioso sendero, cuyo legado hemos heredado y que tendremos que seguir alimentando.
(*) Ricardo Piglia, “El último lector”, p. 25. Buenos Aires. Anagrama, 2005