Cuini Amelio Ortiz
El Festival Internacional de Cine de Berlín atraviesa su recta final.
Cuini Amelio Ortiz
(Desde Berlin)
Gran expectativa hubo este miércoles con el filme en competición “Return to Montauk” (Regreso a Montauk) del veterano del cine alemán Volker Schlöndorff. La película comienza con un primer plano del grandioso actor sueco Stellan Skarsgard, quien cuenta una historia intimista acerca de lo que su padre le dijo pocas semanas antes de morir, y uno tiene la sensación de que un gran filme está iniciando. Todo lo que viene luego es pura decepción. El protagonista no consigue decidirse. Y la certeza de que uno se ha aburrido contundentemente durante 110 minutos viendo un trabajo del mismo director del “Tambor de Hojalata” o “El silencio después del disparo” es algo que decididamente sorprende.
Luego le tocó el turno a España en esta competencia con Alex De La Iglesia, amado y odiado por partes iguales, lo cual no deja de ser democrático, y todo lo que resulta democrático es alentador hoy en una Europa donde se respira un tufillo populista por todas partes. Lo cierto es que “El Bar” —así se llama la película- es una de género bien “trash”, a lo que De La Iglesia nos tiene acostumbrados desde siempre, pero se debe necesariamente reconocer que en este caso se trata de un “trash” muy bien hecho. Impecables trabajos actorales, entre ellos el argentino Alejandro Awada.
Y en la muestra paralela Forum, una vez más un filme del todo inusual emergió con “El Teatro de la Desaparición”, una narración en clave documental del rosarino Adrián Villar Rojas. Las imágenes haban de un planeta, el planeta en que vivimos, desde perspectivas muy diferentes. Un primer acto en la zona desmilitarizada entre Corea del Sur y Corea del Norte es algo así como un estudio de lo cotidiano enfocando detalles que, si no los ubicáramos a través de la cámara, difícilmente los tendríamos en cuenta. El segundo bloque nos transporta en primer lugar a una manufactura de cerámicas en Marruecos y el ritmo narrativo cambia abruptamente. Y en el capítulo tercero, una cámara en mano desgarra el tiempo y las imágenes en sitios que aparentemente tienen que ver unos con los otros. Cada acto es diferente. El común denominador es el interés en descubrir el mundo y su riqueza en cada uno de los tres bloques.