Mili López
El eximio saxofonista y clarinetista cubano llegará a nuestra ciudad para tocar junto a la Santa Fe Jazz Ensamble, en el marco del 20° Festival de Jazz. Aquí, un adelanto sobre el repertorio, un recorrido por los momentos memorables de su carrera y reflexiones sobre el universo musical y sus ámbitos educativos.
Mili López
El dato para la agenda es que el reconocido saxofonista y clarinetista Paquito D’Rivera se va a presentar junto a la Santa Fe Jazz Ensamble en el escenario del Centro Cultural Provincial, Junín 2457, en un concierto que será memorable para la historia del jazz de Santa Fe. La cita es el domingo 19 de marzo a las 21, en el marco del 20 Festival de Jazz de Santa Fe.
La historia es la concreción de un encuentro dilatado por más de diez años. El primer contacto fue antes del cambio de milenio, en un recital del músico cubano en Paraná; luego una tocata conjunta en Buenos Aires con promesas de la participación de la big band santafesina en el Festival Internacional de Jazz de Punta del Este, que dirige artísticamente Paquito.
En 2001, los músicos de Santa Fe alquilaron un colectivo y se fueron a Punta del Este a hacer realidad un sueño y escribir una nueva página de su historia. “Son gente muy entusiasta y hacía años que estábamos gestando esto y por fin va a salir” comenta Paquito D’Rivera desde su casa en Nueva York. “Recuerdo que ellos fueron en un bus, no sé cuántas horas de viaje y llegaron con un entusiasmo tremendo y tocamos juntos en un bello concierto”.
—¿Cuál será el repertorio que van a interpretar con la big band en Santa Fe?
—Hay algunos arreglos orquestales de algunas piezas mías, también una versión de “Libertango” de Astor Piazzolla y composiciones del trompetista Claudio Roditi. Vamos a tocar algo de Thelonius Monk porque este año se celebra el centenario su nacimiento y el de Dizzy Gillespie, así que vamos a homenajearlos... Va a ser una celebración muy divertida, algunas cosas no se sabe qué va a pasar, porque el jazz es mucho de improvisación (risas).
—Nombraste a Piazzolla y el tango ha sido un camino recorrido dentro de tu música, ¿quiénes son los compositores o músicos que te emocionan de la música argentina?
—He estado muy ligado a los músicos argentinos desde que llegué a Nueva York. Uno de mis pianistas favoritos que tocó en mi quinteto fue Jorge Dalton y también entablé amistad con Carlos Franzetti, Daniel Freiberg y con Jorge Calandrelli, el gran arreglador de Bárbara Streisand y Yo Yo Ma, y de Tony Bennett. Mi vida estuvo muy ligada a los músicos argentinos y hasta llegué a grabar en un disco de Piazzolla.
—Tu búsqueda artística tiene como sello la convivencia de la música latina con el jazz, ¿en qué radica la riqueza de este encuentro?
—La contribución de los músicos latinoamericanos a la música norteamericana ha sido extraordinaria, sobre todo al jazz. Jelly Roll Morton ya hablaba sobre lo que él llamó “The spanish pinch in American Music”, o sea, el toque hispano en la música norteamericana, sobre todo en el jazz. La contribución como la del Gato Barbieri, Tito Puente, Bebo y Chucho Valdés, Michel Camilo, y tantos de nosotros. Tantos “agentes ilegales” (risas) que han contribuido a la música y a la economía de este país. Por eso vale la pena rendirle tributo en cada actuación...
—En este sentido, Irakere fue un grupo emblemático con su mezcla explosiva de jazz, rock, clásica y música cubana, ¿qué significó para vos y para el jazz?
—Irakere fue una parada importante para mi carrera, y con el tiempo me he dado cuenta de que me identifica ante muchas personas. Nosotros no esperábamos que iba a explotar de esa forma, que iba a ser algo tan significativo, tan importante en la historia de la música del jazz y de la música popular en general. Uno trabaja y contribuye lo mejor sin esperar nada, y a veces salen cosas extraordinarias: Irakere fue una de ellas.
Música sin límites
Ecléctico en sus propuestas musicales, Paquito D’Rivera se mueve como pez en el agua tanto en la música clásica como en la popular. Su agenda está plagada de conciertos solistas con Orquestas Sinfónicas de distintas partes del mundo, recitales con su quinteto de jazz latino, actuaciones junto a Armando Manzanero presentando el disco que grabaron a dúo, conciertos junto a la formación de cámara del Quinteto Cimarrón y la lista continúa interminable.
A cada proyecto le pone el cuerpo y el corazón. “Me crié en eso, mi padre era un saxofonista clásico que le gustaba la música de jazz, crecí tocando todo tipo de música”, dice. Su pasión radica en reivindicar a la música de América a una mayor prominencia. No en vano dos de sus composiciones más célebres son “Gran Danzón” para la Filarmónica de Rotterdam y “Panamericana Suite”, estrenada en el Lincoln Center de Nueva York. Su objetivo es el encuentro entre estos dos universos musicales.
“Pienso que es un error lo que ha estado sucediendo durante tanto tiempo entre los músicos clásicos y los músicos de jazz, que se ignoran unos a otros, por eso es tan difícil para los clásicos entender la síncopa, una cosa tan sencilla y por otro lado, los músicos de jazz se están perdiendo los siglos de tradición y escuela que tienen los clásicos. Me gusta la mezcla y experimentar de un lado y del otro: me gusta la música de Piazzolla, de Jobim y de Mozart, de Bártok”.
—Aquí aparecen las discusiones en cuanto a los programas de estudio de los conservatorios...
—El error más grande está en dividir la educación popular de la educación clásica, la música es la música y debemos estudiar cualquier tipo de música. Yo recuerdo que cuando Piazzolla fue a estudiar con Nadia Boulanger, ella le dijo: “Tienes que ponerte a trabajar en algo que tenga los ritmos de tu país y tomando eso vestirlo de gala con lo que te voy a enseñar”. Hay que ampliar los conocimientos y hacer que el teléfono suene más (risas).
—Otro punto es el lenguaje musical, la “fórmula del swing”...
—Cuando vine a Nueva York, me enamoré de la música del Brasil, son los que mejor combinan melodía, armonía y ritmo. Claudio Roditi me enseñó cómo mezclar el bebop con el samba, y no hay otra que meterte de cabeza en eso. Hay una clarinetista israelí que toca el samba como si hubiese nacido en la favela de Río de Janeiro. No hay que ser austríaco para tocar a Mozart, hay que tener dedicación y talento.
Bonus track
Con 69 años, ha convivido con la música desde los seis. Con más de 30 discos solistas, colaboraciones en distintos grupos de música popular y su confirmación como compositor en piezas orquestales, viaja por todo el mundo y ha tocado con los máximos exponentes del jazz, la música clásica y la música latinoamericana.
—¿Qué es la música?
—Para mí la música es todo. Un amigo mío, el productor madrileño José Luis Rupérez, hizo una prueba y convenció al 99 por ciento de las emisoras de España para que no pasaran música en la radio en todo un día. Los resultados fueron tremendos, la gente estaba triste y deprimida. No se puede vivir sin música, sería una catástrofe.