Por Jenny Tobien
Por Jenny Tobien
DPA
En el Mobile World Congress (MWC) de Barcelona, se presentan los últimos modelos de smartphones y tabletas, en eventos convertidos en auténticos espectáculos. Se trata de un negocio multimillonario, pero muchos olvidan que a menudo tiene consecuencias negativas para el medio ambiente.
“Con sus aparatos efímeros y sus ciclos de producción innecesariamente rápidos, los productores infligen grandes daños medioambientales e imponen condiciones de trabajo catastróficas”, afirma desde la ciudad española Manfred Santen, experto en electrónica de la ONG Greenpeace.
Según los expertos, desde que hace diez años se fabricó el primer iPhone se han vendido más de 7.000 millones de teléfonos inteligentes y muchos de ellos ya son basura electrónica.
Santen insta a Samsung, Apple, Huawei y el resto de fabricantes a desarrollar productos más fácilmente reparables y con módulos que puedan cambiarse. “Cada smartphone reparado ahorra recursos”, advierte.
¿Por qué es tan problemática la fabricación de estos aparatos? Para su producción se utilizan valiosos metales nobles y las llamadas tierras raras, que se extraen utilizando productos químicos nocivos para la salud. La búsqueda de una cantidad cada vez mayor de materias primas también supone graves daños para la naturaleza y puede conllevar la desaparición de esos recursos.
Consumo energético
A ello se une el enorme consumo de energía. Según Greenpeace, en los últimos diez años la producción de smartphones requirió 968 teravatios hora de electricidad, lo mismo que consume toda India en un año. “Teniendo esto en cuenta uno debería preguntarse si necesita un contrato con el que cada año le regalen un nuevo teléfono”, apunta Santen.
Empresas como Fairphone o Puzzlephone promueven un planteamiento sostenible. “En el Congo, la gente arriesga la vida en las minas para extraer minerales y que los consumidores puedan tener cada vez smartphones más planos y novedosos”, explica el fundador de Fairphone, Bas van Abe. “Nosotros nos preguntamos: ¿cómo crear un smartphone con el que se pueda cambiar algo?”. Así, la empresa fabrica aparatos con módulos intercambiables y fáciles de reparar.
Fairphone ha vendido hasta ahora 125.000 terminales y fue premiada por intentar producir sin explotar la naturaleza ni a las personas e impulsar un movimiento de “electrónica justa”.
También otros expertos saludan la fabricación de aparatos modulares y con una mayor vida útil. “Los mayores efectos en la naturaleza proceden de la fase de producción del teléfono, sobre todo de la producción de tarjetas de circuito impresas y semiconductores. La batería, la pantalla y la carcasa tienen una menor influencia”, explica Karsten Schischke, de la organización de investigación alemana Fraunhofer-Gesellschaft.
No dejarse tentar
Si la vida útil de los smartphones se elevase hasta los cinco años la influencia en el calentamiento global se reduciría en un 30 por ciento, gracias a la reducción en la emisión de dióxido de carbono.
Pero casi todos los dispositivos se utilizan durante menos tiempo, algo de lo que son responsables las empresas pero también los clientes, que buscan las últimas tendencias. En Alemania, por ejemplo, sólo el 12 por ciento de la población tiene un smartphone de más de dos años, según una encuesta de la asociación Bitkom.
Otro problema es el reciclaje. “Hay que obligar a las empresas a retirar los smartphones rotos y reciclarlos”, apunta el experto de Greenpeace. Según la Universidad de Naciones Unidas, en 2014 hubo 22,1 kilogramos de basura electrónica por persona en Estados Unidos y a nivel global se generaron 41,8 millones de toneladas de este tipo de desperdicios.
Un mal reciclaje supone graves perjuicios para la naturaleza. Y los smartphones son problemáticos incluso en las plantas de reciclaje, ya son de difícil desmontaje debido a su diseño, sobre todo al uso de tornillos especiales y de baterías no extraíbles.
A pesar de todo, Santen también reconoce algunos avances. Por ejemplo, el director ejecutivo de Apple, Tim Cook, ha apostado mucho por las energías renovables y en los últimos años, hizo claros avances en la protección medioambiental.
Una de las empresas problemáticas sería Samsung. El pasado domingo, durante la presentación de sus nuevos productos en el MWC, un activista de Greenpeace consiguió subir al escenario y desplegar una pancarta con el lema: “Reutilizar, reciclar, repensar”.
Tras el desastre del Galaxy Note 7, los surcoreanos tuvieron que retirar del mercado millones de smartphones pero, según Santen, “todavía no hay un plan convincente para su eliminación o reutilización”.