Gastón Neffen
Un grupo de guardavidas hizo un balance de los problemas que detectaron este año en las playas.
Gastón Neffen
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El domingo a la tarde, en la mitad del feriado “extra largo”, la sensación térmica superaba los 50º en el Espigón 1. La cumbia marcaba el ritmo en la arena y todo el mundo quería estar adentro del agua. En un momento, un tipo de unos 40 años, mira a los guardavidas y antes de entrar a la Setúbal, les confiesa: “Por favor mírenme porque estoy borracho y drogado”.
Hace algunas semanas, otro hombre —en un estado de confusión parecido— decidió hacer un “clavado” en los piletones del Parque Garay, en un sector donde el agua apenas llega a la cintura. Se golpeó y se raspó la cabeza contra el piso; quedó tan “mareado” que lo tuvieron que “rescatar” los guardavidas.
En los mismos piletones, otra señora “confundida” pensó que se ahogaba cuando se resbaló y cayó de “culata” al agua. Sentada, con el agua al cuello, comenzó a pedir auxilio. Cuando lograron ponerla de pie, para sacarla de la pileta, el nivel del agua apenas le llegaba a la cintura.
Desde hace años, los balnearios de la ciudad tienen problemas de infraestructura y limpieza. También muestran, lo sucios que pueden ser los santafesinos. Pero de los relatos de los guardavidas también emergen historias de violencia, adicciones y de una creciente falta de responsabilidad con los más chicos. “No pasan cosas más graves porque tenemos suerte”, reconoció Germán Gómez, uno de los guardavidas del Espigón 1, en diálogo con El Litoral.
Hace un mes, en este misma playa, un adolescente pateaba la pelota con violencia en medio de la gente, junto a su grupo de amigos. Cuando un guardavidas le pidió que jugaran al fútbol en otro sector de la playa —para no golpear a nadie— su reacción sorprendió a todos.
Fue hasta el lugar donde tenía sus cosas y al “desenrollar” la remera sacó una “chuza”. La clavó en la arena y comenzó a desafiarlo. En un momento, la sacó de la arena y se movía nervioso, muy cerca del guardavidas.
Enseguida lo rodeó el grupo de policías que custodia la playa, pero el que lo desarmó fue un bañista —era un efectivo de civil que estaba de casualidad en el balneario— y que lo sorprendió desde atrás y le inmovilizó la mano que sostenía la “chuza”, hasta que no le quedó más remedio que soltarla.
A estos hechos, hay que sumar dos situaciones graves, que sucedieron al comienzo de la temporada y fueron centrales para que se reforzara el operativo de seguridad. El 4 de diciembre dos hombres intentaron abusar de una joven de 21 años que caminaba en el circuito aeróbico del Parque del Sur. La salvó un ciclista que pasaba por ahí. Ese fin de semana, en el paseo de la Costanera Este —detrás del Parque Tecnológico—, un joven que circulaba en moto sacó una pistola y los asustó a todos.
Falta de respeto
¿Son hechos aislados o los casos más graves de una tensión que suele estar latente en las playas, como un punto de concentración masivo de una ciudad que en las últimas décadas acumuló relatos salvajes? Los guardavidas cuentan dos cosas: la primera, que es frecuente que les falten el respeto y que algunas personas se pongan agresivas. “Hay problemas de conducta. Uno de los juegos de algunos adolescentes consiste en pegarle pelotazos al guardavidas. Hasta nos han escupido”, contó Facundo Depalo, jefe del balneario en el Parque Garay.
La segunda, que este año el operativo de seguridad funcionó. “La policía no nos falló nunca. Hay dos agentes de la comunitaria y tres policías más que trabajan en el sector de las piletas”, destacó Depalo. “Con el tema de la seguridad comenzamos muy mal, con el intento de violación y el caso del joven que sacó un arma, pero luego de estos hechos los operativos funcionaron. En la Costanera Este, hay tres policías en la arena con nosotros y tres más que recorren la bicisenda y otros sectores. Están atentos y trabajamos en equipo”, reconoció Héctor Paoloni, guardavidas de la Costanera Este.
¿Y tus papás dónde están?
Los fines de semana, en los piletones del Parque Garay se junta mucha gente. “A veces hay hasta 2.000 personas y muchos son chicos de menos de diez años que están solos en el agua. Tenemos que cabecear para todos lados para no perderlos de vista”, advirtió Depalo.
Durante la temporada, los guardavidas del parque encontraron a una nena de dos años arrodillada sola en la orilla de uno de los lagos. La mamá estaba bajo un árbol a unos 100 metros. Otro día, la gente les llevó un niño de un año que estaba solo. Nadie sabía quiénes eran los padres. El papá recién apareció a los 15 minutos, pidiendo disculpas y reconociendo que recién se daba cuenta de que faltaba su hijo.
Sucios
Terminar un día en la Costanera Este es un privilegio. Los rayos del sol se filtran entre los edificios y en el epílogo del crepúsculo la laguna se tiñe de color dorado. Precioso. Pero, ¿por qué entonces en la orilla hay que caminar esquivando escombros, botellas de gaseosas, restos de fogatas y latas de cerveza?
Los domingos a la noche, los espigones quedan tapizados de restos yerba, envases vacíos, bolsitas y hasta pañales sucios. En algunos casos faltan cestos, pero sobre todo es un problema cultural, que impacta en todos los espacios públicos y no sólo en las playas.
“Hace unos días vi cómo una señora tiraba el pañal usado que le estaba cambiando a su bebé en la orilla de la laguna, acá en el espigón. La miré y le pregunté por qué lo hacía. No es una excepción, nos la pasamos levantando pañales sucios”, contó Gómez.
Los baños de los balnearios son otro punto delicado: son pocos y pocos son los que los cuidan cuando los usan. En el Parque Garay, los clausuraron (y se usan baños químicos), en el Espigón 1 los guardavidas aseguran que los baños químicos dan ganas de vomitar. “La gente termina haciendo pis en el agua o detrás de un árbol”, admitió Gómez. En el Parque del Sur hace años que la batería de baños está muy deteriorada.
Los baños químicos no son una buena alternativa en espacios tan masivos, porque colapsan y generan olor.
¿Playas para todos?
Los balnearios y playas de la ciudad, en general, no están preparados para que accedan a la arena y a la laguna las personas con movilidad reducida, que se manejan en silla de ruedas.
“Para bajarlos a la playa, los tienen que alzar sus familiares o nosotros. No hay una rampa. Yo trabajé en playas de Europa y ellos tienen sillas flotantes o anfibias, que no son caras y que permiten que puedan disfrutar del agua, como todos”, planteó Paoloni.
En algunas playas, por ejemplo en la Costanera Este o en el Espigón 1, los guardavidas necesitan una cosa más: una casilla donde poder refugiarse cuando hay una tormenta y que también sirva para guardar el botiquín y los elementos de rescate. Lo ideal sería que cuenten con un espacio para colocar una camilla y poder asistir a una persona que sufrió un golpe de calor o una descompensación, hasta que llegue la ambulancia. Lo que hacen ahora es llevarla abajo de los árboles o darle sombra con una sombrilla.
Para el cierre, queda una anécdota casi insólita: en la Costanera Este, como los guardavidas no tienen un lugar en el que guardar sus cosas, las dejan en la estación elevadora de líquidos cloacales —les prestaron la llave—. Ahí queda incluso el botiquín.
>>> La posición del gremio
“Falta profundizar la mirada de turismo en las playas más allá de los eslóganes y hay muchos puntos de la ordenanza que regula a los balnearios públicos, que sancionó el Concejo el año pasado, que todavía no se cumplen”, advirtió Sergio Berardi, referente del Sindicato Único de Guardavidas y Afines de la República Argentina (Sugara, seccional Santa Fe). “También, nos parece fundamental que se involucre más la Secretaría de Obras Públicas del municipio con los balnearios porque falta infraestructura”, reclamó.Playa Grande, un nuevo balneario
Playa Grande, un nuevo balneario
Uno de los puntos positivos de esta temporada, es que la ciudad sumó un nuevo sector como balneario: Playa Grande, que está entre el Code y la Dirección de Deportes del municipio.
Daniel Preda, concesionario del parador de Playa Grande, admitió que los sorprendió la cantidad de gente que copó la playa. “No teníamos experiencia en esta playa y nos costó mucho al principio. Pero a comienzos de diciembre, como venía mucha gente, el municipio hizo los análisis del agua y la habilitó como balneario”, contó.
Para la próxima temporada, Preda reconoció que va a ser fundamental construir una batería de baños, porque ése fue uno de los principales problemas. “Los baños químicos no nos sirven, así que también utilizamos los baños de la Dirección de Deportes, pero se necesitan más”, admitió.
Como en otras playas, la limpieza es un tema difícil. “La gente ensucia desde que llega hasta que se va, a pesar de que en esta a playa hay un cesto cada siete metros. El municipio puso una cuadrilla de limpieza y nosotros y los guardavidas ayudamos, pero es un problema cultural”, insistió Preda.
Las duchas con agua potable se utilizaron un montón —y se podrían replicar en otros balnearios—. Las usa la gente que está en la playa, los que juegan al vóley y los que están corriendo en la Costanera. Al concesionario también le “rindió”, como estrategia para atraer gente, colocar muchas sombrillas en la playa.