Por Susana E. Dalle Mura (*)
Por Susana E. Dalle Mura (*)
“Los grupos subregionales son potencialmente importantes representantes del hemisferio y pueden ser útiles socios para Estados Unidos”, se limitó a expresar el Departamento de Estado norteamericano ante el nacimiento de la Celac. Esta fue la respuesta cautelosa que dieron los Estados Unidos de América frente al lanzamiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que implicó un reconocimiento por parte de Washington del retroceso de su influencia y de la creciente autonomía de la región en la última década. Este mecanismo de integración regional incluye treinta y tres países miembro, con exclusión de Canadá y de los EE.UU. y surgió en la Cumbre de Caracas (2011). Lanzado como un nuevo foro de discusión, sin personal ni funcionarios propios y sin personería jurídica internacional, este organismo regional sólo detentará un mecanismo de diálogo de los tantos existentes y superpuestos en nuestra región: Comunidad Andina de Naciones, Aladi, Mercosur, Unasur, Mercado Común Centroamericano, Comunidad del Caribe y Alba, entre otros. La Comunidad de los Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac) es un caso que algunos analistas denominan de integración al revés o a la inversa. Ella apunta a generar un diálogo dentro del hemisferio americano, excluyendo a los dos países antes mencionados. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) surgió como un mecanismo de integración regional nuevo y ambicioso frente a las dificultades propias del siglo XXI. Desde su puesta en marcha en el año 2011, el bloque ha contribuido a profundizar el diálogo entre los países de la región en temas como el desarrollo social, la educación, el desarme nuclear, la agricultura familiar, la cultura, las finanzas, la energía y el medio ambiente.
Su evolución
Brasil, fiel a su perfil de liderazgo solapado, prefirió no asumir cargos formales en tiempos de su fundación. Por este motivo, la primera Presidencia Pro Témpore del nuevo foro fue para Chile, por un año, y la ejerció su presidente de ese momento, Sebastián Piñera; luego pasó a Cuba (2013); después a Costa Rica (2014) y en el 2015 para el Ecuador, por eso fue el país anfitrión de la IV Cumbre en Quito donde se la traspasó a República Dominicana para el año 2016 y desde el 25 de enero pasado como presidente Pro Témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la ejerce el actual presidente de la República del Salvador hasta el año 2018. La desconfianza entre sus integrantes es evidente. Tanto Venezuela como Cuba presionaron desde un comienzo para abandonar la regla del consenso y reemplazarla por la de las mayorías. La decisión final fue la de mantener el consenso para adoptar las decisiones en defensa de los respectivos intereses nacionales. La Argentina propició, pragmáticamente, mantener la regla del consenso, que supone otorgar el derecho de veto a cada uno de los países miembro. De lo contrario podría llegar a asumir posiciones indefendibles por ser banderas ideológicas de otros Estados y tener, inesperadamente, que claudicar a las propias. La verdadera intención de los impulsores de la Celac parecería evidente: un intento por reemplazar a la Organización de los Estados Americanos (OEA), paradigma de defensa constante de la democracia y la vigencia de los derechos humanos en el continente, con dos organismos centrales para su defensa: la Comisión Interamericana (Cidh) y la Corte Interamericana (Corte IDH).
Las divisiones
En el seno de la Celac, aparecen tres líneas de pensamiento: la primera, la del Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), liderada por Venezuela y Cuba, con una posición clara de exclusión de EE.UU. en los foros de la región. La segunda, llamada Alianza del Pacífico, integrada por: México, Colombia, Perú y Chile, naciones que tienen acuerdos comerciales con Washington y la costa del Pacífico. Y la última, la tercera, articulada alrededor del Mercosur y liderada nítidamente por el Brasil, en una posición intermedia entre las dos anteriores y sin confrontación directa con los Estados Unidos de América.
El analista político, Rosendo Fraga, escribió a manera de conclusión: “Para los EE.UU., la Celac es un ámbito de concertación de políticas y no una alternativa ni amenaza para la OEA”. Los Estados Unidos al igual que todos los miembros del Mercosur es miembro fundador de esa organización (Pacto de Bogotá del 30/04/1948) y hasta posee su sede física en Washington DC. En este caso, la diplomacia brasileña logró neutralizar el intento de los países del Alba, de transformar la Cumbre de Caracas, en un pronunciamiento contra la OEA; tal como lo pretendía ese grupo de países y el Brasil logró una vez más dar un paso definitivo hacia su hegemonía regional.
Los objetivos
Entre las aspiraciones de la Celac, podemos mencionar: “Intensificar el diálogo político entre nuestros Estados y traducir, a través de la concertación política, nuestros principios y valores en consensos. La región requiere de una instancia de concertación política fortalecida que afiance su posición internacional y se traduzca en acciones rápidas y eficaces que promuevan los intereses latinoamericanos y caribeños frente a los nuevos temas de la agenda internacional”. La Organización es un nuevo foro de discusión y apoyo, pretende, entre otros: mantener vivo el reclamo argentino soberano sobre las Islas Malvinas; ampliar el pedido boliviano de recuperar la salida al mar; difundir las razones de ese país por las que no se debe condenar el cultivo y el uso de la coca, y en otros tiempos hasta la condena del embargo comercial norteamericano a Cuba. Reclamos repetidos en distintos foros e instituciones regionales e internacionales. Mientras la Unión Europea post Brexit, sufre uno de los momentos más cruciales desde su fundación (25/03/1957); los latinoamericanos no logramos romper el círculo vicioso de la división y la repetición de organismos de integración en nuestra América. El sueño de nuestros próceres integracionistas se vislumbra todavía como una utopía, en apariencia, siempre irrealizable pero también siempre impostergable.
(*) Escritora. Ex becaria de la Organización de los Estados Americanos (OEA).