Un cañonazo por la espalda

Joaquín Fidalgo

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“Yo no hice nada. Vengo de trabajar. No sé por qué me tiró”, alcanzó a decir el joven antes de quedar inconsciente, ante la mirada atónita de vecinos que se acercaron para ayudar. A unos metros estaban tirados la moto y también su amigo, herido.

Todo se desencadenó en horas de la siesta de este jueves, en las calles de Villa Hipódromo, más precisamente en donde se cruzan Roque Saenz Peña y Pedro de Vega.

Eran aproximadamente las 15 cuando por ese lugar pasaron en moto Bruno Robledo, de 19 años, y Gabriel Arévalo, de 21. Este último era quien conducía el vehículo. Ambos estaban vestidos con ropa de trabajo. Habían salido a “changuear” y a repartir currículums, según indicaron algunos familiares.

En ese momento, y ante la mirada de mucha gente, se acercó por detrás otra moto, con dos oscuros sujetos a bordo. A corta distancia, quien manejaba desenfundó una pistola de grueso calibre y abrió fuego.

Algunos testigos afirman que se escuchó un solo disparo, otros que fueron dos.

Lo cierto es que un proyectil impactó en la espalda de Robledo y salió por su pecho. Creen que el mismo plomo se incrustó luego en la zona dorsal de Arévalo.

El asesino y su cómplice, con rostros sonrientes y desafiantes, se alejaron luego de la escena, que rápidamente se pobló de vecinos curiosos y preocupados.

Los primeros policías que llegaron al lugar, accedieron a los ruegos de allegados a las víctimas y las trasladaron hasta el Hospital Cullen.

Robledo ya había fallecido cuando los médicos pudieron atenderlo. Arévalo corrió mejor suerte, porque la bala no le afectó ningún órgano vital.

Por este hecho, los investigadores buscan a un tal “Costeleta”, un delincuente que vive en las inmediaciones y diariamente azota a los habitantes de esa parte del barrio.

Drama

“Yo soy vecina de este barrio desde hace treinta años. Siempre hubo problemas, por enfrentamientos entre bandas, pero ahora la cosa está peor que nunca. Hay tiros a toda hora, robos. No podés dejar la moto o la bici en la vereda. Y siempre son inocentes los que caen, como estos chicos que venían de laburar, de hacer ‘changas’. Acá no hubo ningún enfrentamiento, fue una ejecución. Los responsables son los mismos de siempre. Yo escuché un tiro y salí para ayudar. Los pibes baleados tenían ropa de trabajo y volvían a sus casas. Desgraciadamente, las autoridades protegen a los que delinquen, los que tenemos que ir y venir para trabajar o hacer mandados o llevar a nuestros hijos a la escuela somos las víctimas. ¿Quién nos da seguridad a nosotros?”, se preguntó una mujer.

“Ayer estábamos en la vereda con mi hermana, mi hijita y mi sobrinito, aproximadamente a la misma hora, a las 3 de la tarde. Entonces apareció en moto este mismo pibe que hoy mató y se puso a tirar tiros para todos lados... re loco. Vive drogado. No les importa nada. No miran si hay criaturas. A esa hora está lleno de chicos jugando en la calle”, relató una joven.

Todos los vecinos de la zona -por lo bajo- se quejaron en los mismos términos y apuntaron a una familia del lugar.

No están claros los motivos del ataque. Hay quienes dicen que seguramente se trató de un intento de robo, otros apuntan a que el asesino confundió a las víctimas con otros muchachos, pero la gran mayoría de los habitantes del lugar coinciden: “no hay una razón. Ellos tiran por tirar. Tiran porque sí”.

Investigación

Escenas de dramatismo se vivieron durante las siguientes horas en el barrio, mientras trabajaban en el lugar investigadores de la PDI y peritos de la Policía Científica.

Entre otras cosas, distintos grupos de jóvenes cruzaron reproches y amenazas desde larga distancia.

A ninguno de ellos le importó la gran cantidad de patrulleros de distintas fuerzas que rastrillaban toda la zona en busca de los sospechosos.