Cada 7 de abril en todo el mundo se celebra el Dia Mundial de la Salud para conmemorar el aniversario de la fundación de la Organización Mundial de la Salud, este evento ofrece una oportunidad única para movilizar la acción en torno a un tema de salud específico. Este año el tema elegido es la depresión.
La depresión es una enfermedad que se caracteriza por una tristeza persistente y por la pérdida de interés en las actividades con las que normalmente se disfruta, también por la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, durante al menos dos semanas. Las personas con depresión suelen presentar varios de los siguientes síntomas: pérdida de energía; cambios en el apetito; necesidad de dormir más o menos de lo normal; ansiedad; disminución de la concentración; indecisión; inquietud; sentimiento de inutilidad, culpabilidad o desesperanza; y pensamientos de autolesión o suicidio.
Esta patología puede afectar a cualquier persona independientemente de su edad, sexo o condición social. El riesgo de padecer depresión se ve agravado por la pobreza, el desempleo, acontecimientos vitales como la muerte de un ser querido o la ruptura de una relación, la enfermedad física y los problemas provocados por el alcohol y las drogas.
La Organización Mundial de la Salud ha optado por prestar especial atención a tres grupos afectados de manera desproporcionada: los jóvenes de 15 a 24 años, las mujeres en edad de procrear (especialmente tras el nacimiento de un hijo) y las personas de edad avanzada (más de 60).
Además provoca angustia mental y afecta la capacidad de las personas para llevar a cabo incluso, las tareas más simples, lo que tiene en ocasiones efectos nefastos sobre las relaciones con la familia y los amigos, y sobre la capacidad de ganarse la vida. En el peor de los casos, la depresión puede provocar el suicidio, que actualmente es la segunda causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años de edad.
El eje de la campaña de la OMS es “la importancia de hablar de la depresión como componente vital de la curación”. La estigmatización de las enfermedades mentales, incluida la depresión, sigue siendo un obstáculo para que las personas pidan ayuda.
Hablar de la depresión, bien con un familiar, amigo o profesional médico, bien en contextos más amplios (como la escuela, el lugar de trabajo y los entornos sociales) o en el ámbito público (medios de comunicación, blogs o redes sociales), ayuda a eliminar esta estigmatización, lo que en definitiva conllevará un aumento de las personas que piden ayuda.