Este lunes por la tarde se produjo el fallecimiento del padre Hilmar Zanello, sacerdote que durante muchos años estuvo al frente de la Parroquia Santa Teresita, en nuestra ciudad.
Durante muchos años estuvo al frente de la Parroquia Santa Teresita. Desde hace unos días permanecía internado tras sufrir un ACV.
Este lunes por la tarde se produjo el fallecimiento del padre Hilmar Zanello, sacerdote que durante muchos años estuvo al frente de la Parroquia Santa Teresita, en nuestra ciudad.
Zanello tenía 93 años y desde hace unos días permanecía internado tras haber sufrido un ACV.
Sus restos serán velados en la Parroquia Santa Teresita hoy a partir de las 18. A las 19.30 se celebrará una misa de cuerpo presente para la comunidad. Zanello será velado hasta la medianoche y durante la mañana del martes. Mañana a las 15.30 será la misa exequial presidida por el arzobispo José María Arancedo y celebrada por los sacerdotes. Luego será sepultado en el Panteón del Clero en el Cementerio Municipal.
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UN SERVIDOR
Hace casi dos años atrás la revista Nosotros de El Litoral publicó una nota al padre Zanello, donde contó parte de su vida y sus pensamientos. A continuación les ofrecemos parte de esa entrevista:
- ¿Desde dónde Dios nos envía a su persona como servidor?
- Dios, Creador y Padre que desde la Eternidad pensó en nosotros con un designio de amor, ya había destinado que en Cañada Rosquín, provincia de Santa Fe, naciera yo un 3 de mayo de 1923.
- ¿Cómo fue su infancia?
- Me crié en un hogar a la antigua donde primaban las buenas costumbres y el servicio a Dios gobernaban y ordenaban la vida. Tuve un hogar normal, viví como cualquier niño de la época pero con muchos amigos. Aún hoy hago de la amistad un culto. Justamente, pronto almorzaré con ellos, ¡qué bendición!
- ¿Nos puede contar cómo se sintió un elegido de Dios?
- Solía dialogar mucho con un tío, llamado Padre Porta, y conversábamos de sacerdotes y de Dios. Era muy amigo de pequeño de mis sacerdotes, jugaba mucho en la parroquia que era como mi casa y también fui monaguillo desde pequeño.
- ¿Dónde desarrolló su vocación?
- A los 13 años, después de la muerte de mi padre en 1936 y ya siendo monaguillo, entro en el Seminario de Guadalupe en 1937. Quedaron mi madre y mi hermano Delio, viviendo en la casa paterna. Sin embargo, pasaban muchas temporadas conmigo en la Parroquia Santa Teresita, donde vivía y profesaba en esos momentos. También conviví con un sobrino y una sobrina que estudiaban aquí. Nunca estuve solo. La presencia divina siempre me acompañó. Fui ordenado sacerdote el 12 de diciembre de 1948 en la Basílica de Guadalupe, a los 25 años. Hice mi escuela secundaria en el Seminario.
- ¿Qué actividades desarrolló en su carrera?
- Mi primera ocupación fue ser encargado de la formación en el Seminario. También en mi primer año de sacerdocio fui cura párroco de Rincón. Luego tres años, oficié como capellán del Colegio de las Hermanas Adoratrices, profesor y, por último, cura párroco de la Parroquia Santa Teresita.
- ¿Siempre se sintió identificado con los enfermos y ancianos?
- En 1996, Monseñor Edgardo Storni me nombra asesor de la Pastoral Arquidiocesana de la Salud y junto con las Sras. Alba de Kilibarda, Amelia Capellari de Fernández y Vilma de Feresin comenzamos un apostolado enseñando y guiando a un grupo de servidores evangelizadores de la misericordia en marcha, con casi 30 o más capillas y parroquias. Enseñaban la visita acogedora y vivificadora al enfermo, anciano y más necesitado de la sociedad. Se impulsó un voluntariado más intenso y una asistencia en las parroquias cada vez más cercanas al enfermo y anciano. Esta labor fue continuada hasta la fecha por las Sras. Norma Oliver, Inés Tosello, secretaria, y Laura Pacitti, tesorera. Y siempre me sentí identificado con los enfermos y más necesitados. Lo que más me interesaba era tener contacto con la gente. En este sentido coincido con nuestro actual pontífice Francisco cuando dice: “No quiero vivir aislado, quiero compartir...”.
- ¿Qué enseñanzas nos deja su experiencia de enfermedad?
- Mi enfermedad, la diabetes y la neuropatía periférica, me redujeron a este sillón de ruedas y desde aquí sigo viviendo mi experiencia de “vivir centrado en Jesús”. La enseñanza que me deja es descubrir cada vez más que Dios quiere ocupar el centro de mi vida.
- ¿Hay algo de lo que pueda arrepentirse?
- Todos somos pecadores y de ello me arrepiento.