Enrique Cruz (h)
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El ex caudillo de aquel equipo que hizo historia en el 96, habló de cómo hizo para pegarle tan bien con la zurda como con la diestra a la pelota.
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Eduardo Magnín tiene un pasado de gloria y un presente en el que pretende seguir siéndole útil a Unión. Fue un puntal de aquel equipo de Carlos Trullet que ascendió en 1996. Recuerda con mucha nitidez el día de los dos goles a Ferro de tiro libre, uno con cada pierna. Es que Eduardo le pegaba con la misma eficacia con las dos. Y tiene su razón.
—Lo tuyo es una muestra de que, entrenando y esforzándose, todo se puede aprender en fútbol. ¿O no?
—A los 16 años tuve una seria lesión. Recuerdo que la pierna derecha me había quedado flaquita por el yeso. Entonces, Sergio, mi hermano, me trajo una pesa de 5 kilos y ahí andaba todo el día con ella, para fortalecer esa pierna. Pero como no aguantaba sin pegarle a la pelota, me iba al patio de mi casa y empezaba a darle y a darle con la zurda. Lo que se debe aprender es la postura. Una vez que lográs pararte de la misma manera que para pegarle de derecha, lo lográs. Así, aprendí a darle de zurda con la misma eficacia que con la derecha.
Su vuelta a Unión fue de la mano de Juan Pablo Pumpido y para dirigir la reserva. Tuvo su gran día el lunes, cuando su equipo le ganó a Colón 2 a 1 con dos goles de Guillermo Méndez, el segundo sobre el final. Este uruguayo ya debutó en Primera, contra Vélez, y Unión tiene que hacer uso de la opción ahora.
—¿Qué es Méndez?, ¿de qué lo hacés jugar?
—Lo hago jugar por izquierda, pero para mí es media punta. Trato de respaldarlo para que no tenga que correr tanto para recuperar la pelota y se dedique a jugar, porque tiene muchísimas condiciones. Por eso, trato de respaldarlo con el marcador de punta de ese costado, con lo cual necesito que uno de los dos 5 esté preparado para meterse en la zaga si es que el segundo central tiene que cubrir la espalda del lateral zurdo.
—¿Estuviste de acuerdo con la decisión que tomó Pumpido al irse?
—No, no la compartí. El plantel le tenía un gran respeto y estima. Todos en realidad querían que se quedara, pero mantuvo con firmeza la decisión. Para mí no tendría que haberse ido y por eso me sentí mal y en desacuerdo, pero lo vi muy decidido.
—¿Cómo encontraste el plantel cuando te tocó dirigirlo esa semana?
—Golpeado, naturalmente. Por eso me junté con los muchachos y les dije que la única manera de salir, la única llave para lograrlo, la tenían ellos mismos.
—¿Tuvo algo que ver Marini en esas horas previas al partido con Patronato?
—Pablo llegó el jueves y el viernes fue al entrenamiento y se presentó al plantel. Charlamos y a la noche volvió a Casasol y cenó con nosotros. Hablamos mucho de fútbol ese día, pero me dijo claramente que ese partido era mío, que armase el equipo como me parecía y que él se iba a dedicar a verlo, a analizarlo, a tomar nota y citó a todos los muchachos para el domingo.
—¿Te parece que puede costarle la readaptación al fútbol argentino?
—Lo vi compenetrado, decidido a trabajar intensamente y a muchos de los jugadores del plantel los conocía. El planteo que hizo en el clásico fue muy bueno y hasta creo que sorpresivo para muchos.
—¿Qué incidencia tiene lo anímico?, porque evidentemente, este plantel venía con la moral muy alta y luego se cayó pronunciadamente...
—Justamente el otro día estaba charlando con un colega y le decía que ahora, los técnicos, tenemos que aprender muchas cosas que antes no eran necesarias. Los jugadores están muy expuestos, las presiones son muy grandes, se gana mucho más dinero que antes... En fin, el mundo del fútbol se hizo muy complejo en estos últimos tiempos, inclusive mucho más que en la época en que yo jugaba, que no fue hace mucho. Hay que hacer un poco de sicología, claro.