José Enrique Bordón
La laguna La Picasa sigue aumentando su nivel y en algunas zonas ya supera los 50 centímetros el asfalto de la Ruta Nacional 7.
José Enrique Bordón
Las poblaciones radicadas en el límite tripartito que comparten los extremos sur de Santa Fe y Córdoba, y el norte de Buenos Aires, se preparan para enfrentar lo que los especialistas califican como una inundación histórica. Por la cantidad de agua que se viene acumulando y por el perjuicio a la producción en lo que se denomina la “zona núcleo” de los principales cultivos, ésos que permiten el ingreso de divisas al país. La realidad es intimidante: la laguna La Picasa sigue aumentando su nivel y en algunas zonas ya supera los 50 centímetros el asfalto de la Ruta Nacional 7, a la altura del kilómetro 358, jurisdicción de Aarón Castellanos, sobre territorio santafesino. Hay 60 mil hectáreas -además de la laguna- bajo agua.
Pero el presidente del Comité de Cuenca La Picasa, Juan Carlos Duhalde, alertó enfáticamente: “El desborde de una laguna de llanura como La Picasa, se produce en forma laminar. El agua no sale como si se rompiera un dique. Avanza en forma espaciada, va llenando todos los bajos que hay en el camino. Si la laguna rebalsa, corre riesgo la provincia de Buenos Aires, sobre todo Junín, que está en la cota 76, y pueblos vecinos de esa zona; es decir, estamos hablando de 30 metros de diferencia en 80 kilómetros”. Todo podría complicarse aún más ya que se pronostican nuevas lluvias para estos días, con lo cual aumentarán los aportes de agua que recibe ese espejo que recién hace 96 horas comenzó a drenar adecuadamente, luego que se comprobara que las compuertas metálicas del canal de la Alternativa Sur, el cual es utilizado para que el agua de la laguna desagote, estaban soldadas y cerradas desde hace meses. Duhalde consideró además que si se mantiene el sostenido ritmo de crecida la situación pronto colapsará. En los últimos días, La Picasa “aumenta su nivel a un centímetro por día” y si finalmente rebalsa “podrían desaparecer pueblos en el sur santafesino”.
La controversia sobre el destino del excedente hídrico comienza a exhibir asperezas entre las provincias. El subsecretario de Infraestructura bonaerense, Rodrigo Silvosa, aseguró que esa provincia “no tiene capacidad para recibir más agua” proveniente de La Picasa. No hay política en esto, es una cuestión de ingeniería”, remarcó.
Razones tiene este funcionario. Está comprobado que ninguna de las provincias involucradas prestó debida atención al manejo del “recurso agua”. Por eso, los impactos son consecutivos y costosos. Y cada vez que hay una inundación aparecen los iluminados de siempre que diagnostican canales para todo el mundo. En otras palabras: se actúa sobre las consecuencias, no sobre las causas. Y si no, que lo digan los productores del oeste santafesino, los cercanos a los Bajos Submeridionales (en el norte) o ahora los próximos a Melincué o Venado Tuerto.
Es hora de asumir responsabilidades; por lo tanto, es hora de comenzar a realizar las obras. Ni la Nación, ni la provincia, pueden mirar para el costado. Hay que tener en cuenta que el “cambio climático” llegó para quedarse y que estas realidades regionales serán tal vez permanentes si sólo se espera que bajen las aguas. Ojalá no sea cierto aquella frase: “Lo peor aún no llegó”. Sería otro alto impacto, como aquella de 2003: “A mí nadie me avisó”.