Roberto Schneider
Roberto Schneider
Quienes ejercen el humor y lo entregan al prójimo practican una de las formas más altas y más puras de la misericordia. No sólo por lo que el humor significa sino porque, por caminos aparentemente contrarios, dice el refranero anónimo que “el mal humor es la tristeza del alma”. El verdadero humorismo exige un espíritu poético, capaz de elevarse a la libertad y a la filosofía y dotado no de un gusto vacío sino de una manera más alta de considerar el universo. Elevando estas premisas, el gobierno de la provincia de Córdoba organizó a través de la Agencia Córdoba Cultura el XI Festival Pensar con Humor. Una semana especial para la ciudad que, a pesar de un preocupante paro de transporte, logró concitar a partir de la sonrisa y la carcajada el interés de los cordobeses para brindarle el apoyo a sus artistas.
Con la solidez que lo caracteriza para armar una grilla con posibilidades para todas las edades y todos los estamentos sociales, el director del Festival, Raúl Sansica, no duda en afirmar que en estas once ediciones el encuentro indaga sistemáticamente sobre modos instituidos, ejerciendo un quiebre sobre aquello que se instala silenciosamente como dado. “Durante las diferentes ediciones, hemos propuesto diversas formas de abordarlo, encontrando con ellas un recorrido que siempre lleva el asombro como respuesta. Este año acompañando la lógica de las sensaciones que se presentan con el curso de la historia y con la idea de abrir el espacio del Festival a cosmovisiones propias y también ajenas, decidimos hacer hincapié en la idea de frontera como término que remite tanto a aquello que limita como a aquello que contiene”.
Sansica es contundente al expresar que “pensamos que quizás en este período en el que la humanidad se debate entre abrir las fronteras físicas o antagónicamente cerrarlas de modo virulento, y en el que el miedo al otro forma parte de los formatos contemporáneos de todas latitudes, el humor abre una posibilidad superadora. Con su capacidad para convertirse en un movimiento de ruptura y simultáneamente de obrar como contención de los enojos y las frustraciones, el humor implica la virtud de reírse de uno mismo. Esa capacidad es la que quizás permita medir el alcance de los modelos ideológicos, políticos, religiosos y vinculares de cada sociedad, relativizando la impronta cultural endogámica y abriendo el espectro de aquello que es diferente”. Por eso, abren las fronteras del humor y las cierran para reírse. Ese abrir y cerrar “nos conecta más allá de las formas con la condición humana más esencial”.
Veinte mil espectadores durante cinco días es el dato más elocuente a la hora de establecer un balance de esta edición. El reconocimiento, los nuevos lenguajes, la creación, la risa, el humor en trazos, el humor de la antología, ratifican que para los cordobeses el humor no tiene fronteras. La aseveración cobra cuerpo cuando se teje una trama bien urdida en todas las generaciones y los lenguajes, en la sabiduría y el oficio de los grandes conviviendo con los nuevos lenguajes de los jóvenes, los humoristas de otras regiones y el humor a flor de piel que se palpitó a la vuelta de la esquina y también en lugares recónditos del territorio cordobés. Los organizadores consignaron que más de cien artistas (entre humoristas, actores y músicos), más de setenta actividades de las cuales dieciséis transcurrieron en el interior provincial, con más de cuarenta escenarios entre salas de teatro oficiales e independientes, museos, bares, hospitales, cárceles, plazas, barrios de la ciudad y localidades de la provincia fueron protagonistas indiscutibles de un itinerario de reflexión y disfrute.
Lo mejor de lo mejor
Esta edición del Festival Pensar con Humor empezó de la mejor manera: una imborrable función en el Aula Magna del Hospital Provincial Neuropsiquiátrico de “Eran cinco hermanos y ella no era muy santa”, del celebrado autor cordobés Miguel Iriarte, en una inteligente y magnífica versión del director David Picotto que transformó el original costumbrista (de enorme valor popular) en una brillante versión con música cuartetera. Todo el talento de la actriz Silvia Pastorino en el personaje protagónico fue secundado por un aceitado elenco que participó en un reducido espacio de una fiesta por muchas razones conmovedora.
Esa primera noche cerró con un multitudinario homenaje de reconocimiento al Flaco Pailos, del que participó con gracia superlativa el estupendo actor Alejandro Orlando. Pailos, visiblemente emocionado, deleitó a sus seguidores con su montaje “Pailos solo de humor”, para ratificar el pleno romance del humorista con sus seguidores, que colmaron las instalaciones del Teatro Real.
El teatro brinda siempre la posibilidad de desechar máscaras, de revelar el contenido real, de fundir en un acto las reacciones físicas e intelectuales. El rol del actor es un salirse de sí mismo y, así entendido, es una invitación al espectador. Ese acto puede ser comparado con el amor más auténtico. Y es en esa vertiente en la que se nutren, precisamente, los actores Andrés Caminos y Gadiel Sztryk para realizar un espectáculo sin dudas admirable. “Inestable” es el título de una totalidad en la que ambos transitan por un vital y seductor camino donde se habla del amor, la soledad, la locura, los miedos, la importancia de sentirse vivos y de cierta manifiesta prepotencia de los sentimientos. Ambos son actores de enorme talento, con rigor dramático, equilibrada expresividad y mucho sentimiento, elementos fundamentales puestos sobre un escenario casi despojado. Las posturas, los gestos y los perfectos tonos de voz son el soporte para crear sus criaturas.
Otra fiesta teatral fue la presentación de “El avaro”, de Molière, con la Comedia Cordobesa dirigida por Willy Ianni, en la que resultó inteligente el manejo del espacio y un exquisito vestuario firmado por el mismo director. El mayor acierto está en aggiornar un clásico sin necesidad de caer en golpes bajos. Ianni esquiva la tentación de recurrir a un estilo supuestamente ortodoxo y evita usar recursos gruesos para buscar la complicidad del público. Indudablemente, lo mejor del espectáculo son las actuaciones y es justicia nombrar al elenco. Raúl Sánchez, Beto Bernuez, Gabriela Grosso, Gabriel Coba, Carolina Godoy, Giovanni Quiroga, Silvia Pastorino, Gonzalo Tolosa, Pablo Tolosa, Adrián Azaceta, Oscar Mercado y Luis Torres, todos entregados al juego propuesto para demostrar que todavía se puede recuperar a un público ávido de buenos textos que, más allá de sus clasicismos, sigan respirando gracias a su capacidad para resignificar la risa más allá del simple entretenimiento.
En el bellísimo Museo de Ciencias Naturales de Córdoba -un espacio sencillamente admirable- el Teatro Minúsculo estrenó un riquísimo espectáculo. Con el título “El eslabón perdido” ofrecieron la posibilidad de realizar un recorrido de la mano de los actores integrantes de un grupo con mucho de disparate y de exquisito humor, reflejado en el contacto con los chicos y los grandes a partir de una propuesta sumamente inteligente y creativa. Cacho Buenaventura ratificó una vez más por qué los cordobeses lo admiran tanto. Durante dos horas cautivó a sus seguidores a partir de un humor inteligente, que elude la grosería y en el que el humorista está a sus anchas. Sabe muy bien qué busca su público y el encuentro es sumamente festivo.
Patrimonio Cultural
El humor cordobés fue declarado Patrimonio Cultural Intangible e Inmaterial por la Legislatura de la provincia, que aprobó por unanimidad la Ley 9.729. De acuerdo con lo que manifiesta la ley, se considera al humor cordobés como los relatos hablados, escritos o cantados, a las actuaciones, filmaciones, caricaturas, imágenes, canciones, chistes, retruécanos, juegos de palabras y toda otra exteriorización que de manera graciosa, irónica o paródica se consigne.
A esas características, se agrega que debe ser en forma sana, no discriminatoria, ni ofensiva ni sexista, que sean compuestos y expresados con el propósito de provocar risa y alegría, especialmente cuando en los mismos se haga referencia o se resalte la tonada cordobesa, paisajes, costumbres, cultura, personajes e historias de la provincia de Córdoba o sus regiones.
Entre los fundamentos, el documento expresa que “el presente proyecto no implica nada más ni nada menos que una obviedad: Córdoba se caracteriza entre las demás provincias argentinas, entre muchas otras cuestiones, por el humor a flor de piel de los cordobeses”.
Una vez más, el Festival Pensar con Humor dio certeras muestras de los porqués de su necesaria trayectoria. Distracción, diversión, fuga de sí mismo, eso es alegría, dijo alguna vez un poeta. La risa, como el llanto, son dos válvulas de escape, ya que frente al pensamiento el hombre tiene un miedo ancestral. Cuando se piensa sin miedo, la alegría pierde esa condición de superficialidad que se le atribuye. Entonces, además de distraer, se puede intensificar la vigilia, para estar más despiertos y alertas.
Raúl Sansica y su afiatado grupo de colaboradores lanzan año tras año al público el placer sencillo de hacer reír para promover, después, como una aplanadora, la necesaria reflexión. Para que nosotros nos sumerjamos en carne viva en los remolinos de lo terrible y poder ser hermanos en la soledad. En Córdoba, desde hace once años se levanta una delgada lámina de una enorme y dolorosa superficie, para encontrar después otra y otra. Y entregarla a los ciudadanos con el corazón en la mano. Y riendo. Qué mejor.