Por Néstor Vittori
Por Néstor Vittori
Sin perjuicio de entender la urgencia que tiene el gobierno provincial, de hacer algo respecto de la emergencia hídrica que sufrió y sufre la provincia, revirtiendo una gestión, que fue muy pobre en los últimos años en materia de obras para el saneamiento de los excesos hídricos, creo conveniente señalar algunas cuestiones importantes.
El riesgo de emprender obras de apuro, es que las mismas, en lugar de contribuir al saneamiento de las áreas inundadas, terminen agravándolas.
El principio de las obras de limpieza y readecuación del canal San Antonio en el oeste de nuestra provincia, colectando los canales realizados por la provincia de Córdoba, que vuelcan -o pretenden volcar- sus excedentes hacia nuestro territorio, entraña el enorme riesgo, en parte ya presente, de prolongar en el tiempo la inundación de vastas porciones de nuestros campos del oeste.
La limpieza y ampliación del canal que permitirá recibir importantes nuevos aportes de agua que van a desembocar en el arroyo Tortuga, confluyendo con el río Tercero, y desde el mismo al río Carcarañá, sin haber actualizado los estudios en toda la baja cuenca -como denuncian los productores nucleados en Carsfe-, es una política en sí misma, muy peligrosa para los intereses provinciales.
Otro tanto ocurre con las obras anunciadas en la cuenca del arroyo Colastiné, donde se ha anunciado el inicio de las obras para desagotar el bajo de Eustolia, conectando el canal con el mencionado arroyo, transfiriendo los excedentes aguas abajo, sin realizar previamente las obras que posibiliten el escurrimiento, particularmente el puente sobre la autopista y la Ruta 11, así como el cordón de defensa de los barrios bajos de Coronda.
Hay que señalar que esta cuenca ya vivió el impacto de la llegada de más agua cuando se limpió y ensanchó el canal Romero Corralitos, llevándose el puente y el terraplén que unía Gessler con López y otros daños variados, que evidencian la incapacidad de las previsiones estructurales realizadas muchos años atrás y no adecuadas a los nuevos aportes.
Lo mismo ocurrió con la cuenca que desagua en el canal Vila-Cululú, cuando se incorporó a la misma el bajo de Ricci, sin haber limpiado y acondicionado aquel canal de más de 50 años de antigüedad, y cuyo aporte de agua terminó inundando o semi inundando varias poblaciones y campos del departamento Castellanos.
Sin entrar a conjeturar sobre los intereses en juego, sobre todo los políticos, frente a los desesperados reclamos de los afectados -que hacen ruido y acusan de inoperancia al gobierno-, las circunstancias ponen en tela de duda las decisiones del secretario de Hidráulica, Ing. Bertone, quien primero fue el planificador y ejecutor de la política de saneamiento hidráulico de sectores de Córdoba, y ahora planifica y ejecuta las obras supuestamente de empalme en Santa Fe.
Para muchos productores esto es “dormir con el enemigo” y temen los efectos desastrosos de ejecutar obras hidráulicas de aguas arriba para abajo, en lugar de abajo para arriba, como indican las buenas prácticas de la ingeniería.
De cualquier manera, y con la legitimación que me da haber convivido por casi 50 años con todas las emergencias hídricas de la provincia, en mi condición de dirigente rural, creo que lo que se está haciendo, es la búsqueda de justificaciones más que soluciones.
Frente a la negativa consecuencia de años de inacción y tratando de paliar la situación de cara a las próximas elecciones, se observa una estrategia que destaca y provee de maquinarias a los comités de cuenca, que sí son organismos válidos de ejecución, en su mayoría distritales, responden prioritariamente a la visión urbana de los presidentes comunales, no contemplando la dimensión total de las cuencas.
Acaso la crisis de Sancor, sea el ejemplo paradigmático del daño ocasionado, porque las inundaciones fueron determinantes de la caída y estrangulamiento de la producción de leche necesaria para su funcionamiento, provocada por el cierre de tambos y venta de vacas lecheras con años de selección genética con destino a faena.
Políticas de Estado
Por su continuidad en el tiempo, los problemas hidráulicos exceden a los gobiernos y su solución requiere políticas de largo plazo.
Creo que el mejor ejemplo de la inteligencia en esta materia es la obra “de los 100 años” de los holandeses, que ha permitido a un país sumergido bajo el nivel del mar recuperar tierras para cultivo y realizar una importante revolución productiva en los “pólder”, consecuencia de una constante acción de su organismo gubernamental específico, su planificación central con la participación de las distintas jurisdicciones, integrado por sectores públicos y privados comprometidos con el proyecto, con decisiones vinculantes, obligatorias para los órganos de ejecución en todos los casos de intervención.
Lo propuesto por el gobierno de Santa Fe respecto de la cuestión hidráulica, formando un concejo asesor no vinculante, integrado por numerosos sectores más o menos comprometidos con la cuestión, más que atender a la soluciones, apunta a juntar socios a la hora de los reproches. No sirve nada más que para eso.
De cualquier modo, frente al impacto de cambio climático sobre toda la “pampa húmeda”, las soluciones tradicionales aparecen como inconducentes y las órbitas jurisdiccionales provinciales insuficientes para abordar cuestiones que no reconocen límites políticos territoriales sino que afectan a la totalidad de la región más productiva de la Argentina.
Creo que las provincias comprendidas por la “pampa húmeda”, van a tener que juntarse para realizar un diagnostico común, estudiar y planificar obras que abarquen en muchos casos distintas jurisdicciones provinciales, poniendo en manos de un organismo federal su responsabilidad de planificación y realización, sin perjuicio de la posible delegación de tareas en los organismos provinciales y sus mecanismos auxiliares.
El egoísmo territorial, la reserva de poder de los gobiernos provinciales y sus oficinas específicas, deben ceder autonomía y sentarse a discutir sus realidades en un contexto de macrocuencas, donde el peligro de recurrencia de grandes precipitaciones estacionales y de grandes sequías, constituyen el escenario posible, proyectado por las previsiones meteorológicas asociadas al “cambio climático”
La lucha por pequeñas geografías, las limitaciones temporales de los gobiernos, las especulaciones electorales circunstanciales, deberían quedar afuera de la consideración del macroproblema, que ya a empezado a sufrir la región más productiva de la Argentina, y que de no hacerse lo conducente, posiblemente signifique dramáticas limitaciones para la obtención de los resultados productivos que el país necesita de manera cada vez más imperiosa.
Recurriendo al reiterado y a veces incomprendido concepto del desarrollo de “políticas de Estado”, creo que estamos ante una circunstancia donde la realidad nos obliga, por el futuro, a ponernos de acuerdo renunciando a parcialidades políticas, realizando el diagnóstico y el planeamiento adecuados, fijando las prioridades y desarrollando acciones verdaderamente coordinadas para resolver los problemas.