Juan Ignacio Novak
La película fue filmada en 1945, con la actriz Joan Bennett -en uno de sus aclamados papeles como femme fatale-, Edward G. Robinson y Dan Duryea. Está considerada como una de los mejores obras del director vienés en Hollywood, permanentemente citada en la bibliografía dedicada al film noir.
Juan Ignacio Novak
Cuando la sombra del nazismo comenzó a proyectarse desde Alemania hacia el resto de Europa, el cineasta vienés Fritz Lang optó por emigrar a Estados Unidos. Las credenciales artísticas que presentó en Hollywood eran sobresalientes: había filmado obras maestras como “Metrópolis” y “M, el vampiro”. Por eso, a pesar de las limitaciones que le impuso la industria, logró una serie de trabajos que, en retrospectiva, representan algunas de las cumbres del cine norteamericano de los años ’40 y ’50. Una de ellas es “Perversidad” (Scarlet Street, 1945), que se podrá ver este martes a las 18.30 en las instalaciones del Club del Orden (San Martín 1936) como parte de la programación del Ciclo de Cine que se desarrolla en esta institución.
La película, que se conoció en algunos países como “Mala mujer”, cuenta con tres actores icónicos del star system de la época como Edward Robinson, Joan Bennett y Dan Duryea y focalizada en Christopher Cross un pacífico pero frustrado cajero que ama la pintura que es seducido y engañado por una mujer y el amante de ésta. Sinopsis que apenas representa la anécdota, el hilo conductor que sigue el director para hablar de muchas temáticas y desde diversas aristas, desde la crisis de la mediana edad, la frustración y el dolor hasta los complejos vericuetos de la creación artística, expresados en las pinturas que realiza el protagonista en el baño de su casa, alejado de la vista de todos los demás. Hay algunos autores que llegaron a plantear que de lo que habla en definitiva la película es de la dinámica del mal.
Lo cierto es que fue este film, junto a otros tres dirigidos por el propio -“La caza del hombre” (1941), “La mujer del cuadro” (1944) y “El secreto tras la puerta” (1948)-, resultó decisivo para convertir a Joan Bennett en mito, en una de las “mujeres fatales” icónicas de la historia del cine. Al nivel de Barbara Stanwyck en “Pacto de sangre” (1944), Gene Tierney en “Laura” (1944), Lana Turner en “El cartero siempre llama dos veces” (1946) y Jane Greer en “Retorno al pasado” (1947). Y fue también la demostración de cómo un autor de la jerarquía de Lang era capaz de adaptarse a los parámetros de una industria sin dejar de lado su impronta, su modo particular de filmar, que está presente en cada plano.