Roberto Schneider
La obra dirigida por Fernando Belletti se presentó en el Centro Cultural Provincial.
Roberto Schneider
El tema de “Jaque a la reina” es el poder. Nada menos. La obra fue escrita hace muchos años por Diego Santillán y Alberto Peyrou. Justo es decirlo, hace exactamente diecinueve años se estrenó una jocosa y certera versión, ampliamente disfrutable, dirigida por el recordado Luis Mansilla, a quien está dedicado este montaje junto con Fernando Silvar, otro de los grandes de la escena santafesina. Y está buenísimo que se recuerde a los maestros.
El texto de la pieza es efectivo y por momentos con notas de jocosidad indiscutible. Esta versión conserva aún algunas virtudes sustantivas en un tono que mezcla fluidamente la farsa, el folletín y también, por qué no, el melodrama, así como varios hallazgos muy recordables en la mordaz ironía con que retrata los crímenes y pecados de ciertos estratos de la sociedad en su apuesta excluyente por los valores materiales. La historia, el nudo, el germen es por cierto lineal. Un rey bastante tontuelo debe dejar descendencia en su reino para evitar que el pueblo lo voltee. El tema, en este caso, es la reina. Y sus deseos. Y sus pasiones. Y sus intrigas, como toda reina que se precie de tal.
En rigor no queda títere con cabeza en esta desprejuiciada historia de ruindades y mezquindades, esposas adúlteras si las circunstancias lo permiten, poderosos tontos, empleados trepadores, sirvientes desleales e inescrupulosos. El blanco principal de los autores es, como ya expresamos, el poder, y todas las tramas posibles (e imposibles) que se tejen a su alrededor. La irrupción de la reina en la trama marca la cuota de delirio necesaria para movilizar la escena. La dirección de Fernando Belletti no logra, a pesar de los muchos aciertos del montaje, quitarle el paso del tiempo al original, otorgando así momentos extendidos que aletargan situaciones. El director aprieta demasiado el pedal de la exageración en voces, gestos y movimientos que el texto no subraya. O, en todo caso, no necesita. Como todas las voces de reconocidos políticos que se oyen en el inicio del espectáculo, cuando el público ingresa a la sala, convenientemente editadas.
La excelencia de este montaje, sin duda alguna, está en el elenco. Jorge Vigetti y Juan Manuel Berlanga se sacan chispas en el escenario. Ambos juegan los enredos de la trama con esperada solvencia y disfrutan de la réplica en la platea. Resuelven con astucia y muy buenas voces textos por momentos demasiado extensos, como en el caso del personaje de Vigetti, y encuentran en los desplazamientos y los movimientos corporales, como Berlanga, la posibilidad de jugar permanentemente. Héctor Rosa aprovecha los momentos más efectivos del espectáculo, y maneja con dosis de astucia el doble sentido y el humor directo. Una vez más, Sergio Cangiano es la figura dominante. Su reina maneja con indiscutida solvencia tiempos y situaciones y se apoya en el disparate que su figura provoca. Entiende que eso es un resultado brillante y aprovecha, en el mejor sentido del término, las diversas situaciones en las que es protagonista.
Los aspectos estéticos están muy cuidados. Debe mencionarse la belleza en el vestuario de Fernando Silvar que, con los toques otorgados por Verónica Ritvo, utilizó telas y texturas apropiadas para el juego. Suman aciertos la escenografía de Berlanga y Demián Sánchez, sobre todo en el manejo de las tonalidades; los excelentes maquillajes de Mariana Gerosa y el diseño de iluminación de Nicolás Sánchez. El rescate de temas como el poder resulta apropiado cuando por estos tiempos es tan mal usado por la clase dirigente. El espejo siempre está en nosotros y hay que saber mirarse. “Jaque a la reina” propone la diversión y eso también está muy bien. Cuando se recorten algunas secuencias extendidas la totalidad explotará. De risa, el mejor alimento cuando reina (sin jaque todavía) la tristeza.