Por Norberto Velazco
Por Norberto Velazco
Hace 15 años que no está entre nosotros Alfredo “Pichón” Nogueras y el sentimiento expresado, no siempre sentido, de que lo extrañamos, es válido para muchos de los amigos que quedamos dando un poco de lucha y otro poco de testimonio, seguramente no tan arriesgado ni tan temerario como el que dio él en su momento histórico, pero al menos tenaces como le hubiera gustado.
Pertenezco a una generación de universitarios casi contemporánea al querido Pichón, tiempos donde en los pasillos de las facultades o en los comedores universitarios, y también en el café, se discutía fuerte por ideas. Al respecto vale recordar que los que nos formábamos en ciencias duras, leíamos filosofía e historia del pensamiento económico para emparejar las discusiones con los que estudiaban derecho o ciencias sociales. Hoy, con Internet en la punta de los dedos, todo parece más fácil y accesible pero al igual que antes, y ahora también, muchos de los militantes de un ideario revolucionario y progresista, años después arriaron sus banderas y acomodaron su accionar a las conveniencias del status y del bolsillo. Alfredo Nogueras no se enlistó en ese comportamiento. Defensor del ideario social cristiano, militó en el Partido Demócrata Cristiano hasta su último día. En su momento, también arremetió en la acción política como diputado provincial; y en el llano, desde su estudio jurídico, estación de recalada de cuanto necesitado de Justicia se presentaba, Pichón seguiría defendiendo sin honorarios las causas justas. No hizo fortuna. Hizo amigos, creó lealtades, honró la palabra y, por qué no, al liso santafesino. Mano suelta, unionista, amante de la música clásica, fue un audaz ejecutante del órgano de la iglesia ubicada frente a la casa donde nació. Amigo de sus amigos, luchó por los derechos humanos en tiempos donde tan peligrosa pretensión conllevaba el riesgo de perder la vida. El ataque a su casa con bombas fue una señal inequívoca de que había que silenciarlo. Ser un desaparecido más era cuestión de tiempo y una oportunidad para los sicarios de turno. El empeño de sus amigos lo arrastró al exilio, experiencia que compartió durante algún tiempo con otros perseguidos, entre ellos, Ricardo Molina y Jorge Obeid. No era para charlatanes oportunistas la defensa de los derechos humanos, ni para diletantes revolucionarios de café que en nuestros días se presentan mediáticamente como adalides de consignas; huecas, la mayoría de ellas. Muchos envalentonados de hoy fueron sumisos cuadros de los dictadores de otrora. La historia, por motivos que no es el momento analizar, registra blancos y negros, luces y sombras, pero desatiende los grises y las penumbras donde se alojan los mediocres. Alfredo Nogueras, hombre público, ciudadano de la democracia, es parte de la historia de los santafesinos, mientras unos -con olvidables antecedentes- y otros, con destacado prontuario, no tienen lugar en ella. Su nombre aparece junto a esa pléyade de dirigentes de la Democracia Cristiana que fueron Horacio Sueldo, Augusto Conte, Carlos Auyero, el santiagueño Cerro, el tucumano Ponsati, el cordobés Manzur y tantos otros que ya no están con nosotros, pero que como Nogueras son referentes de honestidad y solvencia intelectual, atributos infrecuentes en estos tiempos de puro pragmatismo. Pichón no aceptó cargos públicos que en reiteradas oportunidades le ofrecieron las administraciones gobernantes de turno. Decidió, sí, presidir la comisión investigadora del Banco de la Provincia de Santa Fe, cargo no rentado que aceptó acompañado por senadores y diputados de todos los sectores políticos con representación parlamentaria, colegios profesionales, instituciones intermedias y sindicatos. La tarea demandó seis meses (febrero-agosto 1997) y los resultados fueron remitidos a quienes institucionalmente correspondía.