Redacción de El Litoral
Redacción de El Litoral
Con la casi totalidad de sus páginas dedicadas a un exhaustivo análisis de la exhumación y traslado de los restos del Brig. Gral. Juan Bautista Bustos a Córdoba, concretados en 2011, la Junta Provincial de Estudios Históricos ha presentado la reedición de la revista Nº 71 de esa institución, acto que ayer estuvo a cargo de Ana María Cecchini de Dallo, Luis María Calvo y Alejandro Damianovich.
La publicación, impresa originariamente en 2014 con errores, debió esperar hasta ahora para ser presentada. Y en verdad, la perspectiva que ofrece el tiempo transcurrido ahonda el valor de este trabajo conjunto y profundo sobre un tema que provocó discusiones en los ámbitos políticos y académicos, tanto en nuestra ciudad, como en la capital cordobesa.
Como algunos recordarán, en mayo de 2011 se conoció por una publicación de El Litoral, que un equipo de Córdoba, integrado por funcionarios y antropólogos, había hallado los restos de Bustos en una bóveda ubicada a dos metros de profundidad, frente al altar mayor de la iglesia de Santo Domingo, en esta ciudad.
La extracción de los restos, autorizada por la orden dominica, provocó reacciones en nuestro medio a causa del modo sigiloso en que se efectuaron los trabajos de excavación y la presunta detección del cadáver buscado, máxime cuando se dejó de lado a historiadores locales que tantas veces los habían atendido y a arqueólogos santafesinos que deberían haber participado de la búsqueda, con apego a las normas que rigen para este tipo de intervenciones. Pero en los hechos, un muro, edificado por la protección policial y la severa actitud defensiva de los dominicanos, se interpuso entre la comitiva cordobesa y los profesionales santafesinos.
Hubo también dudas legales, que finalizaron cuando un dictamen de la Fiscalía de Estado despejó el camino, luego de establecer que, aunque se asumiera la tesis santafesina de que no se había probado que el esqueleto extraído perteneciera a Bustos, tampoco estaba demostrado que correspondiera a un santafesino de relevancia histórica, hipótesis ésta en la que hubiera sido aplicable la norma que protege los bienes culturales de la provincia.
En ese terreno de dudas cenagosas primó lo dispuesto por la ley Nº 7.723, que la Legislatura santafesina había sancionado en 1975, autorizando el traslado de los restos mortales del Brig. Gral. Juan Bautista Bustos a la provincia de Córdoba. Además, esa norma facultaba al PE provincial a establecer un acuerdo con el gobierno de la vecina provincia, para efectivizar el traslado antes referido. También operaban el Acta Acuerdo de Cooperación Interprovincial del 31 de mayo de 2011 y su prórroga del 23 de junio del mismo año.
La política de buenas relaciones se sobrepuso a las dudas y objeciones, y los huesos del supuesto Bustos partieron rumbo a la capital mediterránea. No obstante, la operación no terminó bien, porque el procedimiento y su resultado fueron cuestionados por la Academia Nacional de la Historia y por la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, posiciones comunicadas al gobierno de Córdoba, que han enervado lo actuado, al no considerarse probada la identidad de los restos esqueléticos. La consecuencia es que han quedado en un limbo, ya que desenterrados en Santa Fe, no han sido enterrados en Córdoba, donde permanecen dentro del féretro en el que fueron transportados.
Como escribe Carlos Cerutti a modo de resumen, en 2011, autoridades e historiadores de Córdoba decidieron trasladar los restos a esa provincia, “como fuera, al punto que, según noticias periodísticas, al momento de iniciar la búsqueda ya estaba dispuesto el féretro que debía contenerlos (a los restos) y previstos los festejos correspondientes”.
Esa determinación de llevarse un esqueleto a cualquier precio es lo que echa sombras sobre un proceso que reclamaba y merecía otras conductas. Pero no fue así, y las consecuencias son tristes, porque los santafesinos tenían la mejor disposición para hacer las cosas bien.
Pasado el tiempo, lo bueno ha sido el trabajo multidisciplinario desarrollado por historiadores, arqueólogos y arquitectos locales respecto de la iglesia y convento de Santo Domingo, trabajo que en la confluencia de los esfuerzos permite saber mucho más sobre la historia de la orden de los Predicadores en nuestra ciudad, que se remonta a su instalación en Santa Fe la Vieja y su trasmuta a la actual Santa Fe de la Vera Cruz en el siglo XVII.
La causa movilizadora de esos estudios fueron las premisas que, con un alto grado de especulación, traían los cordobeses en sus alforjas; premisas objetables que cambiaron la actitud receptiva y de colaboración de los santefesinos por una posición de defensa y cuestionamiento. Pero lo interesante es que lejos de producirse una reacción visceral, el enojo y la incomodidad producidos por la situación impulsaron a los profesionales santafesinos a la profundización de estudios de distinto tipo, pero convergentes en la demostración del desatino que se había cometido. Gracias a ese diferendo, hoy los santafesinos pueden conocer mejor aspectos de su pasado. Sólo tienen que leer los textos reunidos en este número especial que publica la Junta Provincial de Estudios Históricos, y que comienzan con una presentación de la Lic. Ana María Cecchini de Dallo, quien habla del “traslado unilateral de un esqueleto NN atribuido al Brigadier General Juan Bautista Bustos”. Entre ese inicio y la síntesis de Cerutti, se escalonan los trabajos preparados por Alejandro Damianovich sobre la retirada de Bustos después de la batalla de La Tablada y sus presuntas heridas y contusiones; los escritos de Luis María Calvo sobre inhumaciones en la iglesia de Santo Domingo, el registro de algunos entierros realizados entre 1661 y 1850, con distintas clases de ceremonias y costos; el análisis de Gabriel Cocco acerca de la información arqueológica proporcionada por el gobierno de Córdoba; y la indagación de la Arq. Adriana Collado, sobre la secuencia histórica de transformaciones físicas de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario y el convento de Santo Domingo, al que pertenece. Son estudios amplios, desplegados en casi 300 páginas, que merecen una lectura por la seriedad con la que fueron encarados y por la cantidad de información que brindan a quienes se interesan en estos temas.