Luciano Andreychuk
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@landreychuk
La ciudad ha sido tomada por una enorme cantidad de afiches, carteles y eslóganes políticos, de cara a las Paso del 13 de agosto. El ciudadano se enfrenta a este “paisaje” invadido durante todo el día. ¿Ayuda a decidir un voto la nueva panorámica urbana? Hablan dos expertos.
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Te levantás, prendés la radio y hay mensajes electorales. Abrís una aplicación gratuita (para escuchar música en el celular, por ejemplo) y aparece una publicidad de algún precandidato. Entrás a tus redes sociales y aparecen publicidades preelectorales, mostrando las “bondades” de alguien que aspira a acceder a un cargo legislativo. Y ya afuera, en la calle: afiches, carteles, pintadas, rostros photoshopeados por prestidigitadores digitales, eslóganes de campaña.
En épocas de elecciones, el paisaje interior, íntimo y doméstico, de cualquier persona y el urbano se transforman: aquellos lugares que el ciudadano común identifica y toma como propios hoy están “contaminados” por un paisaje ciertamente efímero, que terminará tras las elecciones generales de octubre. Debe habituarse y convivir con esta nueva panorámica.
¿Qué efectos puede generar en los destinatarios de esos mensajes esta sobrecarga de mensajes electorales todo el tiempo y presentes a toda hora? ¿Hay un impacto político y psicológico en la cotidianeidad de las personas-receptores que se enfrentan a este vendaval de signos que, en su mayoría buscan posicionar a un precandidato, y llevan consigo un efecto persuasivo?
Democracia y el “precio”
“La cuestión de la publicidad electoral es un fenómeno propio de la democracia. Usando una comparación, es el ‘precio’ que hay que pagar por una vida democrática en la cual hay alternativas entre las que la ciudadanía puede y debe elegir”, pone en contexto el Dr. Martín Carné, politólogo y becario postdoctoral del Conicet, en diálogo con El Litoral. “Quizás nos parezca que el fenómeno de los mensajes es apabullante, pero aparece estacionalmente cada dos años, cuando hay elecciones”.
Sobre las reacciones, efectos o cambios que pueden generar estos mensajes masivos de campaña en la cotidianeidad de la gente, Carné explica que hay tantas reacciones como tantos públicos haya. “Hay una buena porción del electorado para la cual la política le pasa al costado de su vida. No le interesa, le resulta indiferente. A otros públicos la publicidad electoral quizás le parecerá refractaria (de rechazo), y para otra parte del electorado que es mucho más sensible, se emociona con ciertas publicidades políticas y eventualmente esa publicidad tiene la potencialidad de orientar su voto”.
Naturalización
Respecto de la vida en las grandes urbes (un fenómeno que la sociología analizó durante siglo y medio), el sujeto está más expuesto a símbolos, mensajes, estímulos. Es distinto a la vida en ciudades pequeñas, o a la vida rural, donde la cantidad de estímulos es mucho menor.
Esto, en las grandes ciudades, va preparando de alguna forma a sus ciudadanos y ciudadanas como para “dejar de ver” algunas cosas y “elegir ver” otras. “En ciudades enormes hay tantos estímulos que la gente desarrolla ciertos mecanismos de protección o defensa ante éstos”, agrega Carné.
El experto puso un ejemplo: “Si alguien va en un colectivo todos los días a trabajar y se cansa de ver la misma publicidad política del mismo candidato, la deja de ver de manera conciente”. Esa selección está naturalizada, internalizada, explica. “Desde esa misma naturalización estos mensajes dejan de tener el impacto destacado que se quieren dar desde los propios emisores (los protagonistas de la campaña)”.
Sobre los mensajes
Respecto de la composición general de los mensajes electorales que conforman este paisaje político de la urbanidad en la ciudad, y que buscan posicionar un candidato o generar el efecto persuasivo al máximo que se pueda, la duda pasa por saber si se logran efectivamente esos efectos buscados.
Para Carné, “es algo que se observa desde hace seis u ocho años: por ejemplo, esto de que el candidato se muestra como que ‘está haciendo’, o busca reforzar un aspecto ejecutivo. O que ‘camina’ los barrios, etc. Esto no surge de la nada: los equipos técnicos que están detrás manejan muy bien las técnicas de encuestas, tendencias, los focus groups, todo lo que hace al marketing político”.
“No hay nada artesanal en las campañas —prosigue el politólogo—: está todo supeditado a procesos que ya fueron ensayados en el país, en América latina y Europa, donde las campañas están cada vez más tecnificadas: hay cada vez más ciencia alrededor de las campañas electorales”.
Y hay distintas técnicas, pero principalmente “lo que se busca con el receptor es interpelarlo, que se sienta identificado, emocionado, o que se reconozca con ese mensaje que se le propone y con ese candidato en particular. Cada candidato construye su perfil y busca diferenciarse de los otros”.
La campaña electoral, en este sentido, “se ha vuelto como la venta de un producto más en la góndola de un supermercado. No es una crítica, pero es la realidad. Pero también, por otro lado, el votante ha sabido desarrollar un cierto know-how (saber práctico o habilidad) respecto de cómo identificar qué cuestiones son más verosímiles que otras”, dice Carné.
"La cuestión de la publicidad electoral es un fenómeno propio de la democracia, es el ‘precio’ que hay que pagar por una vida democrática en la cual hay alternativas entre las que la ciudadanía puede y debe elegir”. Martín Carné, politólogo y becario postdoctoral del Conicet.