El Litoral
Mirá el suplemento aniversario con un repaso por los 99 años de humor gráfico e historietas que formaron parte de El Litoral.
El Litoral
Un día miércoles 7de agosto de 1918 salía a la calle la primera edición de El Litoral. Hoy, festejamos este acontecimiento con un suplemento especial que recorre los 99 años de humor gráfico, caricaturas e historietas.
Al recorrer en las páginas de El Litoral nueve décadas de humor, nos introducimos en una cantera informativa de extenso contenido.
Lo primero que salta a la vista es la cantidad de formatos y técnicas gráficas desarrollados para abrigar la diversidad expresiva de los autores.
Pero al ojear los ejemplares, también se perciben los ritmos de las transformaciones sociales y la aceleración de los cambios culturales traspuestos los años 60. El humor ingenuo del período que transcurre entre las dos guerras mundiales, en donde abundan -entre los protagonistas-, humanizados ratones, patos, corderos o gatitos, ocupa varias décadas y llena historietas de difusión global a través del canal de distribución del King Features Syndicate Inc., organización creada para la comercialización del humor estadounidense por William Randolph Hearst, uno de los principales empresarios de medios periodísticos en los EE.UU.. Y otro tanto tanto ocurre con las producciones gráficas de la gran empresa del entretenimiento fundada por Walt Disney.
Entretenerse era uno de los modos de mitigar las angustias de un tiempo difícil, dominado por las secuelas de la Primera Guerra Mundial y por el crack financiero de los Estados Unidos en 1929/30, que sumió en la pobreza a millones de personas e irradió al mundo sus nocivos efectos. Es también la época en que aparecen nuevos líderes totalitarios, que amenazan la idea y la práctica de una productiva convivencia de la ciudadanía en compartidos espacios de libertad. De manera que las difíciles situaciones económicas e ideológicas eran motivos para buscar descargas en el humor.
Por otra parte, el terreno de las historietas también era apropiado para vehiculizar mensajes políticos. “Superman”, “Batman” y “Capitán América”, por ejemplo, son adalides del bien en la lucha contra el mal, gestados a fines de los 30 e inicios de los 40. No fueron publicados en El Litoral, pero son útiles para interpretar el papel del cómic en tiempos bélicos e inestables.
Los superhéroes fueron instrumentos en las batallas ideológicas de aquellos años, figuras que permitían identificar con facilidad dónde estaba el buen poder. La historieta que sí publicó este diario, fue “Mandrake, el mago”, un ilusionista con capacidad hipnótica empeñado en luchar contra el crimen, al igual que los otros, en tiras de larga duración.
La compra de materiales de humor e historietas, útiles para complementar la tarea informativa y de opinión, específica del diario, era una manera de ampliar la oferta temática para consolidar y ampliar el universo de lectores. Y lo más sencillo era adquirirlos en sus centros de producción, a través de agencias organizadas al efecto.
A fines de los 40 y comienzos de los 50 se van a incorporar autores nacionales que, poco a poco, irán desplazando con temáticas propias de nuestra sociedad los materiales que hasta entonces se proveían desde afuera.
Una figura emblemática de esa evolución es Lino Palacio, quien a través de cuadros de humor político que firma con su seudónimo Flax, e historietas que suscribe con su nombre y apellido, y que constituyen pequeños ensayos sociológicos sobre tipologías argentinas, hace un aporte nuevo y diferente. Así aparecen, entre otros personajes: “Ramona” (la empleada doméstica gallega, dura de entendederas), “Avivato” (el típico pícaro de estas tierras), “El otro yo del doctor Merengue” (construido sobre el eje de la indomable y argentina tensión entre el ser y el parecer) y Don Fulgencio (un hombre adulto con conductas infantiles). En esta línea de humor reflexivo, con elementos filosóficos, psicológicos y sociológicos, se inscribirá más adelante Quino, con su tira “Mafalda”.
También arribarán a las páginas del diario historietas gauchescas gestadas, primero, por Walter Ciocca (“Lindor Covas, el cimarrón”, “Santos Vega” e “Hilario Leiva, el rebelde”); y luego, por el santafesino Juan Arancio (“Santos Bravo”, “Juan Chibiro”, “El Chumbiao”).
Desde algunos años antes, el camino se había abierto para los santafesinos con el humor mudo de “La Pupi”, una creación de María Teresa Cibils; y, después, con “Los chicos chicos”, de Sergio Fasola. En los 80, como consecuencia de las cinco ediciones de la Fiesta del Humor y la Historieta, organizada por El Litoral a través de un equipo conformado por Osmar Sorbellini, su hija Sandra y Carlos Zapata, y el apoyo de José Luis Vittori, muchos jóvenes humoristas frecuentarán los ejemplares del diario. Al ya mencionado Fasola se sumarán Raúl Viso; Bernardo Facta, con “El bicho”; Periotti, con “Pipoka”; Kovacevic, con sus cuadros; Fabián Izquierdo, con humor político del día; Christian Lehmann con su humor mudo; Luis Dlugoszewski, con sus dibujos; Bianfá, con sus personajes; y caricaturistas de distinto tipo, como el ya mencionado Osmar Sorbellini, Hugo Seri, Marcelo Soler, Luis Gaspardo y Lucas Cejas, quien extiende hasta estos días el género que comenzara a fines de los años 20 con los trabajos de Bartolomé Mirabelli.
Durante las décadas de 1940 y 1950, El Litoral publica en sus páginas historietas de origen extranjero distribuidas por los syndicates norteamericanos, como algunas tiras de Walt Disney o “Blondie”, de Chic Young.
Desde 1950, gana lugar el material perteneciente a autores de nuestro país. Se trata de profesionales consagrados a nivel nacional como Lino Palacios (“Ramona”), José Luis Salinas (“Cisco Kid”) y Quino (“Mafalda”), entre otros.
Recién a partir de 1970, comienzan a publicarse trabajos de autores santafesinos. El primero fue Juan Arancio, quien a lo largo de los años realizará varias historietas de temas gauchescos: “Santos Bravo”; “Martín Fierro”, “Juan Chiviro” y “El Chumbiao”, aparecerán en ese orden. Arancio será seguido por “La Pupi” (1975), de María Teresa Cibils; “Chusita” (1978), de Juan Carlos Palacios; “Los chicos chicos” (1981), de Sergio Fasola; y cuadros sueltos de Miguel Escobar (1981).
Durante ese período, no estaba definido con certeza un staff de dibujantes dentro del diario, autores que ejecutaran sus obras con continuidad. Lo que se advierte, por el contrario, es que se van probando distintas variantes.
La consolidación de los artistas santafesinos llega en 1985 con la publicación de la página de “Humor Santafesino” que salía los viernes. Fue una iniciativa del dibujante Osmar Sorbellini, junto con su hija Sandra y Carlos Zapata.
Se trataba de un espacio de importantes dimensiones, ya que era una página completa del diario de formato sábana. Allí solían publicar: Raúl Viso (“El humor de Viso”, “Fuga en la fantasía”, “Tanteando la realidad”), Sergio Fasola (“Humor”, “Rafael”), Bernardo Facta (“Humor”, “El Bicho”) y Periotti (“Pipoka”).
Con el transcurso del tiempo, la página se fue constituyendo en un parte informativo acerca de lo que acontecía en el circuito historietístico de la ciudad: se anunciaban las muestras, las visitas a otras localidades, los galardones recibidos, etc. Desde allí también se dio una gran difusión a los “Salones del Humor y la Historieta” de El Litoral. Pero a partir de mayo de 1987, el espacio comenzará a reducirse; y en abril de ese año, dejará de publicarse.
No obstante, queda claro para quien recorre sus páginas,que paulatinamente se fue dejando de lado a los autores extranjeros y de Buenos Aires, para abrirle espacio a autores locales. Así, se diagramó una única sección de humor diario conformada por material de Facta (“El Bicho”), Fasola (“Rafael”), Periotti (“Pipoka”), Kovacevic y más tarde Fabián Izquierdo y Luis Gaspardo.
(*) Autora de “Santa Fe en cuadritos. Producción historietística de 1970 a 1990” (Rosario, Puro Cómic, 2014).