Ignacio Andrés Amarillo
El grupo viene a mostrar “Barro y fauna”, su último material. Con esa excusa, Lula Bertoldi habló con El Litoral sobre el disco, su último Luna Park y el gran presente del trío.
Ignacio Andrés Amarillo
Eruca Sativa vuelve el sábado a las tablas de Tribus Bar & Arte (Pedro Vittori 3523) para presentar “Barro y fauna”, su último disco. Se dará puerta a las 20.30 (es víspera de elecciones), y actuará previamente los torcuatenses de Todo Aparenta Normal. Es un show apto para mayores de 11 años, acompañados por un mayor responsable y acreditando identidad de ambos.
Compañeros
—¿Cómo vivieron este nuevo Luna Park ampliado con invitados?
—A diferencia del anterior, en éste nos dimos todos los gustos. Habíamos tocado solos y en éste dijimos: “Para no repetir y armar un show distinto, vamos a hacerlo con invitados”. En realidad fue un show “de” invitados, porque hubo 21 invitados, una cosa de locos. Fue emocionante, lo pudimos compartir con amigos, familia, gente que admiramos y queremos. Y además presentar “Barro y fauna”, que es un disco que sentimos que nos representa muchísimo: es nuestro disco más actual, siempre sentimos que el disco que estamos presentando es nuestra mejor foto del momento. “Barro y fauna” es Eruca Sativa 2017 en todo su esplendor.
—¿Se puede pensar que este rejunte de artistas confirma que ustedes son el corazón de una escena?
—Creo que más que el corazón somos uno de los ventrículos. Hay aortas, ventrículos, cámaras, venas. Entre todos hacemos la fuerza de bombeo de ese corazón. Somos parte, sentimos apoyo muy fuerte de nuestros colegas; se pudo ver en el Luna cuando hicimos el coro en “El visitante” y estuvieron parte de los artistas que más nos gustan y admiramos (no se podía que estén todos) y son parte también de ese corazón que late súper fuerte.
Se vivió en ese momento en que estábamos todos arriba del escenario cantando juntos, disfrutando de la música, de un lenguaje universal. Más aún con la voz de Tavo Cortés (Sig Ragga) que le puso ese coro súper tribal, africano, más universal porque no tiene lenguaje, mántrico.
—Participó Abel Pintos, otra iniciativa para romper barreras que las personas inventan.
—La puerta que se abrió tiene que ver con una ideología que tenemos y que por suerte comparten muchos artistas del entorno, y es que la música es una sola. Con Abel nos pasó eso, siendo que viene de un palo tal vez muy distinto del nuestro, nos separan muchas cosas (como los públicos, los lugares donde tocamos) menos una: las dos partes aman la música y comparten criterios bastante parecidos, formas de trabajar.
Admiramos mucho su trabajo desde muy pequeño, y hay una suerte de respeto y admiración mutua, viniendo de un artista de ese calibre, que va a Europa, gana Grammys de Oro: que se presente con una banda que considera su favorita (nos lo ha dicho). Se autoinvitó: nos encontramos en un pasillo, nos dimos un gran abrazo y dijo: “chicos, quiero cantar con ustedes; después vemos qué, pero voy a ir”. Veníamos coqueteando con el hecho y se dio ahí, no podría haber sido mejor ocasión.
Me saco el sombrero, porque fue a enfrentarse a un público como el de Eruca Sativa, que no es agresivo pero es ortodoxo del rock. Eruca siempre se caracterizó porque no nos importe la barrera musical, impuesta siempre más desde afuera. Además estaba (David) Lebón, Maru Bertoldi, el coro, Dizzy Espeche, (Hernán) Rúpolo, (Nicolás) Sorín, (Juan Pablo) Rufino.
Plasmación
—Brenda nos contó en el verano cómo fue el proceso de “Barro y fauna”. ¿Cómo lo viviste?
—Cuando uno hace una obra de la cual está convencido carnalmente y comprometido, cualquier cosa que uno toque la gente lo va a interpretar. Le pusimos todo, como en cada disco, pero en éste más: nos llevó más tiempo, ya teníamos a nuestros hijos, viajamos con los nenes y la niñera a Estados Unidos. Fue como un laburo exageradamente sacrificado en algún punto, porque me ha pasado de quedarme despierta con Juli bebé para poder terminarlo al disco: “Hoy no duermo pero voy a componer esta canción que nos falta”.
Lo hemos hecho desde un lugar hermoso y dando todo, aun con hijos pequeños. Sentíamos que era el momento de hacer el disco, y el resultado fue emocionante: llega a niveles donde no habíamos llegado antes.
—¿Cómo ves que funciona con la gente?
—Les gusta mucho. Uno lo va reinterpretando en vivo, los temas van cobrando otro sentido, show a show lo vamos interpretando de manera más natural. Los temas ya están en un lugar muy lindo del repertorio, muy integrados, es muy natural tocarlos. Hay momentos muy altos, y eso que lo tocamos completo, no es que decimos “este es lento, mejor no”. Tocamos “Sin la red” o “Somos polvo”, con Brenda disparando samplers en vivo, Gaby tocando la guitarra eléctrica, yo la acústica: hay una búsqueda y nos la rebuscamos para que suene en vivo como en el disco.
—Desde “Huellas digitales” buscan sostener la química del show al tiempo en que meten todos los “chiches” en el escenario.
—Lo que pasa es que no nos medimos mucho: para nosotros las canciones pasan por la musicalidad, después vemos cómo las interpretamos. “Sin la red” arranca con Gaby tocando la acústica y después pasa a tocar la batería. Hacemos malabares para representar la canción de la mejor forma posible.
Nos encanta tener invitados, si hace falta un invitado permanente lo tendremos, no somos ortodoxos porque eso nos limitaría a componer para el power trío, sólo tenemos power.
Generaciones
—Dentro del público tienen desde adolescentes a veteranos.
—Es medio inexplicable. A veces miro videos que me mandan padres con sus hijos de dos o tres años saltando y cantando, no lo puedo explicar (está buenísimo, obvio). Hay una nena que nos va a ver con los papás que tiene nueve años, súper fanática, viaja a donde puede. Qué lindo moverle a un niño eso adentro, cosas que uno hace más de adolescente. Y hay gente que escribe: “Tengo 50 años y ustedes me hicieron creer de nuevo en el rock nacional”. Creo que tiene que ver con la honestidad musical, y que el vivo de la banda atrae mucho.
—Están redondeando la primera parte de presentación de “Barro y fauna”. ¿Cómo sigue el año?
—El Luna fue el corolario de una gira larguísima, federal, que también incluyó México, Uruguay y Chile. Ahora estamos cerrando la segunda mitad del año, haciendo la transición de la presentación de “Barro y fauna” a los diez años de la banda, que van a ser en diciembre. En el medio habrá un par de shows especiales. Vamos a ir a Colombia, al festival Radiónica, una radio donde siempre estamos en el ranking. Queremos volver a Chile y México, y vamos a estar en el Cosquín Rock de Bolivia.
—En una entrevista anterior dijiste que habías disfrutado la etapa de banda emergente pero había terminado. ¿Dónde está parada hoy Eruca Sativa?
—No podría decir “somos una banda emergente” porque sería mentir. Pero sí tenemos un sentido de pertenencia muy grande con ese ambiente del rock nacional, nos sentimos muy hermanados con las bandas nuevas, que están creciendo. Y ellos saben que ese sentimiento lo tenemos, estamos muy cerca. Pero ahora somos una banda emergida.