Ignacio Andrés Amarillo
El popular trío santafesino regresa a su ciudad para presentar su nuevo espectáculo, el primero en siete años. Será en doble función, en el estadio Ángel P. Malvicino, del Club Atlético Unión. En la previa, Dady Brieva charló con El Litoral para anticipar el show y la gira.
Ignacio Andrés Amarillo
El sábado 16 de septiembre es la fecha marcada para el regreso del trío Midachi a su ciudad natal. Será en dos funciones en el estadio Ángel P. Malvicino, del Club Atlético Unión (avenida López y Planes 3513), a las 21 y las 23. Será de la mano de “Midachi Kindon”, la creación que los reunió después de siete años y se mantuvo ocho semanas en el Teatro Ópera de Buenos Aires. Las localidades están en venta en Credife (25 de Mayo 2610) y a través de www.ticketway.com.ar (y sucursales).
Antes de la llegada, El Litoral dialogó con Rubén Dady Brieva (una de las tres patas del fenómeno junto a Miguel Torres del Sel y Darío “Chino” Volpato) sobre este nuevo éxito y lo que viene para el futuro.
Nuevos cuentos
—¿Qué nos podés adelantar de “Midachi Kindon”?
—Después de 34 años, de 2010 en que nos separamos, el año pasado nos fuimos a Panamá a verlo a Miguel y le propusimos volver. Había un plan para hacer acciones con Midachi, con fecha de vencimiento al domingo 4 de marzo (de 2018). Armamos un show para esta vuelta: la propuesta técnica es el mapping, que para la gente que no sabe es la proyección sobre escenografías corpóreas (no sobre pantalla plana) y se la da una tridimensionalidad al paisaje, bastante lindo. Sonido 5.1 está todo grabado en 4K HD.
Es una vuelta al mundo mágico de los cuentos infantiles. El Chino quiso hacer películas, después quiso hacer un circo, después un vodevil, ahora nos propuso un paso de comedia: a Drácula y al personaje que hace Miguel de Mercedes Sosa que lo acompañemos en esta aventura. Ahí se empieza a dar una serie de enredos, donde se desarrolla el show. Tiene personajes nuevos y otros ya conocidos por el público que acompaña a Midachi.
—¿Cómo fue juntarse a laburar con compañeros con los que viviste un montón de cosas y por un montón de razones pasaron siete años separados? ¿Cómo fue volver a ensayar?
—Tenemos un ejercicio de este trabajo, sabemos cómo lo hacemos, quién lo hace, quién se dedica. En este caso, Miguel se incorporó casi al final, cuando ya estaba el show armado. Yo propuse el concepto y el Chino se encargó de toda la puesta y la realización. Después sabemos cada uno lo que tiene que hacer, en ese sentido funcionamos como equipo, estamos intactos. Entonces nos pusimos a tono y a la semana ya estábamos actuando sobre el escenario como si nunca nos hubiésemos separado.
—Siempre se caracterizaron por trabajar con santafesinos. ¿Esta vez también?
—Nosotros teniendo el mismo staff: Gustavo Cana y Fabián Molinengo son dos santafesinos que nos acompañan hace 30 años, la Tere Scali, el vestuario de Carlos Passano, mi hijo, el hijo del Chino, el Oreja (Raúl) Fernández y nosotros tres arriba del escenario. Somos 20 ó 25 personas, son muy pocos los nuevos; los demás vienen con Midachi desde hace muchos años.
Antes y ahora
—Hicieron ocho semanas en el Teatro Ópera, ¿qué respuesta tuvieron del público?
—La respuesta es impresionante: tenemos una comunión con una cartera de clientes de 34 años, más todos los jóvenes que se han incorporado porque nos han conocido a través de las redes sociales. Estamos viviendo como si fuera otro país: metimos más de 70.000 espectadores acá, 20.000 en Uruguay, y llevamos más de 3.000 en lo que va de preventa de Santa Fe, Rosario, Salta, Tucumán, Córdoba, Mendoza. Así que eso va viento en popa: va bárbaro, y (como siempre) es como una cancha de fútbol: siempre buena energía.
—Cuando uno se baja de ese escenario puede pintar el balance de lo transcurrido, desde cuando actuaban frente a la Terminal de Colectivos, épocas más amateurs desde donde despegaron sus carreras.
—No somos del balance melancólicos, no somos nostálgicos. Tenemos un grato recuerdo de cómo comenzamos, un grato recuerdo de todas las personas que nos ayudaron, tenemos muchísima memoria (parte de los paisajes que pinté en mi monólogo), y que la gente se ríe y se identifica porque son corroborables. Después sí, cuando contamos anécdotas, pero en general somos más de mirar el futuro que el pasado. Pero me tomás examen y apruebo con diez en memoria: me acuerdo de cada cosa que ha pasado en los 34 años.
—¿Qué cosas cambiaron en el mundo del espectáculo, en cuanto a formas de trabajar?
—Ahora se juega un poquito más fuerte, tiene que ser más directo, la trompada y el cachetazo más fuerte, el tortazo más visible. Eso en lo que respecta al humor. La otra vez un director muy reconocido acá, muy reconocido en la danza y la ópera en el Colón, Nacho González Cano (que es de Santa Fe), me decía que nos vio de chico y pensaba: “¿Cómo hacen estos tipos para hacer una relación de pareja con un pie de micrófono adelante, con un cable?”. No había prestado atención a eso. Cuando empezamos, todo lo que ahora hacemos con proyectores láser, lo hacíamos con Super 8; micrófonos con cable, las cintas eran casetes.
Realmente era muy amateur, como lo era todo en esa época. Después vino la cinta, el digital. Pero tuvo que pasar mucho tiempo para eso. Ha cambiado muchísimo todo. de todas maneras tenemos siempre una apoyatura técnica de vanguardia; somos un grupo de humor con una estructura de grupo de rock: salimos con dos camiones, un colectivo de línea, sonido e iluminación propios. Después arriba del escenario están las boludeces de Midachi: el humor de Midachi está intacto, no va a cambiar por más mundos posmodernos que haya.
Lo que viene
—Tienen gira nacional hasta noviembre. ¿Cómo siguen después?
—En diciembre nos vamos al Conrad en Punta del Este, y después hacemos temporada en Mar del Plata hasta el 4 de marzo.
—¿Y qué se viene para vos después?
—Tengo dos propuestas concretas para hacer cine: una en México y otra en Uruguay. Y siempre la posibilidad de seguir. nos juntamos ahora para hablar qué es lo que vamos a hacer: esta etapa la damos por finalizada y después empezaremos otra etapa o no.
El año que viene también está el Mundial, y eso te corta mucho la mitad del año, porque durante el Mundial no pasa nada en teatro. Hemos actuado con y sin Mundial, sabemos que es bastante difícil llamar la atención de la gente, de los medios, lo comercial, ya no te acompañan porque está previsto para el Mundial.
—Con “Dadyman” recorriste el país, llegaste a otros lugares de la Argentina donde con un espectáculo más grande no se puede. ¿Qué experiencia te dejó?
—Con “Dadyman” hice las mismas giras que hice con Midachi: me fui de Ushuaia a Jujuy, recorrí varias veces el país en seis años. Lo llevé a Uruguay varias veces, en el Palacio Peñarol. Era un producto más fácil de laburar, cuatro personas en un auto: sonidista, Jorge Taiana (mi manager) y mi hijo, que es mi vestuarista. Íbamos solitos, y si era el cumpleaños de mi hijo no laburaba.
—¿Existe la posibilidad de otro unipersonal?
—Obvio, sí, me gustaría mucho trabajar con mi mujer (Mariela Anchipi), ya que ella baila, y hemos incorporado música y yo toco. Ya habíamos hecho algo cuando estaba embarazada de Rosario: participó de un final de “Dadyman” bailando en tutú la “Colombina” de Falta y Resto. Siempre tenemos esa deuda pendiente, así que puede ser un “Dadyman 2” en familia.
—Hablaste de Uruguay. ¿Se entiende igual el monólogo?
—Sí, totalmente: el montevideano, el uruguayo, es prácticamente un entrerriano más. Hay cero conflictos con eso, y como tienen algo de nostálgico y un aire de pueblo pequeño, caen mucho más que en Buenos Aires, es mucho más fuerte lo que uno dice y cómo repercute que en el público porteño.