Ivana Fux
Macri tenía previsto encabezar un acto el martes en el nuevo Hospital de Reconquista. Pero el viaje se suspendió, por razones que varían según quien lo cuente.
Ivana Fux
Desinteligencia, desprolijidad, falla deliberada en la comunicación, pujas por capitalizar las mismas obras públicas... La certeza sobre la razón que derivó en la cancelación de la visita presidencial a Reconquista el martes pasado, cuesta obtenerse en tanto todos los interlocutores adecuan su relato en función de los intereses que cada uno defiende como legítimos. Más allá de los “matices” en los testimonios, lo ocurrido a comienzos de semana en el norte provincial evidencia un nuevo roce en la dificultosa relación Nación-Provincia, que notoriamente se complejiza durante el proceso electoral. Para algunos, el episodio no salió de un supuesto malentendido protocolar; para otros, fue un desplante político.
El lunes, Miguel Lifschitz llegaba a Reconquista con parte de su gabinete para inaugurar una alcoholera y habilitar una red de media tensión. Pero la prensa local lo sorprendió al indagarlo sobre la recorrida que Mauricio Macri realizaría al día siguiente en la ciudad. El gobernador, dicen, se enteró por esos periodistas de la visita presidencial. Los colegas le preguntaron, incluso, si participaría del acto que Macri tenía previsto encabezar en el nuevo Hospital de Reconquista; la Nación aportó 200 millones de pesos para financiar la mitad de la cuarta etapa de la obra. La situación alteró a Lifschitz; primero, por no tener comunicación directa desde presidencia sobre la visita, y segundo, porque la obra frente a la que también se plantó un cartel de la Nación, es financiada en un 80% con recursos provinciales. Con ese ánimo, ese mismo día, Lifschitz dijo que no participaría de la actividad presidencial, porque era “seguramente de campaña”. Y se quejó del intento de apropiación de la Nación de una obra “que es de la provincia”. Lifschitz mandó a sus ministros a conversar con Nación con el mensaje de que no había inconvenientes en compartir el escenario, siempre que la visita fuera informada antes al gobernador que a los medios. A las nueve de la noche de ese lunes, la vista presidencial quedó cancelada, y el hecho se interpretó como un “problema” de protocolo. Claro que no fue ésa la lectura que se hizo desde el PRO. Fuentes partidarias consultadas por El Litoral se quejaron de que “por orden de la provincia” se le prohibiera a personal de Protocolo de Presidencia una recorrida previa por la obra del nuevo hospital. Y advirtieron que ante la negativa pública del gobernador de participar de los actos junto al presidente, el jefe de Estado decidió suspender la visita. Lo consideraron un “desplante político”. Dijeron, además, que si bien el aporte de Nación para la obra no representa el mayor volumen de la inversión, fue la llegada de esos recursos la que permitió retomar los trabajos que -advierten- estaban paralizados.
El desembarco presidencial no se dio; la visita sería reprogramada. La evidencia de la disputa quedó, esta vez, en la “guerra” de carteles plantados en la obra para que nadie pierda de vista quién garantiza su financiamiento. La crónica habrá sumado un nuevo capítulo de desencuentros.
Para algunos, el episodio no salió de un supuesto malentendido protocolar; para otros, fue un desplante político.